Sunday, May 31, 2015

Celos en la Pareja

En nuestros días y en nuestra cultura, los celos son una emoción despreciable. La persona misma en su globalidad queda descalificada si es etiquetada como “celosa”. Y esto porque los celos guardan cierta relación con el dolor, con las agresiones (incluso muertes), con las invasiones interpersonales, con la desconfianza, con la inseguridad, con la traición, con el conflicto en pareja, etc. Todo ello, curiosa y paradójicamente, a pesar de que estamos en un momento histórico de revitalización del modelo amoroso conocido como “amor-pasión”, lo cual viene acompañado del incremento de la deseabilidad de determinados valores morales como: la fidelidad, la posesión, la abstinencia, el ardor emocional y la sacralización de la sexualidad.

En cualquier caso y al margen de la posición social que los celos ocupen en el “ranking” de las emociones, lo cierto es que existen y seguirán existiendo. Se muestren o se oculten a título personal; se gestionen de forma controlada o de forma desabrida en el escenario de la pareja; se promocionen o se inhiban en el abrevadero cultural.

Así pues, digámoslo con claridad, todas las personas sentimos celos a lo largo de nuestra vida. Otra cosa es el grado en que esto ocurra, los síntomas que ello conlleve, la vivencia subjetiva que de ellos tengamos y las consecuencias que del manejo de esta emoción puedan derivarse. Pero aclarados esos puntos, variados y variables en cada sujeto y en cada relación, podríamos afirmar que todos “somos celosos”. O mejor, que “todos sentimos celos”. O incluso más, que “todos sufrimos de celos”. Porque los celos, como ocurre también con otras emociones, producen dolor.

Los celos no son una enfermedad, ni un rasgo de personalidad, ni un valor, ni un defecto, ni una medida del amor (o de la inseguridad o de la desconfianza) en pareja. Son simplemente una emoción. Una de las emociones humanas básicas y universales. Por lo tanto ocurren, o pueden ocurrir, a cualquier persona, en cualquier cultura y en cualquier momento; aunque no pueden ocurrir en cualquier situación, porque los celos requieren de dos condiciones previas sin las cuales no pueden darse. Estas son: un vínculo afectivo con un alguien concreto; y la presencia (real o imaginada) de un tercero que amenaza la continuidad del tal vínculo.

Como cualquier otra emoción, los celos tienen su bioquímica, su soporte histórico, su deseabilidad cultural, su biografía personal, su expresión gestual, su simbolismo, sus significados, su vivencia subjetiva, etc., pero sobre todo, tienen: sus intransferibles modos de ser vividos (sentidos, experimentados); sus peculiares modos de ser pensados; y sus particulares modos de ser gestionados. No podemos ayudar a nadie a sentir o a dejar de sentir celos, pero sí podemos ayudarle a mejor vivirlos, a mejor pensarlos y a mejor gestionarlos.


Celos, amor y posesión
Buena o mala, hay una relación entre amor y celos. El amor siempre antecede a los celos. Ahora bien el término amor es demasiado escaso para el universo ilimitado de sus significados posibles. La relación entre celos y amor es tan evidente y determinante, que podríamos diferenciar múltiples formas de los celos en razón de múltiples formas del amor. Al respecto de esto tres breves apuntes:
El amor erótico es de sí un “amor posesivo”, pues es un amor que trata de poseer (no necesariamente por dominio, sino por anhelo de fusión). Al respecto de esto J. A. Marina nos dice: “El diccionario, se lo recuerdo, definía enamorarse como tener deseo de poseer lo amado. Les recuerdo también que el término posesión había aparecido ya, y que había postergado su explicación. Su relación con el amor me tiene confuso, porque unas veces los humanos hablan del amor como desprendimiento y otras como afán de dominio”. Y más tarde: “El léxico de los celos nos ayudará a ver, por caminos retorcidos, las relaciones entre amor y posesión”.
Ya hemos dicho antes que los celos producen sufrimiento. Ahora bien con respecto a la expresión “sufrir de celos” no queda nada claro quién es el que más los sufre: si el actor o el receptor, el celoso o  el celado, porque lo que se dice sufrir, lo sufren ambos. Y lo que realmente se resiente al entrar en el juego circular de los celos es la relación misma. De ahí el interés del abordaje clínico de esta emoción en pareja.
Los celos suelen ser más duraderos que el propio amor o que la propia pareja. Así que con suma frecuencia los celos son lo único que queda después del amor y tras la ruptura de la pareja.


Características de los celos
El asunto de la dinámica “actor-receptor” es importante, puesto que estamos ante una emoción que siempre requiere de un otro; luego de una interacción entre dos. Más aún, porque añade la presencia amenazante de un tercero, introduciendo una dinámica triangular en el seno de un sistema diádico, que producirá unas específicas características que deben ser tenidas en cuenta cuando se trabaja en clínica.

Al hablar de juego celotípico nos referimos a las pautas de interacción entre dos que tienen un vínculo, con respecto a un tercero “intrusivo”. En este pueden observarse determinados patrones que se expresan en ideas, sentimientos, conductas e interacciones, etc., que como en cualquier otro juego, responden a ciertas pautas regladas.

En la propia definición, conectamos los celos con otra emoción básica: el temor. Este miedo se activa en razón de la presencia de una amenaza concreta: la pérdida de algo muy valioso. A través de ese amor sentido, un otro (el amado) pasa a ser “nuestro” y con él co-construimos un “nosotros” común. Por ello, los celos suelen llevar aparejado un sentimiento de traición que se activa precisamente por la participación de este amado en el juego amenazante con el tercero rival.

Activado el sentimiento de traición, suelen asociarse respuestas de potente hostilidad hacia la traición misma y hacia el traidor. Además, la confianza suele ser una de las primeras bajas en el juego celotípico. Pues el amado, sí se defiende de la hostilidad, del castigo y de la descalificación de la que es objeto. Por lo general el “celado” se defiende: negando, rebajando, disimulando, ocultando, callando, contraatacando, etc. Incluso, con ánimo bondadoso, ofreciendo garantías (que no suelen garantizar).

Frente a esta percibida ausencia de información, el celoso se comporta como una agencia de contraespionaje: interpreta silencios, busca indicios y pruebas ocultas, lanza mensajes cifrados, marca el territorio, etc. Todo ello suele llevar al celoso a un estado de permanente sospecha y alerta crónica que propende a la obsesión, al delirio y al pensamiento paranoide. Además la búsqueda compulsiva de conocimiento oculto produce un marco de interacción obsesivo, una propensión a las invasiones de los límites. Asimismo, la búsqueda de alianzas, suele producir problemas con los límites extradiádicos.


Aspectos Cognitivos de los Celos
Citando de nuevo a J. A. Marina: “las creencias dirigen en parte nuestros estilos afectivos”. Así pues siendo cierto que pensamos como sentimos, y sentimos como pensamos, resulta interesante indagar cuál es el sustento cognitivo de tal emoción. En rigor habría que decir que detrás de esta emoción hay toda una teoría del amor. Una teoría que cuelga de un concepto central: el de la exclusividad.

En toda institución formada a propósito del amor se produce explícita o implícitamente un contrato de exclusividad. Ahora bien, esto produce la paradoja del monopolio en un mercado que siempre ofrece competencias diversas en todos los planos. Así las parejas mutuamente se comprometen, se impiden y se dan múltiples exclusividades. Entre otras: exclusividad erótica, exclusividad de intimidad, exclusividad de tiempo y dedicación. Pero, ¿qué es exactamente la exclusividad?

En otro plano, son ya clásicas las ideas de los celos como medida del amor (“si me ama sentirá celos de mi”), así como la idea de los celos como acicate del deseo (“dale celos para que se interese más por ti”). Todavía hoy es posible hallar manuales y consejos populares en esta línea, sin ser raro tampoco que éstos provengan de amigos íntimos que en el fondo lo único que pretenden es ayudar. Lo curioso de estas estratagemas es que en ocasiones se convierten en profecías que se autocumplen. Y efectivamente a través del filtro de los celos se reaviva el interés, el deseo, se catalizan cambios o se reinstaura el compromiso.

Otra de las ideas adosadas a los celos es la de ficción/realidad, o la que engarza celos con infidelidad. Al punto que hablamos de celos justificados, los basados en una reacción hacia el infiel, así como de celos injustificados, que serían el producto de escenas inventadas, fantaseadas u imaginadas, y denominados comúnmente celos patológicos. Siendo que el concepto de fidelidad es un continuo relativo que se plasma en un riquísimo abanico de posibilidades, y que dependerá de en dónde cada pareja establezca el límite de lo permitido o prohibido, la variabilidad de respuestas será múltiple y relativa.


Características de Personalidad
Hemos dicho al principio que todos sentimos celos y que todos somos celosos. Por lo tanto no tiene mucho sentido hablar de la etiqueta celoso/a en tanto que rasgo de personalidad. Sin embargo también es cierto que personas con determinadas características de personalidad suelen manejar peor esta emoción, y se han encontrado ciertos rasgos comunes en personas aquejadas de celos, características y déficits que sí son susceptibles de ser trabajadas en terapia.

En rigor cuando decimos que alguien es un celoso no estamos tanto definiendo la emoción que siente, ni la intensidad de la misma, sino su déficit de gestión de esta emoción. En general el celoso o celosa es un individuo que se muestra muy inseguro tanto en la expresión de sus afectos, como en la satisfacción de sus necesidades afectivas; poco conscientes de sus carencias y escaso control de sus emociones en general. A menudo se siente frágil y vulnerable en la intimidad, muy dependiente emocionalmente y por ello muy limitado en su actividad autónoma, muy necesitado de la aprobación del otro, y por supuesto de su valoración muy expresa.

Suele necesitar dosis altas de pasión y romanticismo para creerse los sentimientos del otro. Además suele tener una muy baja autoestima y un pobre autoconcepto general. Con frecuencia, una imagen corporal negativa, distorsionada en su percepción, y devaluada que justificaría la duda crónica en la posibilidad de ser amada. En resumidas cuentas suelen ser personas que creen no merecer ser amadas. Y cuando sí los son, dudan, y es porque creen que el otro está loco o les engaña.

Además en su biografía suele haber pobres vínculos parentales, episodios de pérdidas de afecto imprevistas e injustificadas, sensación de abandonos varios, etc. Lo cual suele propiciar que la profecía se autocumpla (“ya sabía yo que nadie podría amarme de verdad”). Por lo general son conscientes de que con sus reacciones de celos están poniendo en peligro la relación, y resultan insoportables para el otro, de manera que ratifican su creencia de que no merecen ser amados.

Por lo general las personas celosas tienen estilos cognitivos muy negativos, poco operativos para sobrevivir en la jungla de las emociones, y estilos de atribución casi siempre internos para el fracaso y externos para el éxito (con lo cual no se apuntan ningún tanto: los éxitos se los dan a otros y se autoculpabilizan de los fracasos). Si nos adentramos en los resbaladizos terrenos de lo psicopatológico vemos que la mayoría de estos individuos rozan el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), entrando en una espiral de rituales y de pensamiento emocióncerradas, de autocentrifugado de ideas negativas sobre la sospecha que va in crescendo. Esta espiral llega a convertirse en algo con vida propia de manera que escapa al control del individuo llevándole a escenarios cercanos a la locura en los cuales es difícil distinguir si lo que ven y oyen es cierto o solo un producto de su imaginación torturada. Es tal la sensación de descontrol, que llegan a creer que están locos, pero no suelen estarlo.

En este epígrafe es relevante mencionar los abusos de sustancias estupefacientes, normalmente drogas recreativas y alcohol. A menudo, individuos que han pasado por una época descontrolada de su vida, en la cual abusaron de drogas (especialmente alucinógenos), han quedado sentimentalmente “tocados”. Sin indagar en las causas de esto, se constata que, especialmente, en situaciones de estrés y de alta intensidad emocional, reproducen sensaciones antiguas, perdiendo el control de sí mismos y conduciéndose sobre la línea que separa lo psicótico de lo neurótico.

Al hilo de todo esto, conviene el diagnóstico diferencial pues en ocasiones, oculto bajo una historia de celos existe un cuadro de psicosis paranoide, que puede incluir delirios, alucinaciones (por ejemplo de visualización de conductas eróticas entre la pareja y un tercero), que pueden ir acompañados de otros trastornos y síntomas, como el temor a ser aniquilado (para dejar de ser un impedimento en la otra relación), así como la obsesiva búsqueda de pruebas. Al respecto de esta búsqueda, en la actualidad pueden incluir sofisticados métodos dignos del mejor cine negro (por ejemplo: contratación de detectives, sistemas de radioescucha, grabaciones con microcámaras, análisis en laboratorio de cabellos, etc.) u otras de naturaleza delirante (por ejemplo: sopesado testicular – o medición seminal- anterior y posterior a la supuesta conducta erótica infiel).


El Juego Celopático
Los celos son una emoción que ocurre con relación a otros (como mínimo: el amado y el rival). Con motivo de ello, se produce lo que llamamos el juego celotípico. Con este término nos referimos a la trama de interacciones que, a propósito de los celos se produce en la pareja. Sean o no conscientes de ello, los dos miembros de la relación juegan a un juego con unas reglas determinadas. Desvelar este juego inconsciente puede ser el objetivo principal del tratamiento. O incluso puede ser el tratamiento mismo.

Uno sólo puede dejar de jugar a un juego inconsciente y lesivo si: 1) sabe que está jugando; 2) sabe a qué está jugando; 3) sabe que no obtendrá beneficios del juego al que está jugando; y 4) se da cuenta de que los perjuicios que obtendrá serán más y peores que los siempre garantizados beneficios del problema. Con mucha frecuencia las reglas de este juego se cumplen por amor y la premisa central es muy moral y benéfica: “no herir al otro” o “evitarle el sufrimiento”.

Sin embargo en pareja en ocasiones ocurre que la evitación del daño causa más sufrimiento que el daño que se trataba de evitar. Y darse cuenta de esto no es fácil. La terapia puede ser, precisamente, un facilitador de este conocimiento. Las reglas generales de este juego celotípico son básicamente dos:
No voy a contarle toda la verdad, para que no sufra le ocultaré ciertos datos, disimularé ante sus dudas y sospechas, le mentiré por piedad.
Me oculta cosas, no me dice toda la verdad, me engaña, disimula que no tiene interés, se muestra raro. Luego es seguro que esconde algo.

Establecidas estas reglas y seguidas fielmente por los jugadores tendrá por consecuencia una tela de araña que se va tejiendo lentamente en el tiempo a base de mentiras, ocultaciones, dudas, preguntas insistentes, enfados, y variadas escenas de celos, que se van reforzando en espiral creciente. Consecuencia de este juego es la necesidad del celoso por controlar lo que no controla (sus propias emociones y conductas a través del control del otro), y que el otro siempre percibirá como deseo de control de su vida, aumentando su desazón y agobio al percibir que “por muy bien que se comporte” nunca es suficiente para el celoso, cuya necesidad de control y de querer saberlo todo irá aumentando en un proceso sin límite.

Todo esto produce un círculo vicioso en el cual la desconfianza, la amenaza, la sospecha, el sentimiento de traición, la hostilidad, la rivalidad, el resentimiento, el odio, el control, el conflicto y la necesidad de huida se irán adueñando de sus vidas. Con mucha frecuencia para cuando solicitan ayuda especializada, muchos elementos centrales de la relación estarán ya resquebrajados, y la curación de las mutuas heridas al tiempo que la reconstrucción de sus claves de relación llevarán un tiempo importante del trabajo terapéutico.

Basándonos en nuestra teoría de pareja y sus claves, vemos que generalmente uno de los aspectos más dañados por el juego celotípico suelen ser los límites intradiádicos, y extradiádicos. Normalmente respecto de los límites intradiádicos suele ser la necesidad de control del celoso la que propiciará invasiones (revisiones, escuchas, seguimientos, interrogatorios, etc). Los límites entre el “tu” y el “yo” se irán diluyendo de suerte que cada uno de los dos se entromete en el terreno del otro. También comienza una curiosidad mórbida por aspectos por los que anteriormente no se mostraba interés alguno (relaciones personales en el trabajo, detalles del tiempo de ocio, relaciones con la familia de origen, y por supuesto en las relaciones interpersonales ajenas a la pareja).

Frente a todo esto la reacción de defensa del perseguido suele ser la de tratar de escapar del control excesivo y que denota desconfianza en las propias acciones. En ocasiones se abandona toda actividad sospechosa, mutilando una parte importante de la propia vida. Con suma frecuencia se entra en el juego de dar explicaciones excesivas con el ánimo de tranquilizar y de demostrar “inocencia” (con lo cual paradójicamente se activa el mecanismo de sospecha de “excusatio non petita, acusatio manifiesta”). Y se permite al celoso que entre en su vida íntima, colaborando así en la propia invasión y contribuyendo a la difuminación de esos límites intradiádicos. Casi nunca se decide seguir adelante con las costumbres anteriores, ignorando el daño que esto puede causar, porque el propio sentimiento de culpa lo impide.

En esta dinámica de destrucción de los límites intradiádicos, los límites extradiádicos también empiezan a diluirse. No es raro que el celoso busque alianzas e implique a terceras personas (amigos y familiares fundamentalmente) en sus pesquisas. En su afán colaborador (y en la búsqueda de la verdad) es muy probable que todo el mundo social cercano a la pareja acabe inmiscuido en el tema. Lo peor de las sospechas es que pueden alimentarse de sí mismas. Y nunca hay ninguna prueba definitiva de que efectivamente “no hay nada”. Al revés, siempre acaban apareciendo pruebas o indicios que pueden apuntar a que efectivamente “sí hay algo”.

Otra de las claves de pareja muy afectadas es la vinculación. Los tres vínculos que contemplamos en nuestra “Teoría de pareja” (compromiso, intimidad y sinergia) suelen verse dañados por el laberinto sentimental y las paradojas interaccionales que el juego celotípico produce. Así el compromiso empieza a cuestionarse, se preguntan los jugadores si harán bien en mantener el compromiso inquebrantable, empiezan también a percibir que el otro da un paso atrás en la relación; que ya no está tan comprometido como lo estaba antes, lo cual una vez más hará dudar al celoso de si no serán ciertas sus sospechas, y por supuesto les sumirá en el miedo a si podrán aguantar así toda la vida, cuestionándolo todo desde el principio: la elección, la apuesta y el futuro de la relación.

Por si fuera poco y por razón de la propia dinámica de desconfianza, control y conflicto, la pareja se distancia emocionalmente produciéndose un proceso de fisión que debilita en gran manera la intimidad que hubiesen alcanzado. La comunicación íntima, tanto verbal, como corporal se debilita. La confesión emocional, la comunión de intimidades y en general la verbalización afectiva decrece notablemente. Por otro lado la presencia simbólica de un tercero en la propia cama obstaculiza la comunión íntima de cuerpos y emociones.

Finalmente el vínculo de ganancia (sinergia) se debilita notablemente, porque cada uno ve al otro como el lastre que le impide desarrollarse, progresar y ser feliz. Pues es, precisamente el otro, el foco fundamental de infelicidad. En cuanto a la comunicación se va produciendo un progresivo deterioro que gira en torno al fenómeno del acoso verbal y la cronificación de conversaciones circulares (monotema) que impide hablar de cosas entretenidas y enriquecedoras. De tal suerte que cualquier interacción verbal es un suplicio para ambos, que suele terminar en discusiones acaloradas, broncas, reiteraciones, ruidos e incomunicación real.

Algo parecido ocurre con los encuentros eróticos que se convierten en estímulo que recuerda (y rebrota) el problema. El distanciamiento erótico, a su vez, no hará sino confirmar las sospechas. En general todo el reparto de tiempo se verá trastocado: el tiempo individual porque uno ya no se siente con libertad para hacer y deshacer sin tener que dar explicaciones y por ello la dinámica de celos modificará las rutinas de ambos; el de pareja porque será difícil encontrar espacios en donde pasarlo bien sin que esté rondando el tema, e insisto en que al final se tratará de evitar estar con el otro a solas, o rodeado de amigos o familia, porque no verle al otro es casi el único método de no confrontarle.

En resumidas cuentas, este es el juego, que no deja de ser una concatenación de profecías que se autocumplen confirmando en cada uno de sus tramos a los jugadores de todas y cada una de sus ideas proféticas. Esta es la dinámica que hay que romper porque llevada a sus últimas consecuencias no significa más que la propia.




Bibliografía
Canto Ortíz, Jesús M.; García Leyva, Patricia; Gómez Jacinto, Luis (2009); Celos y Emociones: Factores de la Relación de Pareja en la Reacción ante la Infidelidad; Athenea Digital, Universidad de Málaga.
Pérez Opi, Ester (2004); Ellos, Ellas y los Celos: Una Nueva Mirada a un Viejo Problema; AEPS, Anuario de Sexología; España.
Scheinkman, Michele; Werneck, Denise (2010); Desactivar los Celos en las Relaciones de Pareja: Un Enfoque de Múltiples Dimensiones; Revista Family Process.

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