La dimensión sexual es individual; construcción, vivencia y expresión son cuestiones de índole personal, además de que depende de nuestros deseos y capacidades. Que esa vivencia
personal y relacional sea fuente de dificultades, conflictos y
sufrimientos tiene que ver en buena medida con la cultura y la sociedad en la que
nos hemos construido y en la que vivimos, que nos lleva a vivir el cuerpo
como una máquina y a establecer relaciones entre los sexos con
dinámicas paterno – materno filiales, de caridad cristiana, mercantiles y
mecánicas.
Debemos tomar conciencia de que no tenemos un cuerpo, somos un cuerpo y además un cuerpo biológico e individual y que no nos moveremos por instintos sino por deseos a través de nuestras capacidades que suponen a su vez unas dimensiones biológica, psicológica y social integradas en cada persona sexualmente. La sexualidad es un arte no una técnica… y el arte es atemporal.
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Sexualidad… Historia, Represión y Biopoder
No es extraño que la Sexualidad y la represión se escuchen al mismo
tiempo; en la propuesta
histórica de Foucault, se nota que en la cultura occidental, la Sexualidad y su
uso han sido limitados, especialmente por la clase burguesa y el inicio del
capitalismo. Pero esto nos hace pensar… ¿Qué tanto es posible reprimir una
parte tan importante del ser humano?... Lo cierto es que esta limitación generó
en la cultura una presión que debería liberarse en cualquier momento, como
sucedió aproximadamente en los años 60’s, con un cambio de pensamiento y lucha
por la liberación, y en los 70’s, con la manifestación de la comunidad
homosexual exigiendo respeto y derechos igualitarios, sin duda alguna, épocas
de revolución pacífica. “Lo propio de las sociedades modernas no es que hayan
obligado al sexo a permanecer a la sombra, sino que ellos se hayan destinado a
hablar del sexo siempre, haciéndolo valer, poniéndolo de relieve (…)”
(Foucault, 2005).
Es cierto que las prácticas sexuales habían sido, y siguen siendo
limitadas, y en algunos casos, castigadas, pero no es justo darle todo el
crédito a la represión como el único factor que desencadena todos estos sucesos
en torno de la Sexualidad. Para esto se debe entender que la conducta del ser
humano se puede dirigir de dos formas. Una es el uso de las leyes, poner una distinción entre lo licito y
lo ilícito; por otro lado, las ideas que la gente tenga respecto de un tema son
igual de influyentes, llevándonos a establecer una normalidad y una
anormalidad; estas cuestiones legales e ideológicas permitirán desarrollar dos
nuevos términos: el “Despliegue de Alianzas” y el “Despliegue de la
Sexualidad”. “Entre el Estado y el individuo, el sexo ha llegado a ser el pozo
de una apuesta, y un pozo público, invadido por una trama de discursos,
saberes, análisis y conminaciones” (Foucault, 2005).
En el Despliegue de las Alianzas, el punto que marca la pauta de
regulación social es el matrimonio, pero no una relación fundada por la moral o
el amor, sino que era el establecimiento de un negocio; el marido y la mujer
eran los socios que debían legitimar el poder, la propiedad y la riqueza de la
familia, heredando estos “privilegios” a sus hijos de sangre, frutos de una
madre que contrajo matrimonio aun siendo virgen y que fuera fiel a su marido.
Este despliegue regulaba la Sexualidad de modo externo, en el ámbito
sociocultural, imponiendo la línea de la legalidad y la ilegalidad.
Pero este no es el único mecanismo para poder controlar la conducta
de la sociedad, en el Despliegue de la
Sexualidad, las cuestiones internas
de los individuos son la principal guía, una idea que cada uno adopta sobre las prácticas sexuales y que
permite delimitar su naturaleza, alcance y que tanto es permitido el manifestar
nuestra Sexualidad. Este despliegue no es visto como una obligación, sino que es una
convicción del ser humano. Su importancia, es que permite dar cuenta de que todas las personas tienen una Sexualidad, y por esta razón, no se necesita de una regulación
donde intervengan las leyes.
Leyes e ideas desde el inicio no pueden ser mezclados, pues la
primera tiene el fin único de darle una continuidad y fuerza de la economía
familiar, por esta razón, y al reconocer que hay una Diversidad Sexual, se
imponen reglas que permiten el logro de este “éxito”, por lo que si el hombre (ya
no se diga una mujer) es infiel o mantiene una relación homosexual, habrá una
consecuencia, llevando al pago de una multa o a ser desheredado. En cambio, las
ideas, que permiten formar una escala de normalidad, no se basan en distinguir
lo que es permitido o no, se crea un estándar positivo, donde la
Heterosexualidad siempre será lo correcto y bueno (esto también se refleja en
las leyes); lo que permite comprender
por qué la Homosexualidad se considera como algo antinatural.
“El sodomita era un relapso [pecador]; el
homosexual ahora es una especie” (Foucault, 2005). Esta oración permite ver la clara distinción
entre el Despliegue de las Alianzas y el de la Sexualidad; el sodomita (situado
en el marco de las Alianzas), es simplemente un delincuente, es una persona que
realiza una conducta que puede tener una consecuencia. Pero en el Despliegue de
la Sexualidad, el homosexual es un ser con esencia y naturaleza, lo que sí, es
que lo convierte en un delincuente, pero también en un perverso. Por esto, el
marco ideológico es aún más eficaz, pues este permite controlar y guiar
nuestros deseos, pues si se introyecta que
la Homosexualidad es algo malo, se desarrollarán conductas que sean el reflejo de esta idea, lo que
llevará a discriminar, clasificar y tratar de normalizar a los demás.
Foucault (2002) menciona: “Escuchemos una vez más a Servan: (…) Un
déspota imbécil puede obligar a unos esclavos con unas cadenas de hierro; pero
un verdadero político ata mucho más fuertemente por la cadena de sus propias
ideas (…); y sobre las flojas fibras del cerebro se asienta la base
inquebrantable de los imperios más sólidos”. Así, se entiende que no es sólo
una persona la que implementa una ley o idea en la sociedad, sino que es algo
que se arma poco a poco, como resultado de las prácticas sociales, llámense
médicas, psiquiátricas, religiosas, etc., de hecho Foucault responde a esta
Hipótesis Represiva mencionando que lejos de ser algo de lo que no se podía
hablar, la Sexualidad produjo muchos discursos que comenzaron a “rodear” a las
personas, por esto, las categorías se deben considerar algo nuevo, decir que la
práctica homosexual siempre ha existido es correcto, pero lo importante es que
de este modo, dan inicio varios mecanismos de control existentes en nuestra
actual sociedad occidental.
Una pregunta… ¿Las mascotas son seres sexuados? ¿Se puede decir que
tienen una identidad sexual?... Aunque parezca irónico, se sabe que la respuesta es no, entonces… ¿Por qué los seres humanos no pueden vivir una Sexualidad sin clasificación? ¿Se atrevería usted a
tener un acto sexual en vía pública como los animales?... La respuesta
socialmente esperada es no, pero no porque sea un acto ilegal, sino por miedo
al juicio y la mirada del Otro. Como ya se ha dicho, el Despliegue de la Sexualidad
hace un corte tajante entre la normalidad y la anormalidad, una “Sexualidad
normal” está limitada a la recamara matrimonial, mientras que la “anormal” es
propia de los burdeles y manicomios, por lo que esto permite iniciar una
clasificación de la conducta, y por ende, de la gente. Esto permite un
acercamiento a lo que Foucault denomina “Scientia Sexuallis”.
Estos discursos sobre la Sexualidad y el inicio de la clasificación
de las conductas, llevó a algo muy importante; los placeres que no se hablaban en
ese entonces, comenzaron a ser cuantificados, es decir, el placer se limita a
disfrutarse, es la parte compartida con los animales, pero como humanos, se
puede analizar y medir la experiencia, se facilita el contabilizar ese placer a
través de, por ejemplo, la confesión religiosa, el análisis médico y la
interrogación psicoterapéutica, dando así la posibilidad de hablar a algo mudo.
“Más que la uniforme preocupación de ocultar el sexo, más que de una pudibundez
general del lenguaje, lo que marca a nuestros tres últimos siglos es la
variedad, la amplia dispersión de los aparatos inventados para hablar, para
hacer hablar del sexo, para obtener que él hable por sí mismo, para escuchar,
registrar, trascribir y redistribuir lo que se dice” (Foucault, 2005). De esta
forma surgen los trastornos, meras desviaciones de la “conducta normal” que
facilitan la creación de leyes, y así controlar a la sociedad, normalizarla;
otra forma de controlar la conducta, es “medicalizarla”, convirtiendo el
comportamiento de la gente en patologías, y así se les puede designar como
anormales de modo más sutil.
La Sexualidad siempre ha sido influida por códigos morales y
tabúes, pero desde Foucault y su Despliegue de la Sexualidad, se habla de
“cierto” y “falso”, lo que vuelve al placer una ciencia. “Lo importante es que
el sexo no ha sido únicamente una cuestión de sensación y de placer, de ley o
de interdicción, sino también de verdad y falsedad, que la verdad del sexo haya
llegado a ser algo esencial, útil o peligroso, precioso o temible; en suma, que
el sexo haya sido constituido como una apuesta en el juego de la verdad”
(Foucault, 2005). Esto da origen a la Scientia Sexuallis, que se contrapone al
“Ars Erótica” de las culturas orientales; en occidente el sexo se investiga,
mientras que en oriente se ve al acto sexual como fuente de placer, que no está
limitado a la recamara, sino que es expresado en la familia y la sociedad, como
si fuera un bocadillo más en la vida que se debe disfrutar.
En conclusión, en lugar de reprimir el placer, se debe ser susceptibles de él, experimentar; dejar de limitar el placer a un
simple acto que no va más allá de los instintos animales, para jugar con la erótica, ser parte del placer; es por decirlo de una
forma coloquial, que “hay de chile, de mole y de dulce”; es ir más allá de lo
que es correcto socialmente, llevar a cabo un Ars Erótica y dejar de lado la
Scientia Sexuallis.
A primera vista, la investigación de Foucault hace pensar que la
vida y la Sexualidad han sido manipuladas, dando como resultado una aparente
libertad; misma que permite apreciar toda la represión ejercida por un “Poder”
que tiene una sola persona, que reprime y subyuga a los que están debajo de él,
y a considerar un “poder” descentralizado, donde todas las personas tienen, mediante
las prácticas sociales, dan origen a la Sexualidad; en otras palabras, una sola
persona puede reprimir, pero una sociedad, se vuelve creadora, y por ende
consigue su liberación. “(…) en lugar de referir a la forma única del gran
Poder todas las violencias infinitesimales que se ejercen sobre el sexo, todas
las miradas turbias que se le dirigen y todos los sellos con que se oblitera su
conocimiento posible, se trata de inmergir la abundosa producción de discursos
sobre el sexo en el campo de las relaciones de poder múltiples y móviles”
(Foucault, 2005).
Foucault también habló del Biopoder, que tiene como finalidad, no reprimir y castigar las
acciones humanas, sino crear sujetos dóciles de los que se pueda obtener un
beneficio económico y social; de este modo se entiende la represión de la
Sexualidad como un intento por normalizar la reproducción, la natalidad, la
muerte, etc., procesos biológicos de la vida, es una “disciplina del cuerpo”,
misma que nos lleva a la última parte de este apartado.
Después de tanto abordar el cómo se crean las represiones y
clasificaciones, y por lo tanto, la aparición de diversos tipos de sujetos y
prácticas sociales, posturas presentes en “La Voluntad de Saber”; Foucault
reflexiona en “El Uso de los Placeres” y “La Inquietud de Sí”, sobre la forma
en que las personas pueden modificar y crear su existencia. Para esto, hay que
entender que la cultura grecorromana no veía la Sexualidad de forma legal, sino
que era una cuestión Ética, los actos sexuales eran algo natural y bueno, pero
que podían ser abusados; en cambio, a partir del cristianismo, todo lo
relacionado con el “sexo” y sus aspectos negativos para la vida, dando el
“origen” del pecado. Para los griegos y romanos, el problema no estaba en el
acto mismo, sino en la forma de realizarlo, donde lo importante era la
actividad y pasividad dentro de las relaciones.
Cuando Foucault planteó que se debe ser susceptible al placer, se
refiere a una “Estética de la Existencia”, ser esclavo o pasivo era denigrante,
pero un hombre libre no debería pasar por esto, sin embargo, podía convertirse
en esclavo de sus deseos. Esta estética tiene como meta el volvernos amos de
nosotros mismos, controlar los deseos nos permite ser mejores en la familia y
la sociedad; a esto se le llamaba “Askesis”, un entrenamiento enfocado en
alcanzar la “Epimeleia Heautou”, es decir, un cuidado de sí mismo, lo que
permitirá un desempeño y un vivir bien dentro de la sociedad.
“(…) a través de los ejercicios de abstinencia y de dominio que
constituyen la Askesis necesaria, el lugar que se concede al conocimiento de sí
mismo se hace más importante; la tarea de ponerse a prueba, de examinarse, de
controlarse en una serie de ejercicios bien definidos coloca la cuestión de la
verdad – de la verdad de lo que uno es, de lo que uno hace y de lo que uno es
capaz de hacer – en el centro de la constitución del sujeto moral” (Foucault,
2005). Con esto es posible dar cuenta de que Foucault era un crítico de
movimientos sociales de liberación, debido a que el discurso utilizado refuerza
o debilita los mecanismos de control contra los que se manifiestan; el camino
para llegar al cambio social no es la revolución, sino la Estética de la
Existencia. Es centrarse en el nivel micro de la sociedad, pues los cambios
sociales y políticos no se dan por un decreto presidencial, sino por los
desafíos y experimentos de la práctica local e individual de los límites que
son impuestos, y en el experimento de ir más allá de ellos.
Ahora bien, para concluir este tema, se retomará el concepto de
Biopoder, mismo que puede ayudar a comprender el por qué la Sexualidad se ha
venido reprimiendo por parte de las instituciones. Paul Ricoeur (2007) definió
al Tabú como “una prohibición arcaica, impuesta desde el exterior (por una
autoridad), y dirigida contra los apetitos más fuertes del hombre”; es de suma
importancia que se logre entender que dentro de la teoría psicoanalítica,
siempre será la aparición de la ley la que permitirá dar el primer paso hacia
la sociedad, y es que como mencionó Freud (2005) en “Tótem y Tabú”, “en el principio era la
acción”, esta pequeña frase es la que permite entender que en un inicio, el
sujeto realizaba conductas que podían ser toleradas por los demás, pero
conforme la sociedad iba avanzando y teniendo más importancia, se impusieron
leyes que permitieron regular las acciones de los sujetos.
Hablar de Biopoder, lleva a considerar la vida parte del juego político, con Foucault, es posible apreciar que, a pesar de que las
leyes y normas de conducta estaban establecidas desde hace siglos, no es sino
hasta que la economía gira hacia el capitalismo, cuando estas nuevas técnicas
de gobierno aparecen, planteando así formas de “gobernar como es debido a los individuos”, y por ende, como es que
esto repercute en los bienes y la riqueza de las familias. De esta forma, “el hombre occidental aprende poco a poco lo que
significa ser una especie viviente en un mundo viviente, tener un cuerpo,
condiciones de existencia, probabilidades de vida, una salud individual y
colectiva, fuerzas que se pueden modificar…” (Lazzarato, 2000). Este proceso
que se da a partir del cambio económico, es el que permite a la política inmiscuirse en la intimidad de las
personas, así como manejar sus cuerpos y mentalidades, al mismo tiempo que la
sociedad se individualiza y reclama ser “uno mismo”, sin darse cuenta que de
esta forma están permitiendo la repetición de los estándares y
estereotipos de vida, que no son percibidos como imposiciones, ahora son
elecciones autónomas e independientes.
Pero en realidad, se debe empezar a hablar de una Biopolítica, que logra irrumpir con fuerza, a través de un mecanismo doble; por un lado,
se encaminan las políticas que administran la vida, que se interesan por la
misma, la encuadran, organizan, regulan y procesan. La otra cara de la moneda
es más castrante, es decir que se encarga del control, la manipulación y la
intimidación de los pobladores y de la ciudadanía. “En el primer sentido, se
aspira a la individualización, a la realización de la persona y al desarrollo
de los seres humanos. En su parte oscura, se les teme y se les intimida, se les
inhibe y se les reprime” (Tejeda, 2012).
Estos temas tienen una amplia gama para ser abordados y se antoja
el poder desmenuzarlos, pero dado que esta investigación no está centrada al
entendimiento de la política, es necesario retomar el camino y llegar a
una conclusión de los conceptos, pues si bien estos pueden ser confundidos, la diferencia es muy sutil. La Biopolítica, es esa disciplina en la que se analizan los mecanismos por los que la política y el poder administran la vida, mientras
que el Biopoder, se refiere específicamente a la intervención ya lograda del poder sobre la
vida individual y sobre los cuerpos.
Anteriormente se pudo notar que la regulación de la conducta se da a través de dos procesos, el marco legal, del cual las instituciones son las encargadas de “controlar” las
acciones de las personas y vigilar que las leyes sean cumplidas, y las normas,
las cuales son creadas por la sociedad y permiten guiar la conducta bajo un estilo
panóptico, donde todos vigilan y encaminan la conducta de los demás,
permitiendo así una mayor permeabilidad de las leyes en las personas,
volviéndose un elemento más del cual las instituciones echan mano para regular
a la sociedad.
Es en este punto donde la vida debe ser considerada no solo como una cuestión biológica (que implica un discurso médico y
científico), pues ahora se comienzan a mezclar cuestiones de juicios morales religiosos, donde la vida depende de Dios (es la Iglesia quien
dispone de un discurso que le coloca como una disposición divina). Esto nos
lleva a considerar que Ciencia (que provee nuevos conocimientos a la sociedad),
Iglesia (que trata de encaminar la conducta del ser humano hacia un bien estar
entre todos) y Estado (que crea normas de convivencia y legaliza las acciones
de los sujetos con el fin único del bien común) forman “(...) [una estructura]
que sostiene y es sostenida por la vida” (Mujica, 2007).
No obstante, ya existían ciertos parámetros sobre el estilo de vida y la correcta funcionalidad de las
personas, mismos que ciertos grupos “conservadores” han tratado de preservar, lo que forma estereotipos, y hablan de
que la familia (principal sistema que se ve influenciado) debe estar basada en
un modelo heterosexual y monogámico, con una serie de ideas sobre la
reproducción que propone la Iglesia. De esta forma se empieza a comprender que
la Iglesia siempre se ha preocupado por mantener una guía sobre las familias, que se ha ido consolidando gracias a la Tradición,
que se maneja por cuestiones morales, éticas, y demás acciones que son
consideradas “de buen gusto”.
La Tradición no es tan difícil de comprender, esta es la base a través de la cual la Iglesia y la Familia se juntan para poder regular la
vida, siendo el cuerpo una forma de control, pues en esta es donde se debe vigilar para “garantizar” el correcto desempeño de sus miembros,
tanto en el control de la Sexualidad, como en el de la formación social, en sus relaciones con los otros sujetos y las instituciones; por esta razón, se remarca la importancia de la Familia en las culturas occidentales, es el principal grupo de
referencia a través del cual el sujeto aprende a conducirse en la sociedad.
Un segundo punto que se le encarga a la Familia es el de
disciplinar e imponer reglas de “buen comportamiento”. Si de inicio, la vigilancia es el terreno de seguimiento
minucioso de las prácticas de las personas, la disciplina es
la encargada de ordenar y llevar a modo de “pastoreo” a estos sujetos; así, con el paso del
tiempo, se logran constituir hábitos. Pero no se puede dejar de lado el
castigo, por medio del cual se podrá instaurar la Tradición; si los puntos anteriores no han sido suficientes para
enmarcar al sujeto dentro de la manera correcta de ser, es obligado el uso de acciones que sancionen y reencaucen la conducta, y si esto no funciona, otras
instituciones se encargarán de ello, como la escuela, el
ejército o la cárcel.
En épocas anteriores, la Tradición se daba mediante un poder disciplinario (vigilancia y castigo); pero en la
actualidad, el Biopoder y la Biopolítica no pueden dirigirse a los cuerpos de esa manera, puesto que se debe
respetar los derechos de las personas y sus “diferencias” (al menos
discursivamente). Es así que el Biopoder no puede disciplinar directamente, como lo hace la Familia, por lo que se debe buscar maneras peculiares de acercarse a los sujetos y sus localidades. Este proceso ocurre a través de
un proyecto moderno: el de la economía política, la construcción de leyes que regulen
la vida. “Una economía política del cuerpo que gesta desde el biopoder una maquinaria que reconecta una vez más las formas contemporáneas
de control con las formas clásicas” (Mujica, 2007).
Lo anterior permite la concepción de una
“Economía Política del Cuerpo”, una de las tecnologías específicas de la Biopolítica, un mecanismo que regula la vida y pone un margen de acción
para los cuerpos. En situaciones extremas, esta funciona a modo de constricción radical, se le dice al sujeto qué debe hacer con su cuerpo y se imponen
formas de castigo para quien no cumpla esas normas, en las formas del
liberalismo de las democracias occidentales, se ha tratado de ofrecer alternativas para la decisión libre. Para esto, se permite la construcción de roles
específicos y alojados en el imaginario y
en las prácticas sociales.
Del mismo modo, las técnicas dispuestas en esta política excluyen a
lo diferente, lo que no es reproductivo y a aquello que no esta dentro del discurso del cuidado del cuerpo y el rechazo del placer. Es así como los homosexuales son excluidos y se les anula
políticamente, no pueden casarse ni formar una Familia
formalmente; esto es lo que ha generado acciones para exigir
el respeto de sus derechos, pero hasta cierto punto, tienen el único fin de resistir a los
mandatos políticos. “Foucault afirma que las minorías en las
que la relación entre resistencia y creación es una cuestión de supervivencia
política, no deben solo defenderse y resistir, ‘sino crear nuevas formas de
vida, crear una cultura.’ ” (Lazzarato, 2000).
Además, esta Economía Política del Cuerpo se inserta en el sistema de disciplina de la Tradición. Es decir, lleva consigo la maquinaria del
Estado-Iglesia-Ciencia, pero la diferencia sustancial reside en que en el
sistema clásico, el centro regulador de esta política era la Familia, ahora
es la ley del Estado la que demarca las posibilidades de acción de los
sujetos. “La ciencia (los saberes formales) y el Estado (la política
formal), que son los lados del triedro, funcionan ya que la estructura de la
Iglesia es el centro. Este centro es el que subsume ambas formas de acción: la
Iglesia es la que demarca las posibilidades y límites de la ciencia; al mismo tiempo, delimita las políticas del Estado. Desde luego, esto
no quiere decir que la Iglesia sea la única al mando. Es, más bien, el centro
de acción de este sistema de tres componentes, el nodo que articula y demarca
los discursos” (Mujica, 2007).
Ahora bien, ¿Cuál es la importancia de toda
esta explicación que se ha dado al respecto de la historia represiva de la
sexualidad? ¿Qué tiene que ver el Biopoder en todo esto?... Entender como se ha
establecido la represión en algo tan natural en los seres vivos, y más aún en
los humanos, permite que se aprecie como han cambiado las ideologías sociales y
políticas con respecto a esto. Recordemos que en las antiguas Grecia y Roma, la
Sexualidad era parte del juego de la ética, pero conforme los altos mandos
entendieron que una fuerza productiva es mejor cuando se les hace pensar en un
“más allá” donde se puede disfrutar de un “paraíso”, a cambio del sufrimiento
que una vida mundana y carente conlleva, es cuando el Biopoder alcanza su
máximo esplendor, es donde el Estado y la Iglesia se logran unir fuertemente.
Dentro de este nuevo juego de la Política y
el Poder, se ve como de inicio la vida es reprimida por las clases altas, pero
conforme se van dando los cambios económicos y sociales, se van instaurando
nuevas perspectivas de género, la sexualidad emprende un camino de regreso
hacia el placer, ya no se habla solo de reproducción. Pero estos cambios no son
gratis, las consecuencias fueron el desarrollo de diversos discursos que se
lanzan a la sociedad, y dependiendo de las necesidades o preferencias de la
gente, se van acoplando y atraen a sectores específicos de la población; queda
vigente y respetado el derecho de Identidad y elección de las personas, pero de
manera discreta, van permeando en el pensamiento, emociones y conductas de los
sujetos hasta lograr una alienación.
Esto es lo que sucede cuando hablamos de
Diversidad Sexual, aunque no es visible, pero las instituciones fomentan una
heteronormatividad similar al Despliegue de las Alianzas, donde el matrimonio
entre un hombre y una mujer es la única vía posible para conseguir derechos y capacidades
que una persona soltera, o una relación homosexual no pueden lograr, aunado a
esto, la Iglesia nos habla del pecado, un “deber ser” que muchas veces limita
las necesidades más básicas de las personas, además de condicionar una
perspectiva de género que en la actualidad podemos considerar “retrograda”.
Hoy en día, donde la sociedad exige
igualdad y el respeto de sus derechos, lleva a la comunidad homosexual a entrar
en el marco político, obteniendo lo que por ley se les negó, es la muestra de
que el Estado puede “cambiar”, aun cuando la Iglesia mantenga su ideología. Por
otro lado, la Ciencia se va integrando a este juego, primero con la
patologización de las conductas “anormales”, que no están destinadas a la
reproducción, aunque mediante las nuevas investigaciones y el surgimiento de
nuevos conocimientos se elimina esta etiqueta de “perversión”; y aunque parezca
absurdo, las otras dos instancias obtienen beneficios; por ejemplo, el Estado
puede reconocer la diversidad y calmar el enfado de la sociedad, mientras que
la Iglesia, encuentra nuevas razones por las cuales el “sexo” es un problema
para la sociedad y la Familia.
Es así como la represión y el Biopoder dan
un mejor entendimiento del por qué esta heteronormatividad se logró consolidar,
nos hace entender que siempre, el Conocimiento, el Poder y la Religión serán
discursos que para bien o para mal, seguirán influyendo en la sociedad, aun sin
importar que sean aceptados del todo, o que generen la aparición de las
llamadas “culturas de resistencia”.
Bibliografía:
Tomado de: Nonato, G. (2015). El Discurso
de la Sexualidad. México: Universidad Latina.
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