Saturday, January 3, 2015

Modulo II. Etapas de la Psicosexualidad en el Desarrollo Humano

Sin duda alguna la Sexualidad es uno de los aspectos del ser humano que más apasionan, y no me refiero solo a la sociedad actual, sino que en todas las épocas y culturas podemos encontrar referencias de prácticas e incluso normas sociales para la expresión, uso y represión de esta. Según la OMS (2006), la Sexualidad “es un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad la reproducción y la orientación sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, practicas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, étnicos, legales, históricos, religiosos y espirituales”.

Por esta y muchas otras razones, entender cómo es que esta parte tan importante del ser humano, nos acompaña a lo largo de toda la vida, siendo un proceso que nunca se mantiene estático, pues mientras la persona va madurando, la sexualidad cambia y alcanza nuevas posibilidades y significaciones. Ahora bien, en el presente trabajo nos enfocaremos en como la sexualidad puede ser entendida y estudiada a lo largo del desarrollo de la persona, por lo cual, nos dispondremos a dividir el ciclo vital del ser humano en 5 etapas que supones nos permitirá comprender mejor el desarrollo de la Psicosexualidad, las cuales son: Primera Infancia, Niños y Niñas de 6 a 12 años, Adolescencia, Adultez y Vejez. Además de que, como tema final, analizaremos un poco de lo referente a la Sexualidad en la “Discapacidad”.


Primera Infancia
Para iniciar con este tema, debemos entender que, absolutamente todos los seres humanos, aun desde muy pequeños, podemos ser considerados como “seres sexuados”, es decir que contamos con un cuerpo sexuado, ya sea hombre o mujer; esto es lo que nos permite pensar, entender, expresar, comunicar, disfrutar, sentir y hacer sentir. En líneas anteriores, pudimos conceptualizar a la Sexualidad, misma que debemos recordar, está íntimamente relacionada con el placer, la comunicación y las relaciones afectivas, por esta razón, se considera que el desarrollo sano y placentero de esta, favorece el desarrollo integral de una persona, aunque claro, el cómo se viva la Sexualidad siempre tendrá como referencia a la cultura, el contexto y la singularidad de cada persona.

Lo antes mencionado, nos da la posibilidad de hablar de la diferencia sexual, que se refiere al sentido y el significado que cada persona le da al hecho de haber nacido siendo hombre o mujer. Muchas veces se considera que esta diferencia, “es un conjunto de características establecidas acerca de cómo son o deben ser los hombres y las mujeres y el papel que deben jugar en la sociedad” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2003). Esto podemos decir que no es del todo cierto, pues no se da un sentido y significado a nuestro cuerpo una sola vez en la vida, ni en un momento, sino que este se va construyendo a partir del nacimiento, a medida que un niño o una niña crecen y viven su vida, se dan cuenta de que hay un sinfín de formas de ser niña y de ser niño que el sexo es algo que no podemos cambiar, que uno no vale más que el otro, y que por la misma razón, no hay explicación lógica para que exista la discriminación.

Por otro lado, en la infancia, los órganos sexuales están poco desarrollados, hay una cantidad de hormonas sexuales en sangre pequeña y las sensaciones de placer no han adquirido aún significados específicos, por esta misma razón, no podemos acusar a un menor de “malo” o “sucio” cuando está explorando su cuerpo, para él/ella, aun no existe una referencia específica sobre la actividad sexual como tal. Sí, la Sexualidad infantil existe, aunque en diversos contextos y momentos históricos se haya tratado de ocultar esta situación, es claro que a esta edad, todo lo referente a la sexualidad del menor girará en torno a la curiosidad (observación, manipulación, autodescubrimientos o preguntas), además del juego (exploración, imitación e identificación). “El sentido y los significados que niñas y niños dan a sus descubrimientos y juegos sexuales poco tienen que ver con los dados por las personas adultas. Sus actividades sexuales se basan en motivos diferentes” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2003). Dentro de las cuestiones presentes en la Sexualidad infantil podemos encontrar:
El descubrimiento del propio cuerpo y la experimentación de sensaciones a través de la autoexploración y del contacto con otros cuerpos.
Las relaciones y los vínculos afectivos con las figuras de apego y los sentimientos hacia ellas.
La conciencia del propio sexo y de la existencia del otro y de las diferencias entre ambos.
Las primeras nociones sobre los estereotipos y características asociadas a lo femenino y a lo masculino.
La curiosidad por el cuerpo adulto y por el de otros niños y niñas.
El interés por el propio origen, la reproducción y las relaciones sexuales y amorosas entre personas adultas.

En lo que respecta a la educación sexual, cualquier persona adulta que se relacione con una niña o un niño estará indiscutiblemente educando la afectividad y la sexualidad. Se educa con palabras, gestos, abrazos, caricias o muestras de afecto que se dan y que no se dan; y todos estos elementos siempre están presentes en cualquier tipo de relaciones que establezcamos. Por otra parte, como personas adultas, educamos con la actitud que tenemos hacia nuestra propia sexualidad, pero también con las actitudes y formas de sentir, pensar y actuar ante la sexualidad infantil. En este momento de la vida, los menores siempre atienden a todo lo que pasa a su alrededor, aprenden hechos, actitudes y conductas sexuales de las personas adultas; incluso cuando predomina el silencio o el hermetismo, ya que no hablar de estas cuestiones es una forma de mandarles un mensaje al respecto. Esto, finalmente se traduce en:
Conocer, aceptar y cuidar el propio cuerpo sexuado.
Dar un sentido y un significado propio y singular al cuerpo sexuado.
Reconocer y valorar la diferencia sexual.
Vivir y expresar la sexualidad en relación, es decir, teniendo en cuenta al otro.

Otro punto que debemos tener muy en cuenta es la calidad de las relaciones, pues los pequeños establecen vínculos de apego con las personas que les cuidan y están cerca. Pero esto estaría incompleto si no consideramos la confianza que pueden desarrollar en ellos mismos; en el primer año de vida, se desarrolla esta confianza en sí y sentirse a gusto con su cuerpo, entre los dos o tres años, desarrollan su autonomía y empiezan a tomar decisiones sobre el uso de su y de las cosas; y más adelante, la calidad de cada vínculo les ayudará a tener la iniciativa en sus relaciones y en sus actividades. Es por esto que un vínculo basado en la aceptación, la escucha, la seguridad y la confianza, permitirá que entiendan y acepten fácilmente los mensajes, explicaciones y acuerdos que establezcan las personas adultas. Para esto, debemos tener en cuenta una serie de actitudes:

1. Aceptar; cada infante es diferente, y solo hace falta observarlos para poder comprenderlo, darnos cuenta de cómo es, qué siente, por dónde va o cómo ha elaborado un pensamiento. Aceptarle, es tener en cuenta sus formas de expresar su afectividad, sus preguntas, sus miedos, su desarrollo intelectual, sus deseos y sus necesidades; debemos poder entender que se trata de un ser humano completo e integrado. Y en lo que respecta a su sexualidad, debemos comprender sus diversas formas de expresarse y vivir con su cuerpo, sin presionarlo a comportarse de tal o cual manera, solamente porque socialmente es lo que debe ser, en otras palabras, es dejar de lado los estereotipos de masculino y femenino; no limitarlo.

2. Escuchar; esto implica interés por entender lo que el niño y la niña viven y quiénes son, esto nos supone dedicarles tiempo para que puedan expresarse, debemos prestar atención a sus juegos y actividades, ya que es a través de ellos suelen manifestar la mayoría de sus sentimientos, emociones, necesidades, deseos y aprendizajes. También debemos tener cuidado de no ridiculizarlos, juzgarlos o malinterpretar lo que nos tratan de decir; solo nos hace falta tomarlos en serio, pues son ellos quienes saben lo que viven y lo que sienten, aunque les falten las palabras y la experiencia para comprender esas vivencias y sensaciones. En la medida en que se expresen y consigamos entender de verdad qué quieren decir, estaremos aptos para ayudarles a que entiendan sus propias sensaciones y aprendan a convivir con ellas, que aprendan a expresarse, es algo muy importante para el desarrollo de su sexualidad, más que cualquier información que podamos proporcionarles.

3. Confiar; como adultos, generalmente le damos actividades muy específicas a los menos, como si dudáramos de sus capacidades; sin embargo, confiar en ellos les permitirá desarrollar su autonomía y confianza, incluso podemos dejar que ellos nos soliciten la ayuda que requieren, sin adelantar pasos en su trabajo. Debemos darles la libertad para que puedan tomar decisiones, lo que más adelante, les ayudara a poder distinguir entre lo que les agrada y lo que no, además de distinguir como pueden ser sus relaciones con diferentes personas, identificando como pueden sentirse al lado de otras personas.

4. Contestar;  la actitud que como adultos podemos presentar ante las primeras preguntas sobre sexualidad que el infante nos realiza, puede ocasionar que sigan confiando en nosotros o incluso, que acudan a otra fuente de información; por esta razón, lo más importante no es la información que les podamos proporcionar, sino la disposición que se tenga para contestar, lo que finalmente, le dará la impresión de que son importantes y de ahí, el interés para tener comunicación con ellos, dejando así la “puerta abierta” para futuros acercamientos. Debemos tener en cuenta que no necesariamente la primera vez que nos realicen una pregunta esta contestada para siempre, pues generalmente vuelve a surgir la curiosidad, o les gusta escuchar la respuesta, o simplemente, necesitan tiempo para poder asimilar la información.

5. Informar; algunos conocimientos pueden ser intuidos por los niños y las niñas, mientras que en otros aspectos, necesitan que les demos la información necesaria  para poder relacionarse de mejor manera con su cuerpo y desarrollar sanamente su sexualidad. Es importante recalcar que la información sexual, no necesariamente adelanta el comportamiento sexual de los infantes, simplemente es una especie de prevención ante conductas que puedan ser consideradas negativas o riesgosas; además de que al responder a sus inquietudes, no se debe empezar a sermonear o “dar catedra”.

6. Decir la verdad; es frecuente que pensemos que es mejor para los menores que sean engañados a conocer la verdad, pero dejamos de lado que la confianza viene de la mano con la honestidad, lo que más adelante, le permita al infante poder preguntar sobre temas de sexualidad de manera fluida. También es parte de la honestidad decirles que desconocemos la respuesta a sus preguntas, o que de alguna manera, nos es difícil hablar sobre el tema; pero esto trae algo positivo, y es que nuestras limitaciones nos pueden permitir acompañar a los menores a otras fuentes de información, y de esta manera, reiteramos el interés que tenemos por su bien.

7. Dar medidas;  con este nos referimos a la necesidad del infante de ser libre para poder expresarse, pero esto no significa que deba dejar de lado las posibles consecuencias de sus actos, pues debe desarrollar un sentido de responsabilidad. Aunque en la sociedad actual, suele haber ciertas limitaciones para ejercer limites efectivos a los menores, como la relación con el éxito y la capacidad de competencia y el poder adquisitivo de la persona, lo que nos plantea una idea individualista del ser humano, dejando de lado a los demás; por otro lado, la voluntad de cambiar los modelos educativos autoritarios, donde todo era dado, sin la posibilidad de dejar que niños y niñas aportaran su punto de vista. Ante esto, los niños y niñas necesitan aprender que ejercer un límite no es una prohibición como tal, pero si les puede permitir experimentar la intimidad, tanto propia como ajena, con el fin de poder vivir una sexualidad sana. “Se pueden enseñar claves que les ayuden a crear su propia intimidad y respetar la intimidad ajena: tocar la puerta antes de entrar, pedir estar solo o sola cuando lo desean, etc. (…) La autoridad no aplasta, la tiene quien, con su palabra, su saber y su escucha, favorece el desarrollo de los deseos, pensamientos y palabras de las demás personas” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2003).

8. Proteger; en esta edad, los infantes son susceptibles de ciertas actitudes que pueden hacer que disminuya su confianza y seguridad en sí mismos; obligarlos a aceptar o hacer algo que son consideradas de “buena educación”.  Evitar estas actitudes es ayudar a que se les tome en serio y por lo tanto, permite el desarrollo de su seguridad. “Proteger es propiciar un entorno afectivo sano y tranquilizador que les permite probar sin miedo diferentes experiencias, adquiriendo poco a poco mayor autonomía” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2003).


 Ahora bien, la calidad y beneficios de una buena relación con las personas es un factor muy importante dentro del desarrollo de la sexualidad del menor, pero también se debe abordar cuestiones relacionadas con el reconocimiento, cuidado y valoración del cuerpo propio; en este caso, debemos tener en cuenta situaciones como:

1. Tocar y sentir; a esta edad, la piel y el contacto físico son factores que les permite sentirse y apreciar su entorno, además de poder comprender lo agradable que pueden ser ciertas acciones, como las caricias o masajes, que a su vez, permite un desarrollo de la sensualidad; pero además, no debemos dejar de lado que generalmente es a través de estas acciones que logran conseguir un estado de calma o relajación. Pero no podemos dejar de lado los demás sentidos, sí, el tacto es uno de los que mayor desarrollo tiene, pero también la estimulación con olores, sabores, sonidos y visuales es indispensables, y esto, a medida que van creciendo, les ayudará a discernir y dar nombre a lo que sienten, distinguir que les resulta agradable y que no, “Todo ello les permite saber que todo el cuerpo humano es fuente de comunicación, afecto, ternura y placer. Asimismo, si tenemos en cuenta que el cuerpo se comunica a través de los sentidos, es importante que empiecen a entender y a nombrar las actividades corporales relacionadas con ellos: oler, comer, tocar, mirar, etc.” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2003).

2. Autoexplorarse;  tanto niñas como niños necesitan tocarse y mirarse para poder reconocer y comprender su cuerpo, esto significa que su curiosidad por conocerlo y experimentar diversas sensaciones que le sean placenteras es parte de su desarrollo, que hasta cierto punto, llegan a considerarlo como un juego. Por otra parte, hay ocasiones en las que los infantes desean compartir sus experiencias, por lo que pueden llegar a comunicarlo a las personas que le generan confianza y seguridad, siendo este el momento más apropiado para hablarles de intimidad, y de que las sensaciones que tienen, son normales. Aunque esto algo sano y benéfico para el menor, pueden presentarse ciertas situaciones que pueden afectar su desarrollo, como el comenzar a aislarse, en otras ocasiones, el principal cuidado es que no se hagan daño por hacer movimientos bruscos.

3. Nombrar; en esta edad, los infantes requieren tener palabras para nombres cada una de las partes de su cuerpo, ya que es parte del proceso de conocerlo, y para esto, no es necesario que el niño o la niña sepan hablar, ya que esto puede volverse un juego entre los padres y el menor, pero debe tenerse mucho cuidado de no relacionar alguna parte del cuerpo con suciedad, cuando son mayores, estas actividades pueden favorecer al menor para que pueda percibir las diferencias sexuales, lo que le permitirá entender que es masculino o femenino, y que su cuerpo será así para siempre: que no es posible, por ejemplo, que a una niña le salga un pene en el futuro, ni que un niño se quede embarazado. “Nombrar todas las partes del cuerpo humano facilita una visión integral del propio cuerpo. Identificar los genitales con sus nombres reales (pene y vulva) permite tratarlos como cualquier otra parte del cuerpo, sin connotaciones negativas ni ocultismo. Sin embargo, usar estas palabras, hoy en día, sigue siendo ir contracorriente: ¿cuántas personas adultas usan las palabras pene o vulva para referirse a sus propios genitales?” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2003).

4. Aprender cómo evoluciona el cuerpo; los cuerpos adultos despiertan una curiosidad natural en el infante; verlos desnudos y saciar su curiosidad, les da la posibilidad de observar los genitales como una parte más del cuerpo, sin recelo ni desagrado. Esto también es reflejo de su preocupación por el futuro, por el cómo su cuerpo se irá desarrollando, además, esta idea de transformación y evolución no es fácil pero les resulta muy atractiva, aun así, es importante hacerles comprender que será un proceso paulatino y que nunca tendrá un fin como tal

5. Moverse y expresarse; con esto nos referimos a la posibilidad que tiene el niño y la niña para realizar actividades físicas, lo que facilita el desarrollo de su autonomía, seguridad y placer. Aunque la sociedad tiende a limitar las posibilidades de las niñas, pues hay mitos sobre su debilidad física y fragilidad y la imposición de un modelo de belleza donde la fuerza y el desarrollo muscular no bien vistos; algo similar sucede cuando se trata de las actividades que pueden hacer los niños, situación con la cual comienzan a aprender lo que son “cosas de niñas” y “cosas de niños”, acentuando los estereotipos sexuales. Debemos agregar que la expresión corporal no solo implica deportes y juegos, “(…) también es cantar y jugar con la voz, experimentar el movimiento a través de diferentes propuestas rítmicas, darse masajes, disfrazarse, pintarse o vestirse. En todo este proceso, no hay que olvidar que las propias criaturas se estimulan entre sí y les suele resultar atractivo lo que los otros y las otras hacen” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2003).

Bibliografía
Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción (2003); La educación sexual de la primera infancia. Guía para madres, padres y profesorado de Educación Infantil; Secretaría General de Educación y Formación Profesional; España.


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