Un
tema que ha sido motivo de discusión permanente desde la creación de los estándares de evaluación de cualquier
ámbito relacionado a la salud es la “normalidad”. Tradicionalmente la respuesta estadística
ha sido la famosa “Campana de Gauss”, que establece una media de comportamiento en
la población, y dentro de esta, existiría un enorme 80% dentro del cual cualquier
conducta que se ejecute sería considerada “normal”. Inclusive este es el modelo
que se adopta para la realización del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales que es avalado a nivel mundial.
Sin
embargo, con respecto a la sexualidad, la realidad es un tanto más difícil para realizar este desarrollo. Si revisamos la
historia de las clasificaciones, encontraríamos que la mayor parte de los comportamientos
eran denominados como pecaminosos, perversos, enfermos o degenerados. Visión que provenía de creencias populares y la moralidad, más que de una visión objetiva
respecto al sentir y vivir de la persona individual.
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Normalidad.
En
la actualidad, la visión sobre este término dista mucho de la tradicional norma social, pues la clave se encuentra en la
valoración y entendimiento de la subjetividad del individuo. Siendo claro y evidente que
cada una de las personas ha sido socializada de manera distinta, y que las condiciones de
vida en términos de educación, afecto, estrato socioeconómico, experiencia de pareja,
familia y sexualidad son diferentes, no es posible que se establezca una evaluación que
englobe el panorama social y el individual de manera efectiva.
El
referente a la sexología, será la historia de la persona, las creencias,
afectos, predisposiciones, prejuicios, aprendizajes y experiencias de vida; la cual calza con
la línea de evaluación psicológica de la evaluación de la modificación de conducta de la
psicología, pues en ésta se toman en cuenta los factores ya citados, dentro de lo que se
conoce como repertorio base de conducta.
Se ha de tomar en cuenta entonces lo que implica la satisfacción para cada quién, y que dicha satisfacción
no necesariamente concuerda con los estándares sociales. Es importante aclarar que, no
porque ésta sea la concepción, se está de acuerdo en que se transgreda la ley; pues el
cometer actos ilícitos o causar daños a terceros no se puede justificar bajo el esquema de que
“lo más importante es mi satisfacción personal”.
De
hecho, existen tres características que se han de tomar en cuenta para poder clasificar un acto o fantasía como
normal:
Es egosintónico. Está de acuerdo con mi propia forma de ser, y que no genera un desequilibrio
emocional, ni cognitivo para mi persona.
Se da el mutuo acuerdo. La práctica debe de realizarse de mutuo
acuerdo, lo que implica que ambas partes conscientemente aceptan la práctica y sus
posibles repercusiones; como por ejemplo si un varón decide con su pareja practicar
troilismo incluyendo a una mujer, su pareja eventualmente se verá en la posibilidad
de solicitar un varón.
No causa daño a terceros. Implica que personas externas o la ley no
sean violentadas.
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Lo
Erótico.
Será necesario verificar todo aquello que la persona ha aprendido a erotizar (lo que le significa sexualmente
efectivo) o no; así como también el grado en que la expresión comportamental influye sobre
la persona, pues esta intensidad puede variar para cada quién.
La
clasificación puede ir desde lo no erótico ser expresión mínima (EM) o expresión acentuada (EA) y en el área
erótica estaría la expresión erótica sexual a nivel fantasioso (EESF), la expresión erótica
sexual mínima (EESM), la expresión erótica sexual preferida (EESP); y la expresión
erótica sexual exclusiva (EESE).
Cabe
destacar que este sistema clasificatorio es objetivo y neutral, pues se
focaliza en la intensidad del erotismo que una persona tenga asignada a
cualquiera de las expresiones comportamentales de la sexualidad, las cuales desde este
panorama no calzan dentro de la idea de enfermedad, depravación, pecado, trastorno, etc.
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Expresiones
comportamentales de la sexualidad.
Dentro
de ellas se entiende cualquier comportamiento que se refleja de parte de la persona, y que puede ser entendido como
una afiliación o gusto particular, el cual puede ubicarse en grados de intensidad de
acuerdo a la erotización que se haya asignado a esta expresión comportamental. Dentro de este listado se encuentran:
Escoptofilia: la cual consiste en el
placer por mirar cuerpos, expresiones amorosas u ambas de otras personas.
Logofilia: la cual consiste en el placer
por leer textos
Linguofilia: que consiste en el placer
por decir o verbalizar.
Gastrofilia: que es el placer por los
alimentos.
Zoofilia: la cual consiste en el placer
hacia los animales.
Iconofilia: expresión que consiste en ver
figuras gráficas como fotos.
Tribofilia: la cual consiste en el placer
de tocar o ser tocado.
Audiofilia: la cual consiste en el placer
por escuchar.
Necrofilia: la cual consiste en la
atracción por lo muerto o la muerte en sí misma.
Urofilia: la cual consiste en el placer
por la orina o mirar orinar
Masturbación: la cual consiste en el
placer de causarse placer.
Gerontofilia: que es la atracción por
personas de mayor edad.
Coprofilia: la cual consiste en el placer
por la heces o por mirar el acto de defecar.
Fetichismo: la cual es la atracción por
objetos específicos.
Juegos sadomasoquistas: en ella la
persona gusta del dolor físico, la humillación, la vejación y la dependencia.
Grafofilia: que consiste en el placer por
escribir.
Es importante aclarar cómo deben de entenderse estas expresiones comportamentales. Tomemos por ejemplo la
Grafofiflia, que es placer de escribir. Por ejemplo en las áreas no eróticas la
persona que escribe recados constantemente sería un grafofílico en expresión mínima; más sin
embargo si es detallista y meticuloso en su escritura sería el caso de una expresión
acentuada. Dentro del área erótica puede existir un placer particular por la escritura
cómo quien fantasea con ser un gran escritor, o bien quien escribe novelas románticas y
eróticas que pueden ir variando en explicitad, hasta llegar al punto de expresión
comportamental exclusiva como fue el caso del célebre Marqués de Sade.
Como
se puede observar, absolutamente todas las personas tendrían entonces alguna
afiliación por cierta expresión comportamental de la sexualidad, la diferencia estriba en si
existe erotización o no, y en la intensidad que se le da dentro de la erotización.
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Patología
La característica
esencial de las patologías sexuales (parafilias) es la presencia de
repetidas e intensas fantasías sexuales de tipo excitatorio, de impulsos o de
comportamientos sexuales presentes por al menos un periodo de 6 meses, que por lo general
engloban:
Objetos no humanos.
El sufrimiento o la
humillación de uno mismo o de la pareja.
Niños u otras
personas que no consienten
Para algunos
individuos, las fantasías o los estímulos de tipo parafílico son obligatorios para obtener
excitación y se incluyen invariablemente en la actividad sexual. En otros casos las
preferencias de tipo parafílico se presentan sólo episódicamente (p. ej.,
durante períodos de estrés), mientras que otras veces el individuo es
capaz de funcionar sexualmente sin fantasías ni estímulos de este tipo.
El comportamiento,
los impulsos sexuales o las fantasías pueden provocan malestar clínico
significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la
actividad del individuo. Pueden intentar la
representación de sus fantasías en contra de la voluntad de la pareja, con
resultados peligrosos para ella (como en el sadismo sexual o en la pedofilia).
Como consecuencia de lo
anterior, el individuo puede ser detenido y encarcelado. Las ofensas sexuales hacia los niños
constituyen una proporción significativa de todos los actos sexuales criminales
documentados, y los individuos que
padecen exhibiciones, pedofilia y voyeurismo comprenden la mayoría de los
procesados por delitos sexuales. En algunas situaciones la representación de
fantasías de tipo parafílico
puede conducir a autolesiones (como el masoquismo sexual).
Las relaciones sociales y sexuales
pueden verse afectadas si la gente encuentra que el comportamiento sexual del individuo es vergonzoso
o repugnante o si la pareja se niega a participar en sus preferencias sexuales. En algunos casos, el
comportamiento raro (p. ej., actos de exhibicionismo, colección de fetiches) constituye la
actividad sexual principal del individuo. Estos individuos rara vez acuden
espontáneamente a los profesionales de la salud mental. Cuando lo hacen
es porque su comportamiento les ha ocasionado problemas con su pareja sexual o con la
sociedad.
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Lo Anormal
Aunque en estos tiempos el sexo ya no es pecado, no es desbordado, ya que
afortunada o lamentablemente, existen marcos que determinan los mínimos y los
máximos del sexo en nuestra sexualidad, y si el individuo se sale de este marco
sería el otro (la
prostituta, el enfermo, el aberrado, el raro) que no está en la “supuesta normalidad”
del nosotros. Esta ideología
moderna fue tan seguida que se globalizó en todos debido a: “dos hipocresías
simétricas: una, dominante, de la burguesía que negaría su propia sexualidad;
otra, inducida, del proletariado que por aceptación de la ideología de enfrente
rechaza la propia”.
En la sociedad moderna, el sexo es igual a secreto,
censura, controversia. Una “ocultación” para con el sexo, creando una incitación propia de estudio. El
secreto del tema nos hace hablar más de él. El secreto es el mecanismo impulsor
de la sexualidad parlanchina. En unas líneas de “La voluntad del
saber” (Focuault) se hace referencia a este punto de la
siguiente manera: “Como si el deseo de hablar de él y el
interés que se espera hubiesen desbordado ampliamente las posibilidades de la
escucha, algunos han puesto sus oídos en alquiler”.
La
deformación de nuestra sexualidad es un hecho desde el siglo XVIII. Desde
entonces se ha creado un bucle reproducción – sexualidad, que enmarca los territorios de la
sexualidad “buena”. La “mala” es todo lo infecundo, todo lo que no tiene
generación como fin, situando fuera de “lo normal” a toda práctica sexual sin
motivos reproductivos. Por ello, se genera en la familia el hogar ideal del sexo en la
modernidad, ella es la que traza las fronteras entre lo debido y lo no-debido,
lo normal y lo descarriado. Se protegía ferozmente la monogamia matrimonial,
todo fuera de esto era considerado un pecado
grave.
Todo lo “irregular”, “raro”, “extraño” en cuanto a
sexualidad, era una abominación, una cuestión medicalizable, esto era castigable con los argumentos del
derecho canónico y las leyes civiles. Desde el siglo XVII, se han incrustado en la mente humana
“perversiones” que determinan y describen lo irregular en nuestra sexualidad.
Ha creado clasificaciones sexuales, determinado territorios de cada una,
creándose con esto sexualidades periféricas a partir de “la medicalización del
sexo y la psiquiatrización de sus formas no genitales”.
Aunque la sexualidad no es controlada como antes por la Iglesia, en nuestras sociedades, estas rarezas sexuales pueden ser vistas como un delito moral y más
con la mencionada secularización sexual, la medicina y sus logros ha creado toda una serie de
patologías orgánicas, funcionales o mentales para “catalogarlas”. Es decir, la ciencia moderna y sus
especializaciones en sexualidad (scientia sexualis), no buscan intensificar el placer, sino
más bien establecer rigurosos análisis de todo el pensamiento y acción que
concierne placer, construyendo así un vasto esquema de anomalías, de
perversiones, de especies de sexualidad que pintaban como “anormales”.
“Es posible que Occidente no haya sido capaz de
inventar placeres nuevos, y sin duda no descubrió vicios inéditos. Pero definió
nuevas reglas para el juego de los poderes y los placeres: allí se dibujó el
rostro fijo de las perversiones (Foucault)”. Esta fuerte necesidad de árbitro moderno,
crea una estructura netamente científica para explicar la sexualidad humana,
alternativamente, significa que la experiencia científica y no la
individualidad del sujeto, puede explicar el sexo.
Las primeras víctimas en beber el veneno de los
dispositivos de contención sexual modernos fueron los niños. Se crean
instrumentos pedagógicos para incrustar paradigmas errados pero “buenos” en los
jóvenes, para así minimizar las perversiones y “rarezas sexuales” en la
sociedad. Esta implantación perversa está fundamentada en la cientificidad del
sexo. La “verdad sexual” la tenía el maestro, extendiéndose infinitamente por
calles y avenidas, por los comentarios del alumno enseñado, el alumno que crece para convertirse en un hombre de
bien, que jamás caerá en
“perversión”. Se observa hasta con los ojos más ciegos, que se le ha puesto
desde la niñez un gran “dique al desarrollo sexual con el asco, la vergüenza y
la moral” (Freud), estas tres palabras han sido los pilares donde se fundamenta la
ocultación de la sexualidad humana.
Como consecuencia directa de la institucionalización de
la perversión y la ocultación en el sexo, la policía y los entes del Estado,
han perseguido a los “anormales”, prostitutas, y locos sexuales desde la
modernidad. Aun así se ha difundido esta “anormalidad”, quedando algunos
afuera, pues cabe destacar que la policía siempre llegó tarde a la fiesta, escapándose muchos de estos
“anormales”.
Bibliografía
Tomado y editado de: Moncrieff, H. (2007).
Sexualidad y Sociedad Moderna: El Saber
de qué aún no somos del todo “Libres”. Revista de Filosofía “a Parte Rei”.
Tomado de: López, Juan José; Aliño, Ibor; Valdés Miyar, Manuel
(2002); Manual Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM – IV TR); Ed. Elsevier Masson; México D.F.
Tomado y editado de: Ruiz, Eduardo y Guerra, Galo
(2006); El Concepto de Normalidad en Sexología.
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