Wednesday, June 24, 2015

Sexualidad en la Actualidad III (Sobre la Inclusión de las Minorías)

¿Qué tan abierta esta la sociedad mexicana a los temas que plantean las organizaciones que luchan por el respeto a la diversidad sexual? ¿Qué tan avanzada o atrasada se encuentra al respecto en comparación con otros países?... Las organizaciones que participaron en la investigación tienen opiniones divididas sobre el tema. Siguiendo el símil del crecimiento natural de un niño que muchas de ellas utilizan, unas consideran que México “está en pañales” en cuanto al tema de la diversidad sexual dados los niveles de machismo y homofobia que han percibido. Otras piensan que se halla en la etapa de la adolescencia, queriendo decir con ello que existen ciertos avances en la materia, sobre todo si nos comparamos con otras sociedades. Por último, están las que creen que la sociedad mexicana se encuentra en una etapa de transformación cuyo término esperan que culmine en la madurez.


Sociedad atrasada
La sociedad mexicana, según el diagnóstico de algunas organizaciones, es primordialmente conservadora y está dominada por los principios judeo-cristianos que desinforman y predican amor al mismo tiempo que difunden odio y descalificación hacia las personas que no son heterosexuales. Esta doble moral predomina no sólo en el ámbito religioso sino también en el social y en el político.

Los legisladores, los servidores públicos y los partidos políticos, en particular, son señala­dos como los principales actores que ejercen una doble moral, comportándose de modo dog­mático, moralista y conservador. Asimismo, se concibe a la sociedad mexicana como ignorante en el tema, y por lo mismo practicante y divulgadora de los prejuicios tradicionales contra los homosexuales. Por ello es calificada como particularmente homofóbica, machista y patriarcal:
Todos los mitos que se les han atribuido a los sectores homosexual y lésbico se piensa que son cier­tos. Además se tiene miedo. Nadie cuestiona al compadre que viola a sus hijas o hijos, a veces hasta se le justifica arguyendo que son mujeres y que si alguien tiene que acostarse con ellas mejor que sea su papá. O a veces se dice que si la fémina se viste de tal o cual manera, ella se lo buscó por provocar. Esto es muy propio de una cultura machista, e incluso muchas mujeres piensan así. Justamente por este estigma social se cree que las lesbianas y los homosexuales son promiscuos, violadores y alcohólicos, cuando en realidad, de acuerdo con las cifras y con todas las encuestas existentes, quienes cumplen con estas características es la gente heterosexual.

Ciertas organizaciones consideran que la sociedad mexicana cuenta con una cultura social y política basada en burlas discursivas contra las minorías, expresadas a través del albur, los chistes y las bromas con tintes homofóbicos, racistas y misóginos. Y añaden que en la prácti­ca cotidiana existe marginación y discriminación hacia cualquier tipo de comunidad que no sea la mayoritaria.


Sociedad avanzada
En contraste, algunas organizaciones consideran que la sociedad mexicana es más libre y menos conservadora que, por ejemplo, la sociedad estadounidense o algunas latinoamerica­nas, haciendo hincapié en que el laicismo como principio político ha permitido que en Méxi­co se den determinadas transformaciones sociales.  Asimismo, distinguen que en la república mexicana existen espacios de mayor apertura, como la ciudad de México, Monterrey y algunas regiones del estado de Oaxaca:
Depende mucho del estado. Por ejemplo, en Oaxaca, en la zona del Istmo en Juchitán, los hijos homo­sexuales son muy valorados y aceptados por la familia, son casi una bendición. Seguramente en Puebla, en Colima, o en otros lugares se dé una mayor homofobia. Querétaro es una ciudad altamente homofóbica”.

En la ciudad de México, a su vez, existen zonas donde la aceptación de los grupos de la red LGBT es mayor. Es el caso de la Zona Rosa, donde se promueve con mayor facilidad el poder salir del clóset y hacerse más visible. Las organizaciones también señalan que la edad es un aspecto relevante en este punto, ya que consideran que los jóvenes son más abiertos que los mayores en términos de aceptación de la diversidad sexual. Si bien algunos grupos opinan que la sociedad mexicana está avanzando, en comparación con los países europeos, todavía es importante realizar muchos cambios, los cuales deberían darse a corto y largo plazos:
Una entrevistada comenta: “Francamente no veo por qué ten­dríamos que estar detrás de Sudáfrica o de España. Actualmente en Aruba se encuentran en proceso de admitir el matrimonio entre homosexuales. No entiendo por qué deberíamos estar en la cola de estos países que en los últimos cinco años han legalizado el matrimonio gay o sus variantes”.


Sociedad en transformación
De acuerdo con el diagnóstico de otras organizaciones, la sociedad mexicana ha ido transfor­mándose con el paso de tiempo, reportando avances considerables en cuanto a la aceptación y el respeto por la diferencia sexual:
Nosotros la concebíamos hace unos veintitantos años como sumamente machista y violenta, pero con el paso del tiempo hemos visto que la sociedad se ha ido relajando y ha tenido aperturas. En primer lugar, ello lo indica el hecho de que mucha gente ha perdido el miedo a manifestarse o a mostrarse. Otro indicador es, por ejemplo, cuando acudimos a programas de radio y televisión abiertos a todo tipo de público: siempre se reciben muchas más llamadas a favor que en contra. Y tampoco podemos olvidar que las nuevas generaciones lésbico-gays, transexuales y transgéneros reciben mayor apoyo por parte de sus familias.

Ciertamente reconocen que la sociedad ha ido aceptando paulatinamente la homosexua­lidad, la bisexualidad y la transexualidad, y esperan que continúe en dicho camino:
Somos una sociedad que ha evolucionado en cuanto a la aceptación de la homosexualidad. Existen evidencias indirectas como, por ejemplo, la aceptación del público de las marchas del orgullo. Hace 20 años sólo recibíamos rechiflas y burlas, pero en la última o en las dos últimas el público aplau­dió, sonrió y nos dio muestras de apoyo, además de que hay muchas menos evidencias de rechazo. También observamos, por ejemplo, que en las ciudades de Mérida, Yucatán y Puebla se realizan marchas sin represión oficial ni pública.

Los avances que las organizaciones reconocen tienen que ver con una mayor libertad hacia las mujeres en sus diversas tareas como madres, esposas y trabajadoras, el aumento en el nú­mero de divorcios cuando las parejas no funcionan y la aceptación social del mismo. Respecto de los temas de la anticoncepción, el aborto, las enfermedades de transmisión sexual y el condón, a pesar de que hay una cierta apertura aún existe demasiada reticencia para abordar­los y promoverlos abiertamente. Algunos opinan que de manera lenta se están transformando las cosas viejas y constru­yendo otras nuevas:
“La sociedad se encuentra en un proceso de transformación, pero todavía nos falta un buen camino por recorrer. El hecho de que ya haya algunos lugares de recreación, restaurantes, bares, tiendas, e incluso una plaza gay, implica que ya es posible vivir de manera más libre y más digna y esto habla de que la sociedad ha avanzado”.

Del mismo modo las organizaciones destacan que la lucha gay ha cuestionado los paradig­mas de sexo y género tradicionales, lo cual favorece y beneficia de manera directa e indirecta a los heterosexuales, ya que los roles y las exigencias sociales se han vuelto menos rígidos y opresivos. Por otro lado, algunos entrevistados consideran que es muy difícil efectuar un diagnós­tico global de un ente llamado “sociedad mexicana”, ya que se trata de una ficción en abstrac­to. Resultaría de mayor importancia, afirman, realizar un análisis por sectores:
La sociedad mexicana no existe. El problema es que existen esas microsociedades que forman los conglomerados amplios en los cuales suceden cosas distintas porque no comparten los mismos valores. Son sociedades tan irreales que incluso en la colonia Guerrero, en el D.F., también hay una microsociedad barrial donde se da la tolerancia a la diferencia. El problema es que caminas una cuadra y pasas a otro ámbito microsocial.


Percepción externa del trabajo de las organizaciones de la diversidad
Las organizaciones son conscientes de que su labor en la sociedad mexicana es polémica. Sin embargo, están seguras de que la lucha contra la invisibilidad está ganando terreno y dando buenos frutos. En resumen, consideran que son percibidas por la sociedad de tres formas:

1. Aceptación social: En primera instancia las organizaciones creen que las personas no sensibilizadas con el tema de la diversidad sexual se acercan con curiosidad y cierta desconfianza a ellas, y que en la medida en la cual se percatan de la labor de información que realizan y del apoyo emocional y la solida­ridad que brindan comienzan a tenerles confianza y pueden llegar a valorar ampliamente su trabajo. Una entrevistada afirma que, eventualmente, la gente se da cuenta de que la organiza­ción no mal informa ni manipula a nadie, y eso es algo que las personas agradecen y aprecian:
Somos un grupo pequeño en la sociedad mexicana, pero siempre que algo se publica acerca de nosotros es a favor. Yo pienso que cuando llegamos a las pláticas al menos inspiramos lástima, que la gente pensará: “Pobrecitas esas madres mexicanas a quienes les tocó un hijo gay”. No obstante, durante el transcurso del testimonio va cambiando su opinión y dicen: “¡Qué valientes son por no esconderse! ¡Qué mujeres tan bravas y fuertes!”, y finalmente nos admiran.

Dada la falta de información acerca del tema, existe mucho interés por conocer qué hacen y a qué tareas se dedican. Y una vez que las conocen, las organizaciones se convierten en es­pacios de seguridad y confianza para los miembros de la diversidad sexual, sus familias y amigos. La experiencia que han acumulado a lo largo de los años y el constante trabajo que han realizado en tiempos poco favorables les ha dado cierto margen de confianza que piensa que es percibido y valorado por la sociedad mexicana en general.

Las organizaciones que luchan contra la epidemia del sida consideran que en un principio, al establecerse, causan mucha desconfianza entre los vecinos cercanos debido a la desinforma­ción que existía –y sigue existiendo– sobre el tema, pero que el compromiso de trabajo que han adquirido en la prevención y combate de la enfermedad, así como el trato amable y cáli­do que conceden a cualquier persona que se acerca a ellas las han posicionado como organi­zaciones serias y confiables:
Muchos vecinos nos empezaron a agredir porque pensaban que por el hecho de venir a establecer una fundación de lucha contra el sida la enfermedad se les iba a contagiar, iban a quedarles costum­bres, etcétera, pero empezamos a trabajar directamente y en primer lugar con los vecinos, y luego en el parque. Alguna vez incluso participamos en una feria. Y así, poco a poco, la gente fue cam­biando su percepción sobre nosotros. Hasta nos da gusto cuando los vecinos llegan a tomarse la presión o una muestra, lo cual significa que confían en la institución porque la ven sólida y reali­zando un trabajo serio y comprometido.

La gran mayoría de las organizaciones considera que son aceptadas públicamente; sin embargo, algunas opinan que son objeto de rechazo por parte de la sociedad mexicana.

2. Rechazo social: En ciertas organizaciones se piensa que debido al cuestionamiento de los roles tradicionales de género que en ellas se plantea son percibidas con enojo y rechazo por parte de varios grupos sociales. Generalmente, las organizaciones de lesbianas que transgreden activamente el papel de la mujer – madre sumisa y dependiente son objeto de rechazo:
Somos percibidas con mucho enojo por esta misma transgresión que hemos realizado a lo ya esta­blecido. Dicen: “¡Cómo una lesbiana puede utilizar el sacrosanto altar de una madre!”, “¡cómo se atreven a tener hijos y encauzarlos por el camino del mal!”, “¡seguramente van a ser homosexuales y lesbianas igual que ellas!”, y “¡seguro que los van a llevar en sus parrandas!” Esto último es con­secuencia de que estamos rodeados de mitos y se supone que los homosexuales y las lesbianas nos la pasamos en el reventón eterno.

Las organizaciones religiosas de gays y lesbianas, que se posicionan como una alternativa espiritual para dichas comunidades y que valoran la homosexualidad como una forma de vida aceptable y legítima, en términos religiosos son consideradas sumamente contestatarias fren­te al catolicismo, el protestantismo y el judaísmo tradicionales:
Somos percibidos como una organización bastante polémica. Creo que generalmente cuando las personas nos escuchan comprenden nuestras posturas, nuestras participaciones en los diferentes foros, vienen a nuestra escena religiosa o acaban amándonos profundamente, agradecidas por una visión diferente o una opción de liberación, de renovación de su propia vida. También puede ser que terminen odiándonos con todas sus fuerzas porque todos los planteamientos que se presentan cuestionan sus costumbres y tradiciones. En materia religiosa nuestro pueblo está acostumbrado a que se normativice y se le diga en lo que debe creer y a lo que debe temer. No está acostumbrado a que se le plantee un razonamiento a partir del cual tenga que decidir.

Los grupos conservadores descalifican continuamente el trabajo de este tipo de asociacio­nes, apelando a pensamientos dominantes compartidos por la sociedad y basados en una cierta tradición y en determinadas costumbres. Cuando las personas no están familiarizadas con el tema pueden juzgar el trabajo de las organizaciones como ocioso y poco importante, y no es hasta que las conocen y se acercan a observar su labor cuando pueden otorgarles el beneficio de la duda:
Es como un juego de niños, como que creen que estamos jugando a algo. Porque, ¿a quién le inte­resa la homosexualidad o la homofobia? Finalmente no son temas relevantes. Esa es la primera impresión que se lleva de nosotros la gente no tan sensibilizada en el tema de la diversidad sexual o de la homofobia. Con la más familiarizada damos la impresión de una organización seria, de un trabajo innovador que se está consolidando. Tenemos propuestas bastante novedosas, lo que hace que nos vean como una asociación fresca y diferente, porque finalmente nosotros apostamos por el trabajo con la comunidad, pero también por la investigación, y eso nos hace diferentes a otras or­ganizaciones.

Determinadas organizaciones de transexuales y travestis señalan que al ser conocidas provocan curiosidad y morbo en las personas, aun cuando son aceptadas y reconocidas en mayor proporción por las generaciones más jóvenes.

3. Desconocimiento: Algunas organizaciones consideran que aún no son conocidas y que precisamente se hallan en el proceso de difundir quiénes son y qué hacen. Al respecto opinan que debería llevarse a cabo una mayor difusión de sus actividades por parte de los medios de comunicación escritos a fin de que las personas contaran con información veraz sobre el tema y no se sintieran tan aisladas en una sociedad que en general rechaza la homosexualidad.


Factores sociales que propician la igualdad y la inclusión
Si bien, por un lado, las organizaciones destacan que la discriminación es una cuestión pre­sente y permanente en la sociedad mexicana, por el otro, consideran que existen algunos factores sociales que han contribuido a mitigarla.  Por ejemplo, señalan que existe ya una historia de diputados federales y asambleístas que se han declarado públicamente homosexuales y que han realizado un trabajo legislativo a fa­vor de las comunidades de la diversidad sexual. Destacan el cambio simbólico que en México se ha dado al contarse ya con representantes populares abiertamente homosexuales en las instan­cias públicas.

Asimismo, afirman que la causa de los grupos que promueven el respeto de la diversidad sexual ha sido apoyada por intelectuales, artistas, académicos y personas reconocidas en las diversas esferas de interés, lo cual otorga un mayor grado de legitimidad a su lucha.  Algunos comunicadores y periodistas han mostrado altos niveles de sensibilidad con las comunidades de la diversidad sexual y actualmente tratan dichos temas con respeto e infor­mación objetiva.

En su calidad de contrapesos importantes hacia la visión judeocristiana dominante que rechaza radicalmente la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad, las organizacio­nes elogian el surgimiento de grupos con tinte religioso que, utilizando argumentos y actua­ciones, han podido rebatir el rechazo de dichas iglesias y posicionarse como alternativas espi­rituales para las personas de la diversidad sexual. Un entrevistado comenta al respecto:
Existen más voces en el seno de la Iglesia católica aparte de las de la jerarquía del Vaticano, como es el caso de la organización Católicas por el Derecho a Decidir, que depende de Catholics for a Free Choice. También tenemos iglesias en la comunidad gay, como la Iglesia de la Comunidad Metropolitana, Shalom Amigos (los judíos gays) o Génesis y Otras Ovejas. Así pues, son muchas vertientes de congregaciones cristianas que además presentan una imagen diferente en cuanto a la experiencia espiritual o a la percepción de Dios, una dimensión que para muchos es imposible de disociar, pues resulta de suma importancia mantener un enlace con una persona del mismo sexo, no en términos jurídicos sino religiosos, lo cual es muy respetable.


Factores institucionales que propician la igualdad y la inclusión
Por otro lado, las organizaciones también reconocen los esfuerzos que el gobierno ha empren­dido con el objetivo de realizar acciones contra la discriminación. Destacan la existencia de instituciones como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), el Consejo Na­cional para la Prevención y Control del VIH-sida (Conasida), el Consejo Nacional para Preve­nir la Discriminación (CONAPRED) y el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). Afirman que dichas instancias han permitido mitigar la discriminación a través de la presentación de denuncias y quejas, así como de la atención particular a los grupos de lesbianas y gays. Asi­mismo, y a pesar de las resistencias y la rigidez gubernamental, en algunas secretarías de Estado se han instrumentado proyectos para disminuir la violencia y la discriminación.

A nivel individual existen funcionarios públicos y maestros que luchan contra la discri­minación y que dan un trato humanitario a las personas no heterosexuales, lo cual si bien es loable no es suficiente, pues no puede solamente estar sujetos a la permanencia de esas perso­nas en su puesto.  En términos del discurso público existe una mayor apertura respecto de ciertos temas. El presidente de la república ha hablado específicamente del respeto y la no discriminación por orientación sexual, y a nivel gubernamental se han promovido campañas de valores contra la violencia homofóbica.


Discriminación y Ámbitos de la inequidad y la exclusión
De acuerdo con las percepciones de las organizaciones participantes en la investigación exis­ten diversos ámbitos en los cuales los homosexuales, las lesbianas, los bisexuales, los tran­sexuales y los travestis son discriminados. A continuación se muestra la discriminación que se da en cada uno.

1. Ámbito familiar: La cadena de la discriminación comienza en este punto y para muchos resulta lo más doloro­so. El rechazo, la negación y la devaluación hacia las personas homosexuales, bisexuales y transgéneros por parte de sus propios familiares deja secuelas graves en términos de autoesti­ma y autoimagen. La discriminación puede comenzar desde la infancia dada la rigidez de la familia nuclear, donde se castigan las actitudes afeminadas por parte de los niños o se reprime a las niñas que no juegan con los juguetes propios de su género, llegándose incluso hasta el maltrato físico y la violencia sexual.

Asimismo, a quienes muestran actitudes no convencionales con el género se les lleva al médico para que los atienda de la “enfermedad” que padecen. Los reclamos por avergonzar y deshonrar a la familia y por no continuar con el linaje familiar resultan dañinos para las personas no heterosexuales en términos de su vida laboral, social y amorosa. Una entrevistada lesbiana nos dijo al respecto: “A muchas compañeras, cuando la familia se entera de que son lesbianas les dicen: ‘Habría preferido que fueras prostituta. Todo menos lesbiana, mejor muerta que lesbiana, así ya no enfrentaría a una sociedad que me va a estigmatizar por ser tu madre’. A la lesbiana se la asocia con la depravación”.

2. Ámbito escolar: En la escuela comienzan las estigmatizaciones hacia el “marica” o la “marimacha” en etapas del desarrollo en las cuales probablemente la orientación sexual aún no se ha definido. Las organizaciones reportan que los maestros molestan y reprimen a los alumnos que se orientan hacia el lesbianismo o la homosexualidad y los exhiben denigrándolos frente al grupo:
“En las escuelas sucede algo terrible, porque ni siquiera es que el niño sea gay; basta con que no le guste jugar al futbol o que sea más delicado que los demás. Simplemente por eso lo tachan y le empiezan a decir: ‘Eres un mariconcito, eres un maricón, eres un joto’.”

Del mismo modo, tanto los niños que tienen VIH como los hijos de padres homosexuales o madres lesbianas son discriminados y excluidos, y en muchas ocasiones expulsados, trun­cando así el derecho de cualquier infante a la educación. En los niveles de educación superior se presentan también conductas discriminatorias por parte de catedráticos, personal administrativo y elementos de seguridad contra las personas que muestran una orientación sexual no heterosexual:
“A cualquier nivel se dan las conductas discriminatorias. Puede ser desde la primaria hasta la universidad. Varias chicas nos han narrado experiencias de cuando llegaron a externar su orientación sexual. La reacción de sus compañeros y compañeras fue dejarles de hablar, la exclusión total”.

3. Ámbito laboral: La discriminación comienza desde la exigencia ilegal para realizarse pruebas de VIH-sida a las personas que desean ingresar a un puesto de trabajo y que muestran conductas transgresoras de su género, hasta la existencia de actos de discriminación bastante más sutiles y que tienen que ver con el chantaje, los malos tratos, la carga de trabajo extra, la estigmatización y el re-chazo físico. En diversas ocasiones la presión resulta tan grande que son obligados a renunciar o simplemente son retirados de sus puestos de trabajo por razones ajenas a las reales, esencialmente discriminatorias. Un entrevistado relata su experiencia:
Trabajé en una clínica para niños con problemas y cuando comencé a participar públicamente en la marcha del orgullo gay, en las manifestaciones contra la violencia contra la mujer, etcétera, mi imagen empezó a salir en los diarios y demás. La dirección de la clínica no me dijo nada, pero mi horario de trabajo disminuyó inexplicablemente. Como yo era el más antiguo de la empresa y había capacitado a todo el personal de rehabilitación y terapia, los compañeros de contabilidad se vieron cuestionados y fueron citados por la dirección de la institución a una junta en la cual les explicaron que me estaban tratando de orillar para que yo renunciara y no manchara la imagen de la institución por mi orientación sexual y mi compromiso social ante dicha orientación.

Para las personas transexuales la discriminación en el área laboral comienza desde el mo­mento en que no cuentan con los papeles necesarios para ingresar a un puesto laboral, mismos que sean acordes con su identidad después de que han vivido un proceso de hormonación y cambio de género. Por tanto, no pueden obtener un empleo con las prestaciones debidas y en varias ocasiones esta situación los empuja hacia la prostitución.

4. Ámbito de la salud: En esta área las denuncias comienzan con los pediatras que atienden inadecuadamente a los niños que muestran una orientación sexual no heterosexual, pues los envían con psiquiatras o psicólo­gos o simplemente se niegan a darles la atención médica pertinente. Asimismo, los especialistas, como los ginecólogos y los psiquiatras, que no están capacitados ni sensibilizados con la cuestión de la diversidad sexual, tratan a las lesbianas como si fueran heterosexuales, haciéndoles pregun­tas impertinentes e intentando averiguar fisiológicamente las causas de su homosexualidad. Respecto de los homosexuales, algunos médicos pueden rechazar la atención por miedo a que sean portadores del virus del VIH-sida, con lo que muestran su total desconocimiento sobre las maneras en que la enfermedad puede transmitirse.

5. Ámbito legal: La falta de reconocimiento legal de las parejas homosexuales les impide solicitar un crédito con los ingresos de ambos, ser beneficiarios del seguro médico y contar con los derechos so­ciales y patrimoniales típicos de las parejas heterosexuales. Asimismo, la homosexualidad o la bisexualidad pueden hacer que un padre pierda la custodia de sus hijos o sea causal de divorcio.  Por otro lado, la falta de reconocimiento legal de las personas transexuales impide a las instancias de impartición de justicia ubicarlas en espacios de reclusión penal que sean propios de su nuevo género:
Como la transexualidad no está reconocida es vista como una preferencia fetichista de la homo­sexualidad y no se comprenden nuestros problemas. Si una persona transexual que ya haya sufrido un proceso de hormonación es detenida y debe ir a la cárcel, ingresa en una prisión tomándose como único criterio sus genitales. Imagínate una persona que ya tenga apariencia femenina, que se haya modificado la cara y tenga senos, ¿cómo la pueden meter a una cárcel masculina? Además del riesgo que corre ahí, eliminan el proceso hormonal enseguida. ¿Qué sucede entonces? Su cuerpo está funcionando con una dosis de hormonas y se le corta, por lo que se desequilibra. La hormona masculina que está siendo controlada se descontrola, lo que provoca cánceres. Además, le cortan el cabello, etcétera; es volver a la persona a un estado que ya había superado, se trata de una violación absoluta de sus derechos humanos. Por ello, pedimos que una vez que se reconozca la transexualidad, a una persona transexual en prisión se le respete su derecho al acceso al trata­miento hormonal, igual que a una persona con diabetes o cáncer.

6. Ámbito político: Las personas homosexuales se ven obligadas a esconder su orientación sexual para poder em­prender exitosamente una carrera política. Si bien algunos legisladores han expresado públi­camente su orientación sexual, el sistema político no favorece este hecho en ninguna medida, sino que más bien lo reprime. Asimismo, la inequidad en las cuotas de las mujeres dentro de los partidos políticos y la falta de cuotas y espacios para las personas homosexuales, bisexuales y transexuales resul­tan ser prácticas discriminatorias que impiden el ejercicio de los derechos políticos más elementales.

7. Ámbito religioso: Las personas con una orientación sexual diferente a la heterosexual son rechazadas y expulsa­das de los recintos religiosos a los cuales pertenecen. La fuerza discursiva de las iglesias judeo­cristianas discrimina a los homosexuales, llamándolos enfermos y pervertidos, y los excluye de participar en el culto común al que como personas religiosas tienen derecho.

8. Otros ámbitos: Las organizaciones consideran que en los medios de transporte público las personas homo­sexuales y transexuales son acosadas y extorsionadas por personal policiaco, además de que son objeto de burla cuando expresan visiblemente su diferencia o al estar con su pareja. En algunos restaurantes, los homosexuales son invitados a retirarse al momento de expre­sar el mínimo afecto por su pareja. Por otro lado, en algunas librerías las revistas con temáti­ca homosexual no son aceptadas para su distribución y venta.

Cuando las parejas homosexuales o bisexuales adquieren un espacio para compartir su vida son acosadas por los caseros al darse cuenta de su orientación sexual, y son objeto de chantajes a fin de que abandonen dichos espacios. Las organizaciones de la red LGBT no pueden acceder fácilmente al financiamiento públi­co o privado, ya que generalmente las empresas evitan asociarse con el tema de la homosexua­lidad por el estigma existente. Las revistas y publicaciones gays sufren escasez de publicidad externa, y en cuestiones de prevención y atención del VIH las empresas privadas no otorgan apoyos económicos.

Las organizaciones reportan que la sociedad mexicana discrimina por la condición social, económica y racial, además de por la orientación sexual. Dentro del grupo de la diversidad sexual, las lesbianas y los transexuales son quienes se consideran más discriminados en los ámbitos mencionados por el tipo de transgresión que su identidad plantea a la sociedad heterosexual:
Los transgéneros son personas que no tienen concordancia entre su identidad de género y su cuerpo. Por tanto, su ser no coincide con su corporalidad. Buscan afanosamente la concordancia mientras son agredidas y discriminadas en sus hogares desde etapas muy tempranas, y lo mismo les sucede en el medio externo. Cuando comienzan un proceso de terapia, un proceso de reasignación de su identidad con la corporalidad, no solamente las agrede su entorno sino también las instituciones.


Factores sociales que impiden la igualdad y la inclusión
De acuerdo con las organizaciones varios son los factores que propician la discriminación en la sociedad mexicana en los ámbitos antes mencionados. En primer lugar, tenemos el predominio de las religiones católicas, judías y evangélicas, así como su lenguaje estigmatizante y rígidas, que establece la legitimidad única de la familia nuclear y excluye cualquier intercambio amoroso alternativo. Asimismo, consideran que la doble moral que manejan dichas iglesias y lo dogmático de sus principios influye enormemente en el comportamiento discriminatorio de la generalidad de la sociedad mexicana. Al respecto una entrevistada de una organización católica comentó:
Nuestra iglesia mantiene una postura rígida y dogmática con respecto al tema. Se aferra a la teoría de lo natural como la única aceptable para otorgar el beneficio y el beneplácito de la cristiandad o del catolicismo, pero sabemos que no hay nada más alejado de la ciencia que lo natural. ¿Qué es natural?, ¿tener hijos?, ¿ser madre?, ¿ser víctima de violencia?, ¿ser víctima como mujer y objeto de incesto desde pequeña, así como de abuso y acoso?

Por otra parte, la desinformación, la ignorancia, la falta de una cultura del respeto y la ausen­cia de una educación sexual abierta son factores todos que propician que los prejuicios, los chistes estigmatizantes, la homofobia y las prácticas de agresión contra los homosexuales, bisexuales y transexuales dominen socialmente el discurso y las prácticas de la convivencia cotidiana:
En materia de sexualidad estoy convencido de que la ignorancia y la falta de educación al respecto, que prevalece en nuestro país, es uno de los motivos más importantes de la discriminación. A esto es menester añadir la religión judeocristiana prevalente en nuestra sociedad, que no hace más que privilegiar la sexualidad en función de la reproducción, de tal manera que cualquier comporta­miento o expresión sexual que no sirva específicamente para la reproducción es considerado malo, inadecuado y pecaminoso.

Los principales medios electrónicos de comunicación y la prensa regular y amarillista re­producen los estigmas contra los homosexuales, afianzan los estereotipos de sexo y de género y promueven una cultura discriminatoria tan pública e internalizada que resulta sumamente difícil cambiar:
En México la representación de los homosexuales es absolutamente aterradora. Lo que vemos en Televisa y TV Azteca es una imagen primitiva, abyecta, totalmente prejuiciosa e irreal acerca de los homosexuales. Los hombres homosexuales, sobre todo en Televisa, son representados como histé­ricos, infantiles y pusilánimes; si no son travestis son afeminados. Se trata de una imagen no sola­mente homofóbica sino profundamente misógina, lo cual resulta más grave porque se presentan hombres afeminados que tienen lo peor de los estereotipos femeninos: son hombres histéricos, tontos y superficiales.

La falta de educación y la pobreza son factores que también contribuyen al retraso cultu­ral y al predominio de una cultura política misógina y homofóbica. Generalmente, a medida que hay mayor educación disminuye la discriminación, por lo que la educación desde la in­fancia debe propiciar la equidad y el respeto. Una entrevistada opina lo siguiente:
La discriminación y la homofobia surgen de algo, concretamente de cuando nos enseñan que los homosexuales son malos y violadores, que hay que señalarlos, que no poseen derechos, que no pueden tener hijos. Posteriormente, resulta difícil deshacerse de tantos prejuicios. Es más sencillo que los niños aprendan que existen diferencias, así como se les enseña que hay culturas distintas. Por ejemplo, los rompecabezas podrían usarse para mostrar las diferencias: dos mamás o dos papás con un niño, una mamá que no tiene esposo, una mujer sin hijos ni esposo, etcétera. Así los niños, desde temprana edad, conceptualizarían que se dan diferencias y que todas son valiosas.

La educación que promueve la inequidad de género y la rigidez de los roles sexuales po­tencia la homofobia y la misoginia, ya que hace que cualquier transgresión a las conductas propias de cada sexo sea calificada como una orientación sexual fuera de la heterosexual y, por lo tanto, reprobable:
La misoginia y la homofobia de las y los mexicanos es una cuestión cultural, pues se encuentra muy arraigada en la educación. A la mujer se la menosprecia y devalúa, se le concibe de un modo total­mente negativo y realmente la construcción de las masculinidades obedece a una contraposición de lo femenino. No se ha explorado qué significa ser hombre desde el ser humano; el ser hombre sig­nifica todavía no ser mujer, de ahí que la misoginia y la homofobia sean dos ingredientes básicos de la discriminación, la cual se promueve, se recrea y se reproduce. Todavía se tiene la idea de que la mujer está al servicio del hombre y de que éste es el proveedor y, por tanto, debe ser el fuerte.

Por otro lado, las políticas conservadoras en términos económicos y de salud pública pro­pician una ausencia de discusión sobre los temas de la diversidad sexual y una falta de apoyo estructural a las labores de prevención y atención del VIH-sida. Ello produce, asimismo, un desinterés y una falta de capacitación de los servidores públicos y de las instancias guberna­mentales para tratar adecuadamente a las personas no heterosexuales.


Factores institucionales que impiden la igualdad y la inclusión
Las organizaciones consideran que institucionalmente es necesario efectuar cambios con el fin de que exista equidad en el trato, tanto de las personas heterosexuales como de las homo­sexuales, y señalan que existen diversas áreas institucionales y factores de la misma índole que promueven activamente la discriminación contra las comunidades de la diversidad sexual.

1. Instituciones sanitarias: En primera instancia afirman que las instituciones de salud pública, como el ISSSTE y el IMSS, no cuentan con el personal médico ni de enfermería para atender adecuadamente a las perso­nas homosexuales y transexuales. Denuncian que dicho personal es homofóbico y, por ello, la atención se torna sumamente deficiente. La desinformación con respecto al sida también contribuye para tratar inadecuadamente a los homosexuales. La falta de reconocimiento legal impide que en este ámbito pueda expresarse abiertamente que una pareja homosexual estará a cargo del paciente y tomará las decisiones pertinentes y, por tanto, tampoco puede hacer uso de los beneficios de la seguridad social.

2. Instituciones educativas: Los programas de educación sexual hacen caso omiso del tema de la diversidad sexual, el cual no es tratado en ninguno de los niveles educativos. De hecho, cuando se imparten clases de educación sexual se presenta a la sexualidad como puramente reproductiva. Del mismo modo, la asignación inmóvil de los roles sexuales es reforzada de forma importante en las institu­ciones educativas, tal y como lo afirma una entrevistada: “Gran parte de la responsabilidad recae en el sistema educativo. Estamos educando mal tanto en la familia como en la escuela. Educamos a los niños y las niñas como si fueran especies diferentes y ello nos da roles de gé­nero extremadamente rígidos, lo que promueve la homofobia”.

3. Instituciones de atención pública: Las organizaciones denuncian que la burocracia y el personal que atiende en las ventanillas de las instituciones de gobierno tienen sumamente internalizada la cultura machista y homofó­bica; de ahí que traten mal a las personas no heterosexuales. En general, ignoran y descono­cen los contenidos de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación y hacen caso omiso del principio de laicidad del Estado en todas las actividades que su personal realiza. Una entrevistada señaló:
En México la dominación de la estructura cultural sigue estando en las instituciones, tanto en las públicas como en las privadas; en cualquier determinación de la ciencia, de la ocupación o del trabajo todo está clasificado por una cultura, preconcebido, prejuiciado, preconstruido. Es menester desarmar la estructura porque somos autorreferenciales. Aprendimos un sistema pa­triarcal, misógino, hostilizador con la diferencia; por lo tanto, domina la lesbofobia, la homofobia y la indigenofobia. Todo lo diferente trastoca. En esencia queremos ser puros en el discurso y en la práctica.

La ineficiencia de las instituciones públicas en la atención a los problemas también contri­buye al trato discriminatorio. Por otro lado, se señala que en los últimos años ha podido ob­servarse una brecha entre los avances sociales en la materia y el retroceso de las instituciones de gobierno al respecto. Un entrevistado lo plantea en términos de desfases:
Parece que las instituciones no avanzan al mismo ritmo que la sociedad. Por eso, se produce un desfase muy grave, pues finalmente es como si a nadie le importara escuchar, observar y regis­trar lo que está acaeciendo en la sociedad a fin de que las instituciones vayan reconformándose, evolucionando y adaptándose a la realidad. Pongamos como ejemplo la educación: mientras que los niños están acostumbrados a ver y hablar de personas gays, lesbianas o transexuales, en la escuela se ignoran dichos puntos. Las instituciones no están evolucionando al ritmo y al tiempo de la sociedad.

4. Instituciones del Poder Judicial: El personal que labora en los ministerios públicos no está sensibilizado con el tema de la diversidad sexual ni capacitada para atender la problemática particular.  Los llamados “crímenes de odio por homofobia” son generalmente manejados inadecua­damente, concluyendo previamente a la investigación que la causa del asesinato es “pasional”, y desechando por tanto el proceso. Al mismo tiempo, las policías y las diversas instancias de impartición de justicia discriminan y extorsionan a las personas de la red LGBT cuando acu­den a solicitar su ayuda.

5. Instituciones políticas: No es posible lograr una participación y una representación política equitativa en la medida en que el estigma contra las personas homosexuales, bisexuales y transexuales persista, y mientras los canales de participación para estos grupos se encuentren cerrados, tal como lo manifiesta un entrevistado: “Los partidos políticos nunca nos incluyen, jamás voltean a vernos. Yo creo que esa es la parte de discriminación por parte del gobierno y de los partidos políticos: la exclusión de la comunidad LGBT”.

Las organizaciones consideran que con el fin de posibilitar que las personas de la red LGBT puedan participar políticamente es necesario desplazar el factor sexual de su labor y centrarse en los temas concernientes a la eficiencia de su trabajo. Una entrevistada lesbiana comenta su experiencia política en una legislatura:
“La discriminación resultó contundente. Al ser una política de carrera conocía a muchos de los actores que se movían en el ámbito. Sin embargo, era muy complejo poder debatir y que se aceptara que una lesbiana estuviera a cargo de una de las comisiones más importantes en la legislatura”.


Costos sociales de la discriminación
¿Cuáles son las consecuencias de la discriminación en la vida de las personas? Desgraciada­mente la discriminación contra homosexuales, bisexuales, transexuales y travestis adquiere tintes de agresiones físicas, burlas, violaciones, etcétera, que llegan a derivar frecuentemen­te en asesinatos y crímenes sumamente sádicos y llenos de coraje. Un entrevistado habla sobre el asunto:
De los 900 casos de asesinatos de gays y lesbianas en México, 100 son de adolescentes y 90 de ellos fueron asesinados por sus propias madres, por sus propios padres o por sus hermanos. Aquí juega un papel importante el miedo al rechazo, a la no aceptación. Se daña la autoestima, la persona se siente ingrata, mal hijo, pervertido, desviado, peligroso para las personas que ama. También resul­taría interesante ver los índices de suicidio entre las personas que han llegado a esta situación por su propia orientación y el miedo a no ser aceptados.

En ocasiones las agresiones son tan insoportables que las personas deben exiliarse de sus comunidades de origen y migrar hacia lugares donde sean menos acosadas y perseguidas. El daño psicológico que acarrean las agresiones mencionadas es causante de un estigma social muy fuerte, que a su vez provoca depresión, miedo, alcoholismo, drogadicción, ostra­cismo, elevado estrés e incluso el suicidio.

Asimismo, la prácticas de riesgo resultan también consecuencia del malestar psicológico generalizado que sufren quienes son objeto de discriminación. Una entrevistada considera lo siguiente con respecto al sida:
La discriminación es una de las causas de que la epidemia no se haya acabado. Porque a una perso­na estresada, angustiada y con baja autoestima que se le presenta tener una relación sexual va a experimentar el sentimiento de ser querido, de ser amado, de estar cobijado, de que pertenece a alguien, y en ese momento se olvida del condón. Para acabar con el sida habría que estudiar todas esas causas psicológicas.

Algunos de los problemas sociales que afectan a terceras personas y que son ocasionados por el miedo a asumir la homosexualidad propia debido al estigma social que ésta conlleva pueden ser los siguientes:
“A veces algunos homosexuales y lesbianas intentan cubrir este es­tigma casándose, y entonces suelen aparecer problemas de pareja muy severos”.

Por otro lado, la discriminación ocasiona desempleo y miseria económica, obligando a las personas homosexuales a dedicarse a actividades específicas como son la estética, la cosmeto­logía y las manualidades. Particularmente, orilla a los transexuales a la prostitución y en muchos casos al suicidio. En términos de la comunidad política, los costos de la discriminación son altísimos, ya que dichas prácticas vulneran las libertades de todos los ciudadanos. Una entrevistada señala al respecto:
“Cualquier represión homosexual debe verse como represión a la libertad de to­dos. El costo de no defender a una persona repudiada o estigmatizada por su orientación sexual equivale a perder libertades. No atacar esa discriminación nos acerca a la pérdida de nuestras libertades: de expresión, de prensa, etcétera”.

La democracia, que ha sido lentamente construida en el país, se ve esencialmente vulne­rada cuando se discrimina a los sectores minoritarios, lo cual provoca un cuestionamiento a los organismos públicos imposible de ser ignorado:
Si queremos democracia tenemos que empezar por nosotros mismos y entender que dicho sistema conlleva vivir aceptando la diversidad. No seremos un país democrático si no arreglamos esos problemas y los seguimos silenciando. Recientemente salió una encuesta sobre discriminación y resultó que la gente se asustaba. Así somos los mexicanos, así hemos sido educados y no tenemos por qué espantarnos, sino más bien preocuparnos por cambiar esas cuestiones.

La discriminación también provoca una ausencia de reconocimiento legal de las personas homosexuales que les garantice los mismos derechos que a las demás. Asimismo, impide que exista una política sanitaria adecuada y abierta para la prevención del VIH. Además, las comunidades religiosas se fragmentan y pierden a miembros valiosos. En la misma línea, la discriminación ocasiona que se evite apoyar los proyectos de personas homo­sexuales, bisexuales y transexuales, desperdiciando así el enorme potencial productivo y crea­tivo que podrían desarrollar.


Maneras de enfrentar las prácticas discriminatorias
¿Cómo hacen frente los individuos y las organizaciones a los tratos excluyentes e inequitativos por parte de los organismos públicos y de la sociedad? Generalmente a través de la denuncia pública. Por un lado, en las instancias gubernamentales, como son las instituciones judiciales, los institutos de atención a las mujeres y las comisiones nacionales y estatales de derechos humanos y, por el otro, por medio de manifiestos públicos, firmando y participando contra el rechazo en cuestión.

Cuando se presentan agresiones personales y directas en lugares públicos las acciones van desde quejarse en el lugar mismo y posteriormente boicotearlo, dejando de asistir y haciéndo­le la fama de discriminador que es, hasta repeler la agresión y tratar de evitar conflictos que generen mayor violencia. La estrategia en algunos casos es repeler la agresión con argumentos concisos. Además, la acción política y las alianzas comunitarias con fines políticos han sido mane­ras de enfrentar la discriminación para conseguir soluciones legales de respeto a la diferencia. La migración es también un modo de enfrentarla, tal como relata una entrevistada respecto de los homosexuales:
“En general, los homosexuales enfrentan la homofobia desplazándose hacia lugares donde no sea tan común. De ahí que la gran mayoría se dirija hacia las grandes ciudades. Tienden a ir a donde serán mejor aceptados o donde por lo menos podrán pasar inadvertidos entre la masa. Esa es la mejor manera de lidiar con la homofobia”.

En términos más individuales las opciones han sido constituir nuevas familias, llamadas también “familias por opción”, y crear redes de solidaridad a fin de contar con los servicios necesarios para vivir de manera adecuada. Las organizaciones, a su vez, enfrentan la discriminación trabajando aún más, siendo más informativas, atendiendo con mayor calidad, apoyando las campañas públicas y asistiendo a los foros y programas de radio y televisión a los cuales son invitadas.


Consecuencias sociales y políticas de enfrentar la discriminación
Cuando se enfrenta la discriminación de las diversas maneras ya expuestas las organizaciones tienen que pagar ciertos costos. En términos políticos son calificadas de “radicales”, lo cual les ocasiona un menor acceso a los fondos públicos o privados y a las consultorías públicas. En algunas ocasiones han debido enfrentar amenazas a su integridad física, intervención de teléfonos y sustos. En términos sociales, hacer frente a la discriminación puede provocar aislamiento social, pérdida de amigos, burla y descrédito, como lo muestra el testimonio de un entrevistado:
“Se trata sistemáticamente de desacreditar lo que nosotros decimos. A veces dicho descrédito es muy ingenuo; después de algún debate, cuando ya no tienen argumentos, me preguntan si soy homosexual o heterosexual, porque en el fondo la intención es desacreditar”.

Por otra parte, enfrentarse a los tratos discriminatorios acarrea quedarse sin empleo, ser obligado a revelar la orientación sexual y, en ciertas ocasiones, ser extorsionado. Algunas organizaciones consideran que hacer frente a la discriminación mediante la denun­cia o el enfrentamiento cara a cara tiene un gran valor por el que merece la pena correr los riesgos. Además, piensan que los costos por plantear el respeto a la diversidad sexual no son nunca mayores a la satisfacción de defender los derechos humanos de una o de varias personas.


La homofobia como el miedo irracional a la diferencia sexual
En México no sólo las personas son homofóbicas sino que también lo son las instituciones públicas y privadas, como las iglesias y las empresas nacionales y transnacionales. La homo­fobia se define básicamente como el miedo a lo diferente y desconocido en términos sexuales y se expresa a través del rechazo y la violencia. En general, se deriva de los prejuicios contra las personas homosexuales, de la falta de información, del machismo y de la rigidez de los roles sexuales. Un entrevistado considera lo siguiente:
La homofobia deriva de la concepción machista de los roles sexuales y sociales que tiene el hom­bre desde su nacimiento y que se resume en ser la punta de este iceberg social. El hombre es la máxima figura en una estructura social determinada, y si no posee ciertos rasgos masculinos como la fuerza o el temple no es considerado hombre. Estos términos o roles son meramente culturales. Por supuesto, una mujer puede ser fuerte y tener un temple aún mayor que un hom­bre heterosexual, o un hombre heterosexual puede participar de la condición femenina de la sensibilidad sin ser mujer.

La homofobia también está relacionada con el argumento de que los homosexuales y las lesbia­nas no van a contribuir con descendencia, lo que en términos biológicos los convierte en inútiles. Ello se deriva de la falsa visión de que los roles sexuales deben copiar a la biología tal cual es, pero el sexo, como expresión humana, también es una construcción cultural y no sólo sirve para tener hijos. En este mismo sentido otra entrevistada opina:
La homofobia es un odio irracional hacia lo desconocido o lo catalogado o encasillado como for­mas no adecuadas de comportamiento. Así pues, conlleva muy altas cargas peyorativas, de castigo y estigma, y sobre todo el desconocimiento sobre; si las personas de la diversidad sexual pueden ser o no nocivas, pueden ser o no peligrosas. Durante mucho tiempo se habló de desórdenes mentales, corrupción, perversiones, desenfreno, etcétera, por lo que la homofobia está relacionada con el miedo a lo aprendido.

Algunos entrevistados consideran que la homofobia es una enfermedad y como tal tiene manera de revertirse y curarse, aunque se requiere de tratamiento. No sólo se da entre los heterosexuales sino también entre los homosexuales, en la medida en que forma parte de la cultura aprendida y es internalizada por todos de una u otra forma. El relato del siguiente entrevistado considera que la homofobia debe tratarse de una manera diferente a fin de que su extinción resulte efectiva:
Es menester desexorializar la homofobia, que apenas está insertándose en el discurso. A mi juicio, uno de los errores en los cuales hemos incurrido es en pensar que la homofobia está totalmente li­gada a la homosexualidad, pero eso no es cierto. Hay homofobia entre los heterosexuales, y no está precisamente ligada a los homosexuales. Los homosexuales somos un grupo que se ve afectado por la homofobia; sin embargo, si seguimos insistiendo en esa supuesta relación entre la homofobia y la homosexualidad la gente no homosexual se desentenderá del tema.

Algunos entrevistados relacionaron la homofobia con otras manifestaciones de rechazo social, como el antisemitismo:
La homofobia es pariente del antisemitismo, pues la mecánica es la misma: hacer monstruos de nosotros y dibujarnos terribles, como una amenaza, que es lo peor que puede pasar. Se trata de mantenernos lejos o de que no existamos, e incluso, si es necesario, de destruirnos. Así, mucha gente ha gastado energía, tiempo y recursos para esconder cuántos somos y, desgraciadamente, es uno de los mayores males de nuestra sociedad. Hasta hace poco era parte de la forma de ser del mexicano. Para ser macho era menester “matar putos”, algo que actualmente se da menos pero que todavía existe.


Los prejuicios sexuales
Para algunos entrevistados hablar de homofobia implica medicalizar el debate y enfermar a las personas que no aceptan la diversidad sexual, de la misma manera en que éstas tachan de “en­fermos” a homosexuales, bisexuales y transexuales. Por ello, afirman que el rechazo a la homo­sexualidad, la bisexualidad y la transexualidad es una cuestión de prejuicio sexual, y sobre estos prejuicios se debe trabajar para matizarlos o eliminarlos. Un participante en estudio comenta:
La homofobia no existe, no es una fobia, se trata de un concepto muy equivocado. Lo que existen son los prejuicios sexuales y, por tanto, hay una visión desde la perspectiva social de cómo armar campañas de psicología social contra los prejuicios. Plantearlos como fobia, etiquetar a todos aquellos que nos caigan mal puede servir políticamente, pero conceptualmente es una estrategia destinada al fracaso si reparamos en algo que señalan los conservadores y que me parece muy cierto: ‘Los homosexuales dicen que nosotros somos homofóbicos, que estamos enfermos, pero no es cierto, nuestra posición es ideológica, no una enfermedad’. Eso está claro, pero cuando afirmas que el prejuicio sexual es ideológico tienes que armar una campaña de tipo ideológico y no una campaña nada más para estereotipar a los contrarios. Se trata de un prejuicio ideológico y como tal hay que trabajarlo.

Asimismo, algunos consideran que los prejuicios sexuales no son trastornos psicobiológi­cos o patológicos como las fobias, sino que tienen que ver con la transgresión de los roles de género. A continuación la voz de un entrevistado al respecto:
“Existe un teórico que piensa que la homofobia no es más que heterosexismo y prejuicio sexual. Éste tiene que ver no sola­mente con los gays, sino con las transgresiones de género. De hecho, los gays tenemos problemas no tanto por ser gays sino por las transgresores de género. Por otra parte, heterosexismo es el prejuicio ideológico que consiste en pensar que todos debemos ser heterosexuales”.

Cuando se habla de homofobia las diferentes comunidades de la red LGBT consideran que es menester hilar más fino y clasificar las denuncias en “lesbofobia”, “bifobia” y “transfobia”. Siguiendo con la misma línea de que la homofobia supone traspasar los roles de género establecidos, un entrevistado considera lo siguiente:
“La cuestión de la homofobia tiene que ver con una escala de valores sobre todo típica de los hombres. Un par de mujeres pueden saludarse de beso, abrazarse, tener un trato afectivo y no sucede nada, pero cuando ocurre con los hombres, inmediatamente se mueve un esquema tradicional de masculinidad y se cuestiona todo. Es necesario comenzar a poner todo eso en tela de juicio”.


Sectores afectados por la homofobia y los prejuicios sexuales
Las organizaciones participantes en la investigación consideran globalmente que la homofo­bia y los prejuicios sexuales afectan a toda la sociedad mexicana, aunque a los diferentes grupos en distintos niveles. En primer lugar, padecen la homofobia quienes la sufren directamente: lesbianas, homo­sexuales, bisexuales, transexuales y travestidos:
“Creo que los más afectados indudablemente son las personas que pertenecen a la diversidad, que son homosexuales, porque se ven coarta­das muchas veces en sus desarrollos laboral, familiar e interpersonal”.

Por otro lado, la familia y los amigos cercanos también son objeto continuo de discrimi­nación, en la medida en que el estigma está puesto en el origen de la homosexualidad, ya que se sospecha del trato de los padres y la homosexualidad de los hermanos. Asimismo, las per­sonas cercanas se ven obligadas a moderar sus actitudes, por ejemplo, en términos de cariños y abrazos, para no provocar interpretaciones erróneas sobre su identidad u orientación sexual. La homofobia también afecta el desarrollo afectivo de las familias, como se expresa en la si­guiente respuesta:
Hay muchos padres heterosexuales que quisieran ser más tiernos con sus hijos o interactuar de otro modo con ellos, pero no pueden, no se dan el permiso porque finalmente está la cuestión del machismo, de la concepción de las masculinidades hegemónicas; que no les permite acercarse emocionalmente de esa manera a sus hijos (o nada más lo pueden hacer con sus hijas) porque si lo hacen siempre está ahí el temor latente de que los van a convertir en homosexuales, como si la homosexualidad fuera una cuestión de ternura. La homofobia afecta a todos, de diferente ma­nera, pero a todos.

Por otra parte, tomar acciones violentas y discriminatorias basadas en los prejuicios sexuales y en la homofobia también produce consecuencias en los agresores y en quienes las generan:
“Nos afecta a todos y quizá más al homofóbico que al agredido. A éste le puede causar estrés o angustia, pero tal vez no le dé importancia en caso de ser un gay convencido. Sin embargo, al homofóbico (como a cualquiera) no le beneficia sentir odio por otra perso­na, pues eso carcome, resta libertad, puede incluso causar sentimientos de culpa en caso de agresiones”.

Las organizaciones que trabajan en la prevención y atención de las personas con sida se ven afectadas particularmente por los prejuicios contra los homosexuales: Hace dos años que llegamos a esta colonia. Los vecinos se enteraron de que se trataba de una clíni­ca para personas infectadas con sida y mandaron cartas a la Presidencia. Nos quisieron cerrar el espacio, no querían permitir que abriéramos, de modo que tuvimos que sensibilizarlos y explicarles que iba a llegar gente de todas las orientaciones sexuales:
Jóvenes, hombres, mujeres y amas de casa con VIH que necesitaban nuestros servicios. Decían que iba a salir una aguja volando y que pasaban niños de secundaria que posiblemente resultarían infectados. Todo tiene que ver con la falta de información, pero también se debe, en parte, a la homofobia, porque se sabe que los más infectados con VIH son los homosexuales.

Otro problema es que nos resulta difícil obtener donativos o apoyos para nuestra labor. Cuan­do hablamos del VIH-sida, del condón o de la diversidad sexual hay gente que niega los apoyos. En realidad consideran que la homofobia y los prejuicios sexuales afectan a todos aquellos que viven en un ambiente social discriminante, impidiendo conocer a nuevas personas, no permitiendo acercarse a los diferentes y reduciendo drásticamente la productividad de los seres humanos:
La homofobia también supone un enorme costo para los heterosexuales. No me quiero imaginar cuántos músicos, bailarines, poetas y pintores ha perdido este país. Muchos hombres me han con­tado cómo sufrieron en su infancia por no ser rudos y duros sino más bien reservados, tímidos y sensibles. Y he oído esto de hombres que ni siquiera eran homosexuales cuando crecieron, sino de hombres heterosexuales que por ser un poco diferentes del molde machista fueron estigmatizados y sufrieron una pesadilla durante toda su infancia y adolescencia. En la machista sociedad mexica­na, si eres un niño sensible, si quieres ser bailarín o pintor te van a tildar de homosexual. También sucede con las niñas, por supuesto, con las que quieren jugar a juegos de niños, vestirse como niños o desarrollar profesiones masculinas.



Bibliografía:
Flores, Julia (2007). Diversidad Sexual y los Retos de la Igualdad y la Inclusión. México: Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.

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