Sunday, May 31, 2015

Machismo

El Machismo
México es conocido como la patria de los machos, por excelencia, como el país donde esa patología social es parte del modo de ser, del carácter popular, del inconsciente colectivo, de la superestructura.

Para algunos autores, el machismo es "una serie de conductas, actitudes y valores que se caracterizan fundamentalmente por una autoafirmación sistemática y reiterada de la masculinidad; o como una actitud propia de un hombre que abriga serias dudas sobre su virilidad... o como la exaltación de la condición masculina mediante conductas que exaltan la virilidad, la violencia, la ostentación de la potencia sexual, de la capacidad para ingerir alcohol o para responder violentamente a la agresión del otro; en suma, el machismo es la expresión de la magnificación de lo masculino en menoscabo de la constitución, la personalidad y la esencia femenina; la exaltación de la superioridad física, de la fuerza bruta y la legitimación de un estereotipo que recrea y reproduce injustas relaciones de poder".


¿De Dónde Viene El Machismo?
Para algunos autores, el machismo aparece con el mestizaje, transculturación dramática por la forma violenta que los españoles imprimían en su unión con las indias. Sin embargo, en el mundo prehispánico también la mujer era considerada un ser devaluado, inferior, sin derechos.

Con la conquista, la mujer es devaluada en tanto indígena; el hombre, en cambio, es sobrevalorado en la medida en que se le identifica con el conquistador, el dominador, el vencedor. "Esta paridad, masculino-femenino - activo-pasivo, conocida en otras culturas, toma en la nuestra aspectos sobresalientes y dramáticos. La mujer es objeto de conquista y posesión violenta y sádica, su intimidad es profundamente violada y hendida...".

El conquistador del siglo XVI es un hombre brutal, que somete por la fuerza de las armas al pueblo vencido. El conquistador obtiene con facilidad su fortuna: esclaviza a los indios en las minas y las encomiendas, su fortuna es mal habida: saquea las minas y esclaviza a los vencidos. México y América Latina no conocen la tradición protestante del trabajo, el ahorro y la disciplina.

La cultura indígena es destruida, sobre las ruinas de las pirámides se erigen ostentosas catedrales, se nos impone un idioma extraño, una religión ajena; el orden de valores, la cosmogonía indígena es destruida; aparece una nueva sociedad, una nueva cultura donde lo indígena y lo femenino son relegados, son inferiores. Esa ecuación inconsciente, lo índio-femenino, se transforma en aquello que le recuerda al criollo, al mestizo, su superioridad sobre el vencido.

"El machismo aparece desde la temprana edad del niño mestizo... el machismo del mexicano no es en el fondo sino la inseguridad en la propia masculinidad, el barroquismo de la virilidad, el alejamiento de la difusa paternidad introyectada...".

Los grupos de amigos del niño mestizo siempre serán masculinos, las aficiones y juegos serán de machos, se excluirá a la mujer del mundo social y emocional porque la vida social es masculina, el mundo exterior es de los hombres; el doméstico, de las mujeres. Todos los contactos con la mujer están dirigidos a afirmar la superioridad del hombre, la fuerza física, la seguridad; lo femenino será rehuido como señal de debilidad y amaneramiento.

Así surge un tipo masculino peculiar que ya no es solamente el mestizo, sino que está presente en todas las clases sociales: los medios de difusión masiva logran homogeneizar ese estereotipo masculino: el hombre, el macho mexicano gasta la mayor parte de sus ingresos en destacar sus atributos "de macho": el sombrero, la pistola, el caballo, el automóvil, serán su lujo y orgullo, aunque por obtenerlos se prive de otros bienes fundamentales, pues se trata de hacer alarde de manifestaciones externas a las que compulsivamente recurre para afirmar una fortaleza de la que carece interiormente.

En su lenguaje recurrirá a formas procaces, vulgares y las considerará propias dehombre"; más hombre se sentirá en tanto más procaz su lenguaje, más macho en tanto más logre herir a la mujer, porque al fin y al cabo la mujer es una herida, una "rajada". Dice Octavio Paz que el lenguaje popular refleja hasta qué punto el mexicano se defiende del exterior: el ideal de la "hombría" consiste en no "rajarse" nunca. "Los que se 'abren' son cobardes, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, agacharse, pero no 'rajarse', esto es, permitir que el mundo exterior penetre su intimidad. El 'rajado' es de poco fiar, un traidor o un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz de afrontar los peligros como debe. Las mujeres son seres inferiores porque, al entregarse, se abren, su inferioridad es constitucional y radica en su sexo, en su 'rajada' herida que jamás cicatriza...".

"En nuestra concepción del recato femenino interviene la vanidad masculina del señor que hemos heredado de indios y españoles. Como casi todos los pueblos, los mexicanos consideran a la mujer como un instrumento, ya de los deseos del hombre, ya de los fines que le asignan la ley, la sociedad o la moral. Fines, hay que decirlo, sobre los que nunca se le ha pedido su consentimiento y en cuya realización participa sólo pasivamente, en tanto 'depositaria' de ciertos valores. Prostituta, diosa, gran señora, amante, la mujer transmite o conserva, pero no crea, los valores y energías que le confían la naturaleza o la sociedad. En un mundo hecho a imagen y realidad de los hombres, la mujer es sólo un reflejo de la voluntad y querer masculinos"

¿Hasta dónde la mexicana es considerada un ser de segunda, "reflejo de la voluntad y querer masculinos"? Esa inferiorización se vive en lo público, lo exterior, lo cotidiano, lo personal. Rosario Castellanos podría ejemplificar con su vida el peso del machismo en la sociedad mexicana. En una entrevista concedida a Alaíde Foppa, publicada en el periódico Los Universitarios en 1975, Alaíde relataba: "... me habló mucho de su infancia y de su único hermano, muerto niño. Evocaba ella, todavía con amargura, las largas visitas de pésame, las novenas en su casa de Comitán y el sentimiento a veces cruelmente expresado por parientes y familiares de que mucho menos grave hubiese sido el duelo si hubiese sido ella la muerta...". Es decir - sigue diciendo Alaíde - que su vida futura, vida de mujer, estaba considerada como mucho menos valiosa que la vida de un varón... Crecida en la provincia mexicana, en una familia tradicional, supo en carne propia lo duro que era ser mujer y más aún si no era considerada como una mujer 'femenina' ni como una belleza deslumbrante. "Me sentía tan fea - decía Castellanos - de adolescente... en un mundo en que el único valor apreciado en la mujer era la belleza..."

Esta confesión hecha a Alaíde Foppa, y que repetirá a lo largo de diversos textos, nos acerca a una Rosario Castellanos lesionada en su íntima esencia por la lógica brutal del patriarcado: "Qué pena que no fue la niña la que murió, la pena de sus padres hubiera sido mucho menor..." . Esa experiencia debió haberla marcado hondamente, su acercamiento al machismo de la sociedad en que creció, le dio elementos para desarrollar las líneas generales de su obra: la discriminación a los indios y a las mujeres.


Características del Machismo
El macho, el "verdadero hombre" según la cultura hispana, debe tener ciertas características para que se lo considere como tal y no como afeminado u hombre a medias. Las características sobresalientes del macho con su heterosexualidad y su agresividad. En relación con la heterosexualidad el énfasis es tanto en el carácter sexual como en el hetero. El hombre debe resaltar y demostrar su capacidad fálica. Mientras más grandes sean sus órganos sexuales y más activamente se entregue a la relación sexual, más macho será. Su potencialidad sexual debe ser ejercitada de hecho en sus relaciones y conquista de mujeres. Y mientras más mujeres, mejor.

Como lo anota Lewis, el engañar a las jovencitas no es causa de culpabilidad sino de orgullo y título de prestigio. Lo importante no es lograr un afecto permanente (con la excepción de la esposa y la "querida") sino conquistar sexualmente a las mujeres y satisfacer la vanidad masculina. Como dice Bermúdez (1955) se trata de "Don Juan: un hombre sin nombre; es decir, un sexo, no un individuo".

Ningún adolescente es considerado un verdadero hombre hasta tanto no pueda alardear de haber poseído una mujer. Más aún: el hombre casado debe mostrar su machismo, su potencia y el ejercicio real de sus poderes sexuales por medio de su fertilidad, es decir, engendrando un hijo tan pronto como sea posible. Su potencialidad debe ser conocida por otros. Esto conduce a la práctica de alarde e inventar historias acerca de su potencia y conquista de mujeres.

El macho debe engañar y conquistar todas las mujeres que pueda pero al mismo tiempo debe proteger y defender a sus hermanas de los intentos de conquista de otros hombres puesto que las mujeres de su familia deben permanecer vírgenes hasta el matrimonio. Esta paradoja constituye un elemento de autoestima muy importante.

Que los hombres son sexualmente libres es una verdad cultural. El matrimonio no es un obstáculo para este rasgo de machismo, como lo expresa el dicho popular de que "la que se casa es la mujer". Más aún, el hombre casado será más macho si tiene una "querida" además de andar a la caza de otras mujeres. Tan extendida es esta práctica que algún autor (Cerwin, 1947) llegó a llevarse la impresión de que "casi todo mexicano tiene su 'casa chica' " o sea la casa de la querida.

Su relación con la mujer es la de dueño y protector acompañado de una superioridad no-sentimental y alejada. Esto es particularmente verdadero en ciertos individuos de las clases más bajas (de aquellos que pertenecen a la cultura de la pobreza). Un macho muestra su masculinidad diferenciándose de la mujer sentimental y afectiva por su frialdad. Ella ama, pero él conquista. El desapego emocional es parte de la "superioridad" del macho sobre la mujer.

Tanto el hombre como la mujer creen firmemente en la superioridad del hombre en muchos aspectos (Stycos, 1958). Los hombres pueden humillar y golpear a sus mujeres porque "para eso son los maridos". Esto está muy bien ilustrado por el caso de Pedro Martínez (Lewís, 1959). La superioridad y la libertad sexual del hombre le da ciertos derechos que pertenecen a su "naturaleza" de macho. Se cree que los hombres tienen mayores necesidades sexuales y por lo tanto las mujeres deben aceptar el hecho de que ellos tengan muchas aventuras extramaritales. El lugar de las mujeres es la casa pero los muchachos son de la calle.

Un verdadero macho no puede tolerar que su mujer le pegue o ni siquiera que no le obedezca. Un hombre debe aparecer como el jefe de la casa ante sus amigos hombres si no ha de perder su fama de macho (Lewis, 1961). Si su esposa se atreve a mostrar cierta independencia o le amenaza delante de otro hombre, él debe pegarle a fin de no perder el prestigio ante sus amigos. Sin embargo es importante no perder de vista que el macho nunca debe abusar de una dama en sus relaciones sociales ordinarias.

El macho como dueño de SU mujer, no debe permitirle ninguna libertad, pues de lo contrario se rebaja. Los celos son un rasgo común del macho. Esto es enteramente comprensible si consideramos que todo hombre debe desconfiar de los otros hombres, de sus intenciones con respecto a su propia mujer y las parientes; en razón de su mismo machismo. Los celos del macho junto con su agresividad explican el fenómeno de golpear y aun cometer homicidio con la mujer infiel. Esta conducta violenta del hombre no es aprobada pero en cierto modo se le espera y se la "comprende".
El uso de lenguaje obsceno, el cual es directamente enseñado en las clases bajas, es parte del machismo. Con ella se revela el carácter fálico o sexual que se espera en la conducta cotidiana del macho. La agresividad es la otra característica sobresaliente del machismo. Cada hombre trata de mostrarles a los demás que él es "el más macho" el más masculino, el más fuerte, el más poderoso físicamente. Y toda mujer espera que su amante sea el más macho, el más guapo (valiente) quien la pueda proteger y defender de otros hombres.

Esto lo ilustra muy bien Manuel Sánchez (Lewis, 1967). En la práctica esto significa que cualquiera diferencia debe ser resuelta con los puños o las armas y que todo macho verdadero debe estar listo para reaccionar físicamente y atacar cuando quiera que sea ofendido verbal o físicamente (Lewis, 1967). Otro rasgo de machismo es mostrar falta de emociones blandas y sentimientos y aun de cierta ternura y amor hacia los familiares más cercanos, exceptuando la madre. Por otra parte ningún macho debería estar temeroso de nada. (Lewis, 1967).

Otra característica del macho es el ser capaz de ingerir grandes cantidades de bebidas alcohólicas sin emborracharse necesariamente. El ser macho no es solamente muy importante para un hombre hispano y especialmente para un mexicano, sino que es considerado como un rasgo nacional mexicano y algo de lo cual se enorgullecen.


Mujeres y Machismo
Se puede asegurar que el machismo no es sólo un concepto que se aplica a los hombres, hay cada vez más mujeres que presentan las mismas actitudes y conductas autoritarias que los varones machistas. Por lo anterior se puede analizar de otra manera este fenómeno, ya no como un rasgo personal sino como una forma de relación interpersonal; ya no como una subyugación explícita de las mujeres, sino como una serie de creencias y actitudes implícitas, ocultas bajo la superficie de la vida cotidiana.

Machismo y mujer, suena contradictorio. Sin embargo desgraciadamente no lo es. Muchas mujeres ayudan, defienden, y soportan ciertas actitudes que las minimizan, que las colocan en una situación de debilidad y son reproductoras de estas diferencias. Disfrazado de superioridad o de una demostración de afecto, no se permite que los hombres ayuden en las tareas del hogar. Si se les ve planchando su camisa, se les dice “deja ahí, amor, que yo lo hago” o “sírvele la comida a tu hermano que viene cansado”, entre otros muchos ejemplos.

Las diferencias no se quedan ahí, continuamente podemos escuchar comentarios discriminatorios de las mujeres hacia mujeres, a una mujer se le condena si demuestra su gusto por el sexo “fulanita es una puta”, cuando en un hombre “no es tan mal visto” ¿y de quienes son las principales críticas? ¡De mujeres!

Se pueden escuchar comentarios como los siguientes: “qué arrugada trae la camisa el licenciado —o mi hijo—, ¡qué mala mujer tiene!” La pregunta es ¿el licenciado o el hijo son mancos? O “¡hay hijo qué flaquito estás!, ¿qué tu mujer no te da bien de comer?” Pero adivinen de quién proviene ese tipo de comentarios… ¡de una mujer! Se puede asegurar que una gran cantidad de comentarios de las mujeres calificando a otras mujeres está envuelto por un sentimiento de envidia entre ellas, pues la envidia se "esconde" tras una crítica poco inteligente. ¿Cómo condenar el machismo masculino, cuando llevamos una piedra en una mano dispuesta a herir a otra mujer? Machismo y mujer... Parece contradictorio, pero no lo es.

En un ensayo titulado “Femichismo”, el escritor hondureño Julio Escoto realiza una crítica abierta a un feminismo que nos propone, por así decirlo, voltear la tortilla para que el otro lado se queme también. El machismo es un fenómeno cultural, un sistema jerárquico discriminatorio a favor de un género en particular, sustentado en la mentalidad tanto de hombres como de mujeres, el cual recurre muchas veces a la violencia de género y familiar para mantener su hegemonía.

Este sistema está basado en múltiples complejos e ideas poco coherentes. Algunos movimientos feministas en vez de promover un sistema más equitativo mediante la educación libre, parecen contentarse, simplemente, con cambiar el género dominante de esta precaria jerarquía social. Finalmente debemos comprender que el machismo masculino no va a terminar, si no aniquilamos primero al machismo femenino. Hay que reconocer que son las principales responsables de la educación de hijos e hijas.

¿Cómo enseñar el respeto por las mujeres y el derecho a la equidad si en casa y en el trabajo se percibe lo contrario? Si permiten o fomentan las diferencias entre mamá y papá, maestras y maestros, alumnas y alumnos, ¿cómo se lograra una relación con derechos y obligaciones igualitarias? No hay que instalarse en el papel de victimas y permitirlo. Tampoco es una guerra de sexos. La propuesta es el fomento al respeto mutuo, el amor correspondido, el ser la media naranja… ¡no la cáscara!

Debemos aprender que somos tan diferentes como iguales, tan complementarios como independientes, entonces... Los valores de la democracia, como la inclusión, el respeto a la diversidad, el debate abierto y el análisis crítico, dependen de relaciones sociales basadas en la equidad, no en la subordinación. Por consiguiente, lo que está en juego, va mucho más allá de la relación entre los sexos.



Bibliografía
Álvarez Cruz, Elsa M. (s/f); El Machismo Femenino o Femichismo.
Giraldo, Octavio (1972); El Machismo como Fenómeno Psicocultural; Revista Latinoamericana de Psicología; Colombia.
Lugo, Carmen (1985); Machismo y Violencia; Revista Nueva Sociedad; México.

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