El diagnóstico de Disforia de Género en la Infancia, antes
denominado Trastorno de Identidad Sexual en la Infancia (DSM-IV-TR), es un
cuadro descrito recientemente. Las Unidades de Identidad de Género han debido ajustar
y reelaborar su protocolo de abordaje, dado que es un diagnóstico extenso,
complejo y muy individualizado, mismo que a continuación se presenta.
Disforia de género
en niños. 302.6 (F64.2)
A. Una marcada
incongruencia entre el sexo que uno siente o expresa y el que se le asigna, de
una duración mínima de seis meses, manifestada por un mínimo de seis de las
características siguientes (una de las cuales debe ser el Criterio A1):
1. Un poderoso deseo
de ser del otro sexo o una insistencia de que él o ella es del sexo opuesto (o
de un sexo alternativo distinto del que se le asigna).
2. En los chicos
(sexo asignado), una fuerte preferencia por el travestismo o por simular el
atuendo femenino; en las chicas (sexo asignado) una fuerte preferencia por
vestir solamente ropas típicamente masculinas y una fuerte resistencia a vestir
ropas típicamente femeninas.
3. Preferencias
marcadas y persistentes por el papel del otro sexo o fantasías referentes a
pertenecer al otro sexo.
4. Una marcada
preferencia por los juguetes, juegos o actividades habitualmente utilizados o
practicados por el sexo opuesto.
5. Una marcada
preferencia por compañeros de juego del sexo opuesto.
6. En los chicos
(sexo asignado), un fuerte rechazo a los juguetes, juegos y actividades
típicamente masculinos, así como una marcada evitación de los juegos bruscos;
en las chicas (sexo asignado), un fuerte rechazo a los juguetes, juegos y
actividades típicamente femeninos.
7. Un marcado
disgusto con la propia anatomía sexual.
8. Un fuerte deseo
por poseer los caracteres sexuales tanto primarios como secundarios,
correspondientes al sexo que se siente.
B. El problema va
asociado a un malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social,
escolar u otras áreas importantes del funcionamiento.
Especificar si:
Con un trastorno de
desarrollo sexual (p. ej., un trastorno adrenogenital congénito como 255.2 [E25.0]
hiperplasia adrenal congénita o 259.50 [E34.50] síndrome de insensibilidad
androgénica).
Nota de
codificación: Codificar el trastorno del desarrollo sexual y la disforia de
género.
Algunos menores, en algunos casos desde los años preescolares, se
saben (están convencidos), se sienten (se viven emocionalmente a sí mismos) y
se reasignan como niño, a pesar de tener un cuerpo biológico de niña; o como
niñas, a pesar de tener un cuerpo biológico de niño. Si mantienen esta
convicción y este sentimiento de manera estable, sin que pueda ser explicado
por una posible psicosis, por ejemplo, sino que va unido al sentido común,
manteniendo su cordura en el resto de campos de la vida, suelen ser definidos
como menores que tienen un “problema de identidad en la infancia”.
Lo que estos menores hacen es no aceptar el “orden biológico”,
considerando su cuerpo de una u otra forma un error. Saben que tienen un cuerpo
sexuado, pero no aceptan el lado del dimorfismo que se ha desarrollado en
ellos. Estos menores, en la práctica totalidad de los casos “tampoco aceptan el
orden convencional” en cuanto asignado a su sexo biológico, porque toma a éste
como eje regulador de todo lo demás, justo lo que ellos no aceptan.
Es decir, un menor con una biología de varón lo que prefiere es el
rol o el género que la sociedad asigna a las niñas y a las mujeres. Esto es tan
así, que es muy frecuente que los menores con “problema de identidad” sean muy
convencionales en la forma que quieren vivir el rol de género asignado al otro
sexo, precisamente porque usan el género para definirse y mostrar su auténtica
identidad. Por eso, en realidad, estos menores cuestionan el “orden biológico”,
su cuerpo sexuado, pero no el “orden convencional” en sí mismo, sino únicamente
si les obligan a vincularlo a su sexo biológico.
Nos parece discutible si se debe mantener o no este diagnóstico
(problemas de identidad en la infancia), porque no conocemos cual es la causa;
y porque, en el caso de la infancia, es una manera de etiquetar y, con
frecuencia estigmatizar a los menores. Etiqueta que, en el mejor de los casos,
solo debiera servir para que se entiendan los profesionales unos con otros.
Etiquetado que no acaba de tener sentido claro porque admite muchos grados y
variantes y porque no son pocos los menores que, después de un tiempo, acaban
reasignando su identidad sexual a su sexo biológico.
Es decir, en no pocos casos, se trata de algo inestable, aunque en
otros el “problema de la identidad en la infancia” conecta con el
transexualismo adulto. Las estadísticas sobre el número de casos y su evolución
son muy variables8 . En estos casos, una buena información a los padres y a la
escuela para que no castiguen a los menores que no aceptan su orden biológico,
con apoyo a ese niño o niña “como persona”, a la vez que se siguen estrategias
de espera, nos parece lo más adecuado.
La atención a personas con Disforia de Género (DG) implica asegurar
una correcta respuesta a la demanda que expone el paciente. La atención a
menores bajo esta condición añade características diferenciales que influirán
en la exploración y el abordaje posterior. En los niños y adolescentes se
pueden presuponer dificultades en cuanto a la habilidad para expresar su
estado, en muchas ocasiones en base al discurso subjetivo de los padres o
tutores responsables de su cui dado (Becerra et al., 2010).
Además al ser el paciente un sujeto en desarrollo, se presupone que
todo en lo que está inmerso el menor es cambiante, inestable o inmaduro.
Podríamos decir que es necesario discernir con un criterio objetivo qué es lo
que demanda el menor y si lo que demanda tiene que ver con el género, en este
caso, o más bien con el proceso de reafirmación de su personalidad propio de la
edad en la que se encuentra.
Respecto a la población diana en cuestión (menores que expresan
síntomas relativos a su identidad de género) la labor profesional es doblemente
complicada al tener que, por un lado, ofrecer un diagnóstico seguro que
confirme la situación en la que se encuentra el menor y por otro que dé
seguridad a la familia, de modo que ese diagnóstico sea veraz, auténtico y se
mantenga en el tiempo. Este último punto es crucialmente significativo, puesto
que no se consigue a corto plazo el adaptar ideas, imagen, vínculo y relación
construida con un hijo/a, que a pesar del sorteo genético de la asignación
sexual, tiene una identidad sentida y vivenciada que no le corresponde.
Es fundamental un diagnóstico fiable y válido de la transexualidad
en menores, apoyado en un seguimiento riguroso y continuo del menor, hasta el
cumplimiento de su mayoría de edad, y de su familia si es abordable
(Vanderburgh, 2009). Posteriormente y después de la confirmación del
diagnóstico, son básicas las entrevistas de apoyo al menor y a la familia, en
el proceso de construcción de identidad de género sentida.
Bibliografía
American Psychiatric
Association (2014); DSM – 5, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales; Ed. Panamericana.
Fernández Rodríguez,
María; Guerra Mora, Patricia, Díaz Méndez, Mónica; Grupo GIDSEEN (2014); La
Disforia de Género en la Infancia en las Clasificaciones Diagnósticas; Revista
Iberoamericana de Psicosomática; Madrid, España.
López Sánchez, Félix (2013); Identidad Sexual y Orientación del
Deseo en la Infancia y Adolescencia; Madrid.


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