El ser humano es el
único animal de la naturaleza dispuesto a tener relaciones sexuales 365 días al
año y 24 horas al día. Pero este animal humano evolucionado ha creado el
erotismo no sólo como una manía reproductiva, sino como una forma de
comunicación, de crecimiento, de encuentro, de compartir, de dar y de recibir
placer.
Actualmente el sector dedicado a la
salud insiste en la necesidad de saber para prevenir, el sector dedicado a la
educación considera poco a poco la educación de la sexualidad en las escuelas
como parte del currículo básico, y la ONU reporta que con la cultura sexual las
relaciones sexuales se inician más tarde y no antes como habíamos pensado.
Entonces, ¿cuál es el miedo...?
Tenemos miedo de que al hablar de
sexualidad a los niños y a los jóvenes su vida se convierta en una orgía sin
control alguno, nos da pánico reconocer la existencia de una hormona sexual y
hablar de placer, como si el secreto que guardamos por siglos hubiera
funcionado eficazmente. La sexualidad existe pero el sexo silenciado es un
cúmulo de fracasos a todos los niveles, ya que si hubiera servido negarlo y al
no nombrarlo fuéramos querubines inocentes y bienintencionados, entonces no
tendrá caso cambiar las cosas. Pero no es cierto: con el silencio no fuimos
eficaces ni comprensivos, tenemos hijos no deseados, violencia y violación,
desolación, insatisfacción sexual, engaños, infidelidades, depresión y soledad,
malas parejas y divorcios, enfermedades, abortos y sobre todo incomprensión. Somos
analfabetas sexuales, y aún le tenemos miedo al conocimiento.
Cualquier conducta y entre ellas la
sexual, es, en última instancia, el resultado de la interacción de tres grandes
dimensiones del ser humano:
Biológica.
Social.
Psicológica.
Dentro de la dimensión biológica se
incluyen todos aquellos procesos y estructuras orgánicas que determinan el
comportamiento sexual, como son la anatomía y la fisiología entre otros. La
dimensión social abarca procesos de identificación de grupo que asignan a los integrantes
de una cultura determinada en un tiempo socio – histórico específico
características aceptables de comportamiento, la cual incluye el concepto de
género, el género de asignación y los guiones o los roles sexuales; y la
dimensión psicológica del comportamiento sexual agrupa aspectos como la
identidad sexogenérica y la orientación sexual o la preferencia de género.
La Dimensión Biológica de la Sexualidad
La Dimensión Biológica de la Sexualidad
Las explicaciones biológicas de la conducta sexual
en general se han basado en el concepto del instinto y esta idea de una fuerza
innata ha demostrado ser muy útil, pero hasta ahora los científicos han
fracasado en definir de modo suficientemente específico lo que significan
términos como instinto, impulso o pulsión. Una explicación más sencilla y probable es que los humanos y otros
animales participan en encuentros sexuales porque les son placenteros, y en
estos casos el incentivo está en el acto mismo más que en sus posibles
consecuencias.
El término sexo, se refiere a la serie de características físicas
determinadas genéticamente, que colocan a los individuos de una misma especie
en algún punto del continuo que tiene como extremos a los individuos reproductivamente
complementarios. Para los seres humanos, en un extremo se encontrará la mujer
con capacidad reproductiva y en el otro el hombre con la misma condición, y en
caso de darse una relación coital entre ellos, existe la posibilidad de que se
lleve a cabo un proceso de fecundación que daría como resultado un nuevo ser.
A lo largo de ese continuo podemos
encontrar diferentes puntos intermedios donde se localizan aquellas personas
que tienen como peculiaridad el no tener la posibilidad de fecundar o de ser
fecundados, como por ejemplo los bebés, los niños y las niñas antes de la
pubertad, las mujeres después de la menopausia y durante el climaterio, los
hombres y las mujeres que utilizan o que se han sometido a procedimientos
anticonceptivos temporales o definitivos, o bien que por diversas razones están
imposibilitados para reproducirse, etc. Así pues, todos ellos estarían
colocados en diversos puntos sobre esta línea, pero por su incapacidad
reproductiva no se ubican en los extremos.
Al centro se encuentran las personas
denominadas hermafroditas,
o más correctamente pseudohermafroditas o estados intersexuales (que es un
trastorno de la diferenciación sexual), del griego hemaphroditos, joven de gran belleza hijo de Hermes y de
Afrodita de quien estaba enamorada la ninfa Salmacis sin ser correspondida. La
mitología cuenta que estando el joven bañándose en una fuente, Salmacis se unió
a él sin su consentimiento y pidió a los Dioses que sus cuerpos formasen uno
solo, por lo que se le representa como un joven con pecho de mujer o con la
figura de Afrodita con genitales masculinos.
Como se habrá podido observar por su
definición, sexo es un concepto puramente biológico y para su estudio se divide
en ocho dimensiones distintas:
- Sexo gonadal, dado por la presencia ya sea de
ovarios o de testículos.
- Sexo génico, configurado por los genes, origen de
todo el fenotipo (apariencia física) y del genotipo (conformación de los genes
que estructuran a los cromosomas).
- Sexo
cromosómico,
que se refiere o que se relaciona con los cromosomas (XX para las mujeres o
bien XY para los hombres).
- Sexo hormonal, que es el resultado de la acción de
las hormonas ya sean "masculinas" (andrógenos) o
"femeninas" (estrógenos y progestágenos).
- Sexo de
órganos sexuales pélvicos internos, que se refiere a la presencia o a la
ausencia de dichos órganos como por ejemplo el útero o la próstata.
- Sexo de
órganos sexuales pélvicos externos, que se refiere a la presencia o a la
ausencia de los órganos sexuales externos, como la vulva o el pene.
- Sexo cerebral, que se refiere a las diferencias
neuronales anatómicas y funcionales entre el cerebro del hombre y el de la
mujer. Por ejemplo, el cerebro de la mujer tiene un mayor número de conexiones
(sinapsis) en algunos núcleos del hipotálamo.
- Sexo relativo a los caracteres sexuales secundarios o
al sexo somático, como por
ejemplo el grosor de la voz, el vello facial, la forma de las caderas, etc. que
son diferentes en los hombres y en las mujeres.
Es interesante hacer notar que desde el
momento de la concepción o de la fertilización de un óvulo por un
espermatozoide, todos los productos concebidos están destinados a ser mujeres
debido a las siguientes razones:
- Los órganos sexuales pélvicos internos
de la mujer (los dos tercios internos de la vagina, el útero y tubas uterinas o
trompas de Falopio) se desarrollan a partir del conducto de Müller, cuya
estimulación no requiere de ningún factor hormonal ni genético y por lo tanto
se considera el camino natural de la diferenciación sexual.
- Los órganos sexuales pélvicos externos
de la mujer (clítoris, labios vulvares mayores y menores) se desarrollan a
partir del tubérculo genital, del engrosamiento labio-escrotal y del surco
urogenital respectivamente, cuya estimulación tampoco requiere de ningún factor
hormonal ni genético y por lo tanto también se considera el camino natural de
la diferenciación sexual.
- Los órganos sexuales pélvicos internos
del hombre (epidídimo, conducto deferente y vesículas seminales) se desarrollan
a partir del conducto de Wolf, cuya estimulación requiere de testosterona, del
gen responsable de la producción de la proteína citosólica nuclear receptora de
andrógenos (PCNRA) y del gen responsable de la producción de la sustancia
inhibidora de los conductos de Müller (SICM) o sustancia de Jost, y por lo
tanto no se considera el camino natural de la diferenciación sexual.
- Los órganos sexuales pélvicos externos
del hombre (glande del pene, escroto y rafé medio) se de-sarrollan a partir del
tubérculo genital, del engrosamiento labio-escrotal y del surco urogenital
respectivamente, cuya estimulación requiere de la 5a-reductasa, la enzima
responsable de la conversión de testosterona (inactiva) en dihidrotestosterona
(activa). En ausencia de la 5a-reductasa estas estructuras no se diferenciarán
hacia lo masculino, y por lo tanto este tampoco se considera el camino natural
de la diferenciación sexual.
La Dimensión Social de la Sexualidad
El comportamiento sexual funciona como una forma de
comunicación social, pues a través de él podemos expresar afecto, amor, odio,
cólera, insatisfacción, deseo y necesidad entre otras emociones, sentimientos y
sensaciones. Las organizaciones
sociales determinan quién podrá expresar su sexualidad y cómo, establecen los
porqués y asignan con quién y el qué. Por ejemplo, en muchas sociedades se cree
que las personas adultas mayores o las que presentan algún tipo de discapacidad
no tienen derecho a expresar su sexualidad.
El concepto de “género” surgió durante
la década de 1960 en el contexto de investigaciones médicas sobre trastornos de
la identidad sexual de los seres humanos, y los trabajos de Robert Stoller se
consideran pioneros en esta materia. Este autor, basado en sus investigaciones
en niños y en niñas con problemas anatómicos en la distinción de sus órganos
sexuales, concluyó que la identidad sexual de las mujeres y de los hombres no
era resultado directo de su sexo biológico, sino de las pautas de socialización
y de representación cultural sobre lo que significa ser mujer o ser hombre en
un determinado contexto social; y esta conclusión dio paso al reconocimiento de
la diferencia entre sexo y género para connotar los aspectos biológicos de los
culturales y los sociales en la construcción de la identidad de las personas
El género es el resultado de un proceso de aprendizaje tanto
familiar como social, que iniciándose desde el nacimiento clasifica a los seres
en masculinos o
en femeninos, se refiere
básicamente a actitudes y a comportamientos, y tiene como base los atributos
culturales del momento socio-histórico que se viva.
La teoría de la identificación se deriva
del punto de vista de Sigmund Freud de que los niños preescolares desarrollan
una atracción sexual hacia el padre del sexo reproductivamente complementario
(Complejo de Edipo), hacia los 5 o los 6 años de edad el niño renuncia a esta
atracción debido a que experimenta sentimientos de ansiedad (castración) y es
entonces cuando el niño se identifica con el padre del mismo sexo adoptando de
forma inconsciente las características de este último. Sin embargo, en la
actualidad casi todos los expertos en estudios de género descartan que el
desarrollo del género siga este curso, ya que los niños adquieren su tipo de
género mucho antes de los 5 o de los 6 años de edad; además de que los hombres
aprenden a ser masculinos y las mujeres femeninas aun cuando el padre del mismo
sexo no esté a su alrededor
Por su parte, la teoría del aprendizaje
social del género afirma que el género de los niños se desarrolla a través de
la observación y de la imitación del comportamiento del género, así como a
través del reforzamiento y del castigo del comportamiento de género. Los padres
y la sociedad en general frecuentemente utilizan recompensas y castigos para enseñar
a las niñas a ser femeninas y a los niños a ser masculinos con base en sus
actitudes y en su comportamiento. Por ejemplo, una niña que juega a las muñecas
y a la comidita recibe la aceptación de la sociedad y el premio
correspondiente, y lo mismo sucede con un niño que juegue al fútbol y que
exhiba una conducta de juego rudo; de lo contrario, generalmente ambos son
acreedores de un castigo y estas respuestas de la sociedad les enseñan a los
niños lo que es un comportamiento de género aceptable y uno inaceptable.
Para su estudio, también se consideran
varias dimensiones del género que con fines didácticos dividiremos en género de asignación y en guión social o sexual. El género de asignación se refiere
a la condición de ser niño o niña, es otorgado a las personas en función de la
apariencia de sus órganos sexuales externos, y esta asignación ocurre sobre
todo en el momento del nacimiento o poco después del mismo. Si bien es cierto
que en la gran mayoría de las ocasiones la asignación de género es coincidente
con el sexo del recién nacido, también sabemos que en otros casos esta puede no
serlo pues existen algunos trastornos genéticos cuyo resultado repercute por
ejemplo en la diferenciación sexual, y que provocan una confusión sobre el sexo
de las personas. Este es entre otros el caso de un padecimiento llamado hiperplasia suprarrenal congénita, en
la cual un recién nacido de sexo femenino puede presentar una ambigüedad de sus
órganos sexuales, en donde el clítoris es excesivamente grande pudiéndose
confundir con un pene y los labios mayores presentan una forma y una coloración
que los asemejan a las bolsas escrotales.
El guion o el rol sexual es el comportamiento que los
individuos adoptan de acuerdo a los requerimientos sociales, en función de su
género e implícitamente de su presunto sexo. Los guiones son los planos que la
persona puede tener en su cabeza para lo que está haciendo y para lo que va a
hacer, justifican los actos que están de acuerdo con ellos, hacen que pongamos
en tela de juicio los que no lo están y especifican como copias heliográficas
los qué, quiénes, cuándo, dónde y por qué de determinados tipos de actividad.
Los guiones sexuales son subconjuntos de guiones sociales, formulados en las
mismas formas y con idénticos propósitos. Todos los individuos tienen guiones
sexuales que varían según sus guiones culturales y varían aún más cuando los
ponen en uso en situaciones sexuales concretas, como por ejemplo, cuando un
hombre o cuando una mujer coquetean y manifiestan conductas específicas de cada
uno de ellos para esa situación en particular.
Los estereotipos de género son el resultado de considerar que
determinadas actitudes, conductas, emociones y sentimientos son apropiados para
uno de los sexos y no para el otro; son los planteamientos a priori de lo que
“debe de ser”. Desde la infancia introyectamos estas actitudes sin
cuestionarlas como si estas diferencias fueran naturales y no establecidas por
la cultura, olvidando que el sexo se refiere únicamente a una diferencia
biológica y anatómica.
Los roles de género se han organizado de
tal forma que tradicionalmente se coloca al hombre en una posición dominante y
a las mujeres en una posición subordinada, subrayando todas las diferencias
superficiales entre hombres y mujeres y dando origen a la asignación de casi
todas las tareas. Esta organización excluye la posibilidad de equidad y de
reciprocidad entre los sexos o entre los géneros, ocasionando rigidez y
polarización. A partir de los estereotipos en los roles de género que tanto
hombres como mujeres aceptamos como “parte de nuestra naturaleza”, se han
generado una serie de mutilaciones que no dejan de ser discriminatorias y cargadas
de prejuicios para todos. Sandra Bem introdujo en 1974 la idea de que los roles
de género no necesariamente tienen que ser uno u otro, y que la persona puede
ser altamente femenina, altamente masculina o ninguno de los dos, introduciendo
así el concepto de personalidades andróginas o indiferenciadas. Todos los seres
humanos nacen con sexo, pero ninguno nace con género porque este se aprende.
La Dimensión Psicológica de la Sexualidad
Al discutir los determinantes psicológicos de la
conducta, a menudo debemos tratar acerca de diferentes niveles de análisis del
organismo humano. En un sentido, los factores psicológicos o sociales son
meramente reflejos y manifestaciones de procesos biológicos subyacentes, y en
otro sentido los factores psicológicos son independientes de lo biológico aun
cuando deben mediarse a través de los mecanismos neurofisiológicos del cerebro,
pues ni el pensamiento ni la emoción pueden ocurrir en un cráneo vacío.
El concepto que de sí mismo
pueda tener un individuo depende estrechamente del vivir y sentir su
sexualidad, y de esta relación se desprende su sentimiento de auto-estima, su
auto-concepto, su sentido de identidad, las formas específicas que utiliza para
dar y para recibir afecto, su identidad moral y espiritual, etc. La identidad sexogenérica (conjunto de
dimensiones psicosociales que incluyen a los sentimientos, conductas e
identificaciones que todo ser humano tiene respecto de la vivencia intrínseca
de su sexualidad) forma
parte de este constructo primordialmente psicológico, y es la identificación
psicológica que se va desarrollando en el niño o en la niña para desembocar
finalmente en el hecho de sentirse hombre o mujer. Esta identidad sexogenérica
se subdivide en tres áreas:
Núcleo
genérico: El núcleo genérico
es la percepción psicológica a nivel íntimo y profundo de sentirse hombre o
mujer. Los niños comienzan a definir su identidad entre los 18 y los 24 meses
de edad, a los 2 años de edad por lo general ya comprenden que forman parte de
un grupo genérico específico y pueden identificar correctamente a otros
miembros de su mismo grupo, a la edad de 3 años tienen un concepto firme y
consistente de lo que es su género, pero no es sino aproximadamente hasta los 5
años de edad que están plenamente convencidos de que son miembros permanentes
de ese grupo. Nos identificamos genéricamente cuando nuestro sentimiento
coincide con nuestros órganos sexuales y con nuestro comportamiento (identidad
sexogenérica concordante), lo que sucede en la gran mayoría de los casos. Sin
embargo, existen situaciones en las que hay discrepancia entre el sexo
biológico y los roles o los comportamientos que debemos mostrar, es decir, no
coincide la imagen corporal con la percepción íntima de corresponder a ese
sexo. A esta condición se le llama identidad
de género discordante, identidad
sexual discordante o identidad
sexogenérica discordante, más recientemente disforia genérica, disforia
sexual o disforia
sexogenérica respectivamente, clínicamente reconocida como transgenereidad, transexualidad primaria o transexualidad secundaria a transvestismo dependiendo
del caso.
Identidad
de rol: Los roles o los
guiones son los papeles sociales de hombres y de mujeres, es decir, son la
serie de comportamientos sociales que el grupo en que vivimos exige de nosotros,
tomando como referencia el sexo que se infiere de acuerdo a nuestra apariencia
masculina o femenina. Se habla de identidad de rol cuando una persona se ajusta
a lo esperado para ella de acuerdo al hecho de ser o de manifestarse como
hombre o como mujer, y de lo anterior se desprende el beneplácito social; pero
por el contrario, el rechazo, la desaprobación y las críticas negativas
emergerán cuando la persona no actúa con base en las expectativas sociales. Los
roles o guiones sexuales tan rígidos y estereotipados en sociedades como la
nuestra, siguen originando grandes problemas sociales cuya repercusión en el
ámbito familiar y personal es patente; y entre ellos cabe señalar la actitud
sumisa y oprimida de la mujer, en tanto que el hombre por su par-te sufre de
una expresividad emotiva soterradamente prohibida.
Elección
del objeto erótico: Este concepto
se refiere a los niveles de atracción que poseemos para relacionarnos tanto
afectiva como emocional y eróticamente con personas ya sea de nuestro mismo género
o sexo, del género o del sexo reproductivamente complementario o con ambos, y
se le considera como un sinónimo de orientación
sexual o de preferencia de
género.
Existe una gran
controversia para utilizar el término orientación sexual o para utilizar el término preferencia genérica. Si bien es
cierto que las personas poco intervenimos en la decisión de ser heterosexuales,
bisexuales u homosexuales y que por lo tanto podemos hablar de una orientación del deseo sexual, también
es cierto que en algún momento todos y cada uno de nosotros preferimos relacionarnos tanto
afectiva como emocional y eróticamente con personas ya sea de nuestro mismo
género, del género reproductivamente complementario o con ambas, por lo que
tenemos la posibilidad de elegir entre
varias opciones. Y por su parte, utilizo la palabra género porque cuando menos en
una primera instancia lo que percibimos en una persona es su género, mientras
que su sexo tan solo podemos inferirlo a partir de lo que vemos.
De acuerdo al resultado de
diversas investigaciones realizadas científicamente cuya metodología fue
impecable, se ha revelado que la orientación sexual queda establecida en algún
punto entre los 6 y los 7 años de edad, y la gran mayoría de las
investigaciones relacionadas con el origen de la orientación sexual o de la
preferencia genérica, apuntan hacia la existencia de uno o más componentes
biológicos relacionados con esta, al menos en los hombres.
Si un individuo tiene la
capacidad para relacionarse tanto afectiva como emocional y eróticamente con
personas de su género o de su sexo reproductivamente complementario se le llama
heterosexual, si tiene la
capacidad para relacionarse tanto afectiva como emocional y eróticamente con
personas de su mismo género o de su mismo sexo se le denomina homosexual, y si la persona de hecho
no tiene una capacidad exclusiva e indistintamente puede relacionarse tanto
afectiva como emocional y eróticamente con uno u otro género o sexo, se le
llama bisexual.
Existen otros dos términos
que están muy relacionados con la sexualidad humana y que también están
significados por sus tres dimensiones: el erotismo y la
vinculación afectiva. El erotismo se
refiere a la capacidad humana de experimentar las respuestas subjetivas que
evocan los fenómenos físicos percibidos como deseo sexual, excitación sexual y
orgasmo, y que por lo general se identifican con el placer sexual. El erotismo
se construye tanto a nivel individual como social, con significados simbólicos
y concretos que lo vinculan a otros aspectos del ser humano. Y la vinculación afectiva es la
capacidad humana de establecer lazos con otros seres humanos, mismos que se
construyen y que se mantienen mediante las emociones y los sentimientos. El
vínculo afectivo se establece tanto en el plano personal como en el de la
sociedad mediante significados simbólicos y concretos que lo ligan a otros
aspectos del ser humano. En los seres humanos, el amor representa una clase
particularmente deseable de vínculo afectivo.
Finalmente, la sexología es
la ciencia encargada del estudio de la sexualidad, para lo cual se vale de la
interrelación de otras disciplinas muy diversas (multidisciplinaria), ya que la
sexología tiene injerencia tanto con áreas humanas, médicas y aún con las
técnicas (transdisciplinaria); y la sexualidad se refiere al comportamiento
sexual del ser humano, con base en la conjunción de los factores biológicos,
psicológicos y sociales que integran al ser humano sexual (lo biológico se
relaciona con el sexo y con sus 8 dimensiones, lo social corresponde al género
y a sus respectivos componentes, y lo psicológico a la identidad sexogenérica y
a la orientación sexual o a la preferencia de género).
Por su parte, el comportamiento
sexual responsable se expresa tanto en el plano personal, como en el plano
interpersonal y en el comunitario, y se caracteriza por autonomía, madurez,
honestidad, respeto, consentimiento, protección, búsqueda de placer y de
bienestar. La persona que practica un comportamiento sexual responsable no
pretende causar daño y se abstiene de la explotación, del acoso, de la
manipulación y de la discriminación. Una comunidad fomenta los comportamientos
sexuales responsables al proporcionar la información, los recursos, los
derechos y la formación que las personas necesitan para participar en dichas
prácticas.
Bibliografía
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Stoller, R. J. (1968): Sex and gender. Science House, Nueva
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