No es algo fuera de lo común que la Sexualidad y la represión se
escuchen al mismo tiempo, en la propuesta histórica de Foucault, podemos notar
que en la cultura occidental, la Sexualidad y su uso han sido limitados,
especialmente por la clase burguesa y el inicio del capitalismo. Pero esto nos
hace pensar… ¿Qué tanto podemos reprimir una parte tan importante del ser
humano?... Lo cierto es que esta limitación generó en la cultura una presión
que debería liberarse en cualquier momento, cuestiones que podemos apreciar
aproximadamente en los años 60’s, con un cambio de pensamiento y lucha por la
liberación, y en los 70’s, con la manifestación de la comunidad homosexual
exigiendo respeto y derechos igualitarios, épocas de revolución pacífica de las
cuales, somos los herederos. “Lo propio de las sociedades modernas no es que
hayan obligado al sexo a permanecer a la sombra, sino que ellos se hayan
destinado a hablar del sexo siempre, haciéndolo valer, poniéndolo de relieve
(…)” (Michel Foucault, 2005).
No podemos negar que las prácticas sexuales habían sido limitadas,
y en algunos casos, castigadas, pero no podemos darle todo el crédito a la
represión como el único factor que desencadena todos estos sucesos en torno de
la Sexualidad. Para esto debemos entender que la conducta del ser humano se
puede dirigir de dos formas, una es el uso de las leyes, hablamos de poner una
distinción entre lo licito y lo ilícito; por otro lado, las ideas que la gente
tenga respecto de un tema son igual de influyentes, llevándonos a establecer
una normalidad y una anormalidad; estas cuestiones legales e ideológicas nos
permitirán desarrollar dos nuevos términos: el “Despliegue de Alianzas” y el
“Despliegue de la Sexualidad”. “Entre el Estado y el individuo, el sexo ha
llegado a ser el pozo de una apuesta, y un pozo público, invadido por una trama
de discursos, saberes, análisis y conminaciones” (Michel Foucault, 2005).
En el Despliegue de las Alianzas, el punto que marca la pauta de
regulación social es el matrimonio, pero no una relación fundada por la moral o
el amor, sino que era el establecimiento de un negocio; el marido y la mujer
eran los socios que debían legitimar el poder, la propiedad y la riqueza de la
familia, heredando estos a hijos de sangre, frutos de una madre que contrajo
matrimonio aun siendo virgen y que fuera fiel a su marido. Este despliegue regulaba
la Sexualidad de modo externo, en el ámbito sociocultural, imponiendo la línea
de la legalidad y la ilegalidad.
Pero este no es el único mecanismo para poder controlar la conducta
de la sociedad, el Despliegue de la Sexualidad, es decir, la distinción entre
normalidad y anormalidad, es guiada por cuestiones internas de los individuos,
una idea que cada uno adopta sobre las prácticas sexuales y que nos permite
delimitar su naturaleza, alcance y que tanto podemos manifestar nuestra Sexualidad.
También, este despliegue no es visto como una obligación, sino que es una
convicción del ser humano. La importancia de este mecanismo es que nos permite
dar cuenta de que todos tenemos una Sexualidad, y por esta razón, nos hacemos
la idea de una regulación que no necesita de la intervención de las leyes.
Leyes e ideas desde el inicio no pueden ser mezclados, pues la
primera tiene el fin único de darle una continuidad y fuerza de la economía
familiar, por esta razón, y al reconocer que hay una Diversidad Sexual, se
imponen reglas que permiten el logro de este “éxito”, por lo que si el hombre
(ya no se diga una mujer) es infiel o mantiene una relación homosexual, habrá
una consecuencia, llevando al pago de una multa o a ser desheredado. En cambio,
las ideas, que permiten formar una escala de normalidad, no se basan en
distinguir lo que es permitido o no, se crea un estándar positivo, donde la Heterosexualidad
siempre será lo correcto y bueno (esto también se refleja en las leyes); esto
nos permite comprender por qué la Homosexualidad se considera como algo
antinatural.
“El sodomita era un relapso [pecador]; el homosexual
ahora es una especie” (Michel Foucault,
2005). Esta oración nos permite ver la clara distinción entre el Despliegue de
las Alianzas y el de la Sexualidad; el sodomita (situado en el marco de las
Alianzas), es simplemente un delincuente, es una persona que realiza una
conducta que puede tener una consecuencia. Pero en el Despliegue de la
Sexualidad, el homosexual es un ser con esencia y naturaleza, lo que sí, es que
lo convierte en un delincuente, pero también en un perverso. Por esto, el marco
ideológico es aún más eficaz, pues esto nos permite controlar y guiar nuestros
deseos, por esta razón, si hemos introyectado que la Homosexualidad es algo
malo, nuestra conducta será el reflejo de esta idea, lo que nos llevará a
discriminar, clasificar y tratar de normalizar a los demás.
En Vigilar y Castigar (2002), Foucault menciona: “Escuchemos una
vez más a Servan: (…) Un déspota imbécil puede obligar a unos esclavos con unas
cadenas de hierro; pero un verdadero político ata mucho más fuertemente por la
cadena de sus propias ideas (…); y sobre las flojas fibras del cerebro se
asienta la base inquebrantable de los imperios más sólidos”. De esto podemos
rescatar que no es solo una persona la que implementa una ley o idea en la
sociedad, sino que es algo que se arma poco a poco, como resultado de las
prácticas sociales, llámense médicas, psiquiátricas, religiosas, etc., de hecho
Foucault responde a esta Hipótesis Represiva mencionando que lejos de ser algo
de lo que no se podía hablar, la Sexualidad produjo muchos discursos que comenzaron
a “rodear” a las personas, por esto, las categorías se deben considerar algo
nuevo, podemos decir que la práctica homosexual siempre ha existido, pero esto
no es algo que nos interese, lo importante es que de este modo, dan inicio los
varios mecanismos de control existentes en nuestra actual sociedad occidental.
Estos discursos sobre la Sexualidad y el inicio de la clasificación
de las conductas, llevó a algo muy importante, los placeres que no se hablaban
en ese entonces, comenzaron a ser cuantificados, es decir, el placer se limita
a disfrutarse, no habla, es la parte que compartimos con los animales, pero
nosotros, como humanos, podemos analizar y medir la experiencia, nos permite
contabilizar ese placer a través de, por ejemplo, la confesión religiosa, el
análisis médico y la interrogación psicoterapéutica, dando así la posibilidad
de hablar a algo mudo. “Más que la uniforme preocupación de ocultar el sexo,
más que de una pudibundez general del lenguaje, lo que marca a nuestros tres
últimos siglos es la variedad, la amplia dispersión de los aparatos inventados
para hablar, para hacer hablar del sexo, para obtener que él hable por sí
mismo, para escuchar, registrar, trascribir y redistribuir lo que se dice”
(Michel Foucault, 2005). De esta forma surgen los trastornos, meras
desviaciones de la “conducta normal”, para lo cual podemos crear leyes, y así
controlar a la sociedad, normalizarla; otra forma de controlar la conducta, es
“medicalizarla”, convirtiendo el comportamiento de la gente en patologías, y
así se les puede designar como anormales de modo más sutil.
La Sexualidad siempre ha sido influida por códigos morales y
tabúes, pero desde Foucault y su Despliegue de la Sexualidad, pasamos a hablar
de “cierto” y “falso”, lo que vuelve al placer una ciencia. “Lo importante es
que el sexo no ha sido únicamente una cuestión de sensación y de placer, de ley
o de interdicción, sino también de verdad y falsedad, que la verdad del sexo
haya llegado a ser algo esencial, útil o peligroso, precioso o temible; en
suma, que el sexo haya sido constituido como una apuesta en el juego de la
verdad” (Michel Foucault, 2005). Esto da origen a la Scientia Sexuallis, que
podemos contraponer al “Ars Erótica” de las culturas orientales; nosotros
investigamos el sexo, mientras que ellos ven al acto sexual como fuente de
placer, que no está limitado a la recamara, sino que es expresado en la familia
y la sociedad, como si fuera un bocadillo más en la vida que se debe disfrutar.
Cuando Foucault plantea que debemos ser más susceptibles al placer,
se refiere a una “Estética de la Existencia”, ser esclavo o pasivo era
denigrante, pero un hombre libre no debería pasar por esto, sin embargo, podía
convertirse en esclavo de sus deseos. Esta estética tiene como meta el
volvernos amos de nosotros mismos, controlar nuestros deseos nos permite ser
mejores en la familia y la sociedad; a esto se le llamaba “Askesis”, un
entrenamiento enfocado en alcanzar la “Epimeleia Heautou”, es decir, un cuidado
de sí mismo, lo que nos permitirá desempeñarnos y vivir bien dentro de la
sociedad.
“(…) a través de los ejercicios de abstinencia y de dominio que
constituyen la Askesis necesaria, el lugar que se concede al conocimiento de sí
mismo se hace más importante; la tarea de ponerse a prueba, de examinarse, de
controlarse en una serie de ejercicios bien definidos coloca la cuestión de la
verdad – de la verdad de lo que uno es, de lo que uno hace y de lo que uno es
capaz de hacer – en el centro de la constitución del sujeto moral” (Michel
Foucault, 2005). Con esto podemos darnos cuenta de que Foucault era un crítico
de movimientos sociales de liberación, debido a que el discurso utilizado
refuerza o debilita los mecanismos de control contra los que se manifiestan; el
camino para llegar al cambio social no es la revolución, sino la Estética de la
Existencia. Esto nos hace centrarnos en el nivel micro de la sociedad, pues los
cambios sociales y políticos no se dan por un decreto presidencial, sino por
los desafíos y experimentos de la práctica local e individual de los límites
que se nos imponen, y en el experimento de ir más allá de ellos.
“Una economía política del
cuerpo que gesta desde el biopoder una maquinaria que reconecta una vez más las formas contemporáneas
de control con las formas clásicas” (Jaris Mujica, 2007). Por estas razones, el objetivo de los conservadores
es penetrar la estructura política para construir un canal de regulación de los sujetos mediante leyes; mismas que legitiman las acciones y
los roles de los sujetos. Las leyes se vuelven el símbolo y el núcleo
del poder social, las reglas y límites de acción y de los derechos de los
sujetos.
Esto nos lleva a una “Economía Política del Cuerpo”, que es una de las tecnologías
específicas de la Biopolítica, es un mecanismo que desde la ley exterior regula la vida y
pone un margen de acción para los cuerpos. En situaciones extremas, esta funciona a modo de
constricción radical, se le dice al sujeto qué debe hacer con su cuerpo y se imponen
formas de castigo para quien no cumpla esas normas, en las formas del
liberalismo de las democracias occidentales, se ha tratado de ofrecer
alternativas para la decisión libre. Para esto la técnica
utilizada es la de construir roles de género y
mecanismos de exclusión que fomentan esta economía política, esto implica el
establecimiento de roles demarcados y estancados en el imaginario y en las
prácticas sociales.
Del mismo modo, las
técnicas dispuestas en esta economía política excluyen a lo diferente, lo que no es reproductivo y a
aquello que no se enmarca dentro del discurso del cuidado y del rechazo del placer. Es así como los
homosexuales son excluidos y se les anula políticamente, se omiten sus
derechos a menos que opten por convertirse en heterosexuales; no pueden
casarse, no pueden formar una Familia formalmente, estas cuestiones son las que
en las últimas décadas se han observado por parte de esta comunidad que hasta cierto punto está constituida
por una minoría, y que busca resistirse a los mandatos políticos y exigiendo el
reconocimiento de sus derechos; lo que aún desconocen, es lo que anteriormente
se mencionó, y es que las minorías no deben estar empeñadas en resistir, sino que deben unirse y
formar así nuevas culturas.
Además, esta Economía Política del Cuerpo se inserta en el
sistema de disciplina de la Tradición. Es decir, lleva consigo la maquinaria del
Estado-Iglesia-Ciencia, pero la diferencia sustancial reside en que en el
sistema clásico, el centro regulador de esta política era la Familia, ahora es la
ley del Estado la que demarca las posibilidades de acción de los sujetos. “La
ciencia (los saberes formales) y el Estado (la política formal), que son los
lados del triedro, funcionan ya que la estructura de la Iglesia es el centro.
Este centro es el que subsume ambas formas de acción: la Iglesia es la que
demarca las posibilidades y límites de la ciencia; al mismo tiempo, delimita las
políticas del Estado. Desde luego, esto no quiere decir que la Iglesia sea la
única al mando. Es, más bien, el centro de acción de este sistema de tres
componentes, el nodo que articula y demarca los discursos” (Jaris Mujica, 2007).
Bibliografía
Foucault, Michel
(2005); Historia de la Sexualidad, Vol. 1: La Voluntad de Saber; Ed. Siglo XXI;
España.
Foucault, Michel
(2005); Historia de la Sexualidad, Vol. 2: El Uso de los Placeres; Ed. Siglo
XXI; España.
Foucault, Michel
(2005); Historia de la Sexualidad, Vol. 3: La Inquietud de Sí; Ed. Siglo XXI;
España.
Tejeda, José Luis
(2012); Biopoder en los Cuerpos; Universidad Autónoma Metropolitana, México.
Mujica, Jaris
(2007); Economía Política del Cuerpo, La Reestructuración de los Grupos
Conservadores y el Biopoder; UNFPA – PROMOSEX, Perú.
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