Para iniciar con el análisis de la Psicosexualidad en la tercera
edad, debemos entender a lo que nos referimos cuando hablamos de esta etapa de
la vida. La tercera edad, o Vejez, se refiere al resultado “final” dentro del
desarrollo del cuerpo, mismo que ha ido envejeciendo; además, “los viejos se
configuran como una categoría independiente del resto de la sociedad, separados
como grupo con características propias; (…) pero lo curioso es que esta
diferenciación supone mayor separación del resto de la sociedad que la
experimentada por otros grupos sociales” (Echenique Vidal, Laura Natividad;
2006).
Pese a esto, el termino de vejez es utilizado de muchas formas,
pues se puede hablar de términos de edad (envejecimiento del cuerpo a lo largo
de la vida), a veces se hace referencia a la funcionalidad de las personas
(generalmente usado para demeritar la capacidad y limitaciones del sujeto), por
otro lado, Laura Natividad Echenique Vidal (2006) nos habla de una referencia
vital, que refiere a la “concepción más equilibrada y moderna y se basa en el reconocimiento
de que el transcurso del tiempo produce efectos en la persona, la cual entra en
una etapa distinta a las vividas previamente. Esta etapa posee una realidad
propia y diferenciada de las anteriores, limitada únicamente por condiciones
objetivas externas y subjetivas del propio individuo”.
Por otro lado,
Erikson postulo que el sujeto, a esta
edad, sufre un distanciamiento social, y su inactividad laboral le produce
sentimientos de inutilidad y, con la preocupación de las enfermedades, viene la
idea de la posibilidad de la muerte, que se hace más presente con el deceso de
familiares, amigos y demás conocidos. “Si encuentra que en el
plano laboral, matrimonial, familiar, etc., hubo realizaciones importantes y
que, por ello, valió la pena vivir, ocurrirá una integración del yo y la virtud
resultante será la sabiduría.
Pero si del análisis retrospectivo el individuo obtiene una visión no
placentera de la vida y descubre que no queda ya tiempo para plantear
alternativas diferentes, entonces ocurrirá el disgusto y con él algunas dosis
de desesperación” (Gregorio Escalante, 2006).
Transición demográfica en A.L. y Derechos Sexuales y de Reproducción
La vejez poco a poco se coloca como uno de los fenómenos más interesantes
en demografía, lo fue en el siglo pasado, y seguirá siéndolo en este, es esto
trae nuevas modificaciones a la estructura social, económica y cultural. Esta
situación ya empieza a manifestarse en los países latinoamericanos, y si bien,
se tiene la ventaja de poder aprender de las experiencias, hay ciertas
diferencias con otros países que deben tomarse en cuenta, uno de estos se
relaciona con la sexualidad; sabemos de antemano que “todo se recicla”,
procesos, objetos, funciones, comportamientos… todo tiene un momento para
reaparecer y recolocarse en la sociedad, claro está que con sus respectivas
diferencias, “pero en el área de la sexualidad se debe tener cuidado en ‘reciclar
al anciano en un falso joven’ con mitos y estereotipos sexuales basados en la
prestación, la eficiencia y en la capacidad de identificarse como un joven con
prodigiosas capacidades sexuales; concepto muy opuesto al antiguo que relacionaba
a la sexualidad con la procreación y consideraba al anciano como un ser
asexuado que queda excluido debido a la ineficiencia de la infertilidad” (Echenique
Vidal, Laura Natividad; 2006).
Laura Natividad
Echenique Vidal (2006), nos explica, haciendo referencia al informe CEPAL 2004,
que lo que conocemos como transición demográfica se ha descrito como un proceso
a largo plazo, que ocurre entre dos situaciones: uno de bajo crecimiento demográfico
con altas tasas de mortalidad y fecundidad, y otro de bajo crecimiento pero con
niveles también bajos en las respectivas tasas, y entre estas, se puede
encontrar una especie de equilibrio donde se sitúan dos momentos importantes. Uno
donde la tasa de crecimiento de la población aumenta como consecuencia del descenso
de la mortalidad, y otro, en el que dicho crecimiento disminuye, debido al
descenso posterior de la fecundidad. En qué magnitud y a qué velocidad cambia
la tasa de crecimiento, dependerá de la velocidad y del momento en que
comienzan a descender la mortalidad y la fecundidad.
Una vez entendido
esto, podremos comprender como las consecuencias políticas que el Gobierno y
las instituciones han creado e intervienen en la calidad de vida de las
personas, y en especial, de los ancianos y sus derechos, entre los que se
encuentran los derechos sexuales. “A
fines de la década de los 70, el término de derechos sexuales y reproductivos
se unen como expresiones independientes con entidad propia quedando resumidas
diversas exigencias orientadas a afirmar el derecho de las personas a conducir
y tener control sobre su sexualidad y sobre su vida reproductiva” (Echenique
Vidal, Laura Natividad; 2006). Es posible que esto a simple vista no tenga
relevancia, pero el hecho de que las personas en general puedan tener conocimientos
de sus derechos posibilita que sea mejor comprendida la sexualidad y el
ejercicio que esta puede obtener en la senescencia, misma que durante
mucho tiempo ha sido referida como
inexistente o imposible, todo debido al gran estigma que la sociedad pone al
cuerpo y la juventud, lo que aun en nuestra época, hace que los veamos como
personas limitadas y disfuncionales.
Otro problema que
debemos tener en cuenta, y que se relaciona con estos temas, es que la salud
del adulto ha recibido escasa atención de los sistemas de salud, tanto en la definición
de lo que es importante en esta edad, como en la formulación de planes y
programas. Sin embargo, el aumento de demandas de servicio y sus altos costos,
la incapacidad derivada de la enfermedad y el deterioro de la calidad de vida
producido por enfermedades, exigen una renovación en el enfoque de la salud del
adulto.
Existen un sinfín de
creencias erróneas y falta de conocimientos acerca del tema de la sexualidad,
no sólo por parte de las personas ancianas, sino también por parte de los
profesionales de la salud y la sociedad, lo cual conlleva a que no se le preste
la atención necesaria a la salud sexual de las personas mayores, ya sea por temor
a la reacción de los usuarios, como también a la poca importancia que se le
atribuye. “La atención de salud del senescente debe ser llevada a cabo por un
equipo interdisciplinario, debidamente entrenado. Aquí tiene especial
importancia la formación académica de post-grado en gerontología, la que se está
abordando a través de algunas universidades, pero todavía dista de alcanzar
niveles de suficiencia. Ahora bien, todo este proceso terapéutico debe
esforzarse en considerar al paciente anciano sujeto y no objeto de las atenciones
recibidas” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006). Por una parte, debemos
considerar que él/la usuario de los sistemas de salud, deben ser capaces de
valorar los progresos, retrocesos o situaciones que van experimentando con el
tratamiento, y por otra, las normas y los programas que no son flexibles ni
respetan las diferencias individuales. La recuperación de la salud del adulto
mayor debe ser entonces, una propuesta integral que a partir del reconocimiento
y aceptación de la subjetividad del anciano, se oriente hacia la satisfacción
de la dimensión individual, para desde allí proyectar un impacto colectivo.
Actitud y Ejercicio
de la Sexualidad en la Tercera Edad
El envejecer, como
antes se mencionó, se le relaciona con la pérdida del papel reproductivo, la
capacidad laboral, la posible pérdida de
la pareja y la disminución de la eficiencia física; pero no todo es físico, al
igual que la idea de la muerte se hace presente, también se tiene miedo a la
soledad y la incomprensión que los demás tienen por ellos, y algo que puede
impactar en demasía, es el hecho de que se pierde la completa independencia que
se tiene en etapas anteriores; además de esto, “(…) aún persisten actitudes
retrógradas similares a las de siglos anteriores y que tienden a rechazar,
burlarse e incluso a ignorar la existencia de actividad sexual en las personas
mayores. Esta actitud parece tener dos explicaciones: Primero: existe una
incorrecta asociación entre sexualidad y reproducción, mediante la cual se
considera que sólo es normal el sexo durante la edad reproductiva y por tanto
los ancianos no tienen por qué practicarlo, y segundo, la existencia del
prejuicio, viejo es igual a enfermo” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).
Sin lugar a dudas,
la necesidad de ser aceptado y sentirse parte algo, es algo que nos caracteriza
como seres humanos, y la autoestima, aun cuando se puede considerar un tema
demasiado estudiado, y a veces desvalorizado, se relaciona con sentirse útil y
considerarse digno y respetado física y emocionalmente es algo que no puede
dejarse de lado. “Así lo veía Maslow en su famosa pirámide de necesidades,
donde describe un proceso que denominó autorrealización y que consiste en el
desarrollo integral de las posibilidades personales. La autoestima consiste en
las actitudes del individuo hacia sí mismo. (…) Al nombrar la palabra actitudes
ya hemos incluido el mundo de los afectos y sentimientos y no sólo el de los conocimientos,
pues los componentes de la actitud encierran gran variedad de elementos psíquicos”
(Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).
La actividad sexual
suele considerarse propia de la juventud, que cuenta con buena salud (según el
estereotipo social) y con atractivo físico; esta situación no favorece que las
personas de edad avanzada mantengan, permitiendo que se niegue en la vejez, y
aun cuando esto no sea cierto, se hace muy presente en el imaginario colectivo.
“No hay edad en la que la actividad sexual, los pensamientos sobre el sexo o el
deseo, finalicen” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).
Ante el ejercicio de
la sexualidad en la vejez, podemos
señalar que en 1948 se publicó el primer estudio que hace referencia a
este tema, siendo Kinsey y sus colaboradores, los primeros en documentar el
declive gradual en la actividad, además de que se muestra un claro interés
tanto en hombres como en mujeres, y generalmente, esto está marcado en las
mujeres, lo que denota una gran diferencia entre los hombres. “De hecho, en
mayores de 85 años hay 39 hombres por cada 100 mujeres, prácticamente dos
terceras partes de la población anciana corresponden a mujeres, por lo que la ausencia
de la actividad sexual podría tener que ver con la falta de pareja, entre otras
razones” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).
Esto se confirma
nuevamente en 1998, cuando Dello,
destacó y se confirmó la disminución en el interés y en la actividad
sexual con la edad, siendo mayormente en mujeres, donde se relaciona la
actividad sexual con el deterioro físico gradual que se produce con el envejecimiento.
“Como resultado de su investigación describen
una serie de factores positivos que se relacionan positivamente con la
actividad sexual como son: el ser hombre, estar casado, menor edad, la no
existencia de deterioro cognitivo, mayor nivel educacional y buen funcionamiento
social. Por otro lado factores como la edad, el nivel educacional o el funcionamiento
social pierden importancia a la hora de mencionar el interés sexual, incluso a edades
muy avanzadas” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).
Muchos estudios de
esta índole han sido criticados debido a que se confunden los efectos propios
de la edad y los relacionados con a patologías, además de factores culturales y
de actitudes con respecto al tema. Steinke en 1997, estudió a personas ancianas
que vivían en asilos, encontrando que había un importante desconocimiento
acerca de la sexualidad en la vejez, así como conductas prohibitivas respecto a
las relaciones sexuales entre los ancianos, lo que lleva a impedir y dificultar
cualquier acercamiento sexual entre ancianos. Por otro lado, Keiser en 1996, en
una revisión a los diversos estudios publicados hasta ese entonces, encontró
que el 95% de los hombres entre 46 y 50 años mantenían relaciones sexuales
semanalmente, cayendo este porcentaje al 28% en los varones de 66 a 71años. En
el caso de personas casadas, el 53% de los individuos de 60 años y el 24% de los
mayores de 76 años eran sexualmente activos. En otro trabajo, señala que la
actividad sexual más frecuente en hombres y mujeres entre 80 y 102 años eran
las caricias y tocamientos seguidos del coito y que el 74% de los hombres y el 42%
de las mujeres practicaban la masturbación.
Es posible comprobar
que el sexo y la sexualidad son importantes en el envejecimiento saludable y
pleno; sin embargo, las personas ancianas tienen una conducta sexual en
relación a sus apetitos e intereses. Por esta misma razón, debemos comprender
que los cambios fisiológicos, anatómicos y funcionales de los órganos sexuales
no condicionan ni obligan a que la actividad sexual deba cesar, sino que esto
le exige a las personas una adaptación al nuevo funcionamiento corporal, lo que
permitiría evitar la frustración y ansiedad que producen las relaciones
sexuales en este edad, y que por ende, lleva a un innecesario cese de la
actividad sexual.
Sexualidad y
Envejecimiento
1. Cambios fisiológicos que influyen en el comportamiento sexual de
ancianos.
Los cambios
mostrados en la tabla anterior, hace representación de las principales
características fisiológicas que se presentan durante la vejez; el conocimiento
de esto, permite un mejor entendimiento por parte del personal médico y de los
propios ancianos, evitando una interpretación errónea de los cambios
vivenciados. A esto, no debemos dejar de lado que algunas enfermedades
orgánicas también repercuten, aunado al consumo de fármacos. Esto puede
modificar el comportamiento sexual del anciano, ya sea por alteración del
sistema hormonal, o por secuelas físicas y/o psicosociales de las enfermedades
crónicas que pueden originar algún grado de discapacidad. “En los hombres estas
enfermedades pueden llevarlos a problemas eréctiles, como son: enfermedades
cardiopulmonares, vasculares, genitourinarias, infecciosas, neurológicas entre
otras, a su vez muchos medicamentos para estas enfermedades pueden ser también
agentes de impotencia en el adulto mayor, como son el caso de antidepresivos, fármacos
anti parkinson, antipsicóticos. Drogas antihipertensivas que pueden disminuir
la capacidad eréctil, pero no están contraindicadas para la actividad sexual.
Por último, cirugías previas a la próstata también podrían influir en el
proceso de eyaculación” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).
2. Cambios fisiológicos que influyen en el comportamiento sexual de
ancianas
En lo que respecta a
las mujeres, el funcionamiento sexual en la tercera edad depende del bienestar psicológico,
por esta razón, la aparición de los cambios fisiológicos, aunado a situaciones
que puedan considerarse estresantes para las personas, dificulta la respuesta
adaptativa a los cambios. Ante la disminución de la actividad sexual en la pareja,
la mujer puede pensar que ha perdido su encanto y que es imposible competir con
mujeres jóvenes, lo que afecta su respuesta sexual, pero esto no significa que
no se pueda seguir dando ni recibiendo placer. “Las mujeres en particular
tienen dificultad para identificar y expresar sus necesidades sexuales,
pudiendo contrarrestar sus cambios fisiológicos pidiéndoles a sus parejas que
las acaricien por más tiempo, o probando nuevas posiciones sexuales que causen
menos dolor y usar lubricantes para recuperar la falta de lubricación. Se ha
comprobado también que es posible aumentar el tono muscular perineal realizando
los ejercicios de Kegel, los cuales involucran contracciones de la musculatura
pubocoxígea” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).
.
Factores Sociales y Género
La sociedad generalmente piensa que las ancianas pierden más pronto su
atractivo sexual, y como se ha mencionado antes, todo está en relación con los
cambios fisiológicos que presentan, pues se considera que la actividad sexual
en la mujer está destinada a la procreación, función que se pierde con el
tiempo, a diferencia del hombre. Ser hombre o mujer, es parte
de la sociedad que en su mayoría es controlada por las personas jóvenes,
situación que deja a los ancianos y ancianas mal preparados para poder
disfrutar de una sexualidad plena, o incluso para cuidar su salud. El género
tiene una fuerte influencia en el comportamiento sexual, situación que algunos
expertos utilizan para poner en tela de
juicio los puntos de vista tradicionales de la masculinidad y feminidad.
En muchas sociedades
– culturas, las mujeres son enseñadas desde jóvenes a ser “buenas esposas” y tener
una actitud sumisa frente a los hombres, situación que la gran mayoría de las
personas refuerza, haciendo pensar que las niñas son inferiores a los niños,
hasta tal punto que muchas jóvenes, y posteriores ancianas, creen que su
situación de desigualdad está justificada. Ante esto, los únicos beneficiados
son los hombres, aunque esto también tiene su precio, recortando las posibilidades
de un desarrollo pleno en la comunidad masculina, por ejemplo, en lo que
respecta a la expresión de las emociones, recurriendo a la violencia para
solucionar los conflictos.
Uno de los factores
más relevantes en las cuestiones sociales, es el demostrar que los mitos más
fuertes para los adultos mayores y en especial para la mujer, poco a poco se ha
vuelvo una práctica inexistente.; por ejemplo: “(…) la salida de los hijos del hogar afecta de
forma positiva la vida en pareja y la vida sexual, dado que pueden contar con un
mayor espacio físico, lo cual les ha permitido una sexualidad más libre, no
siendo necesario esperar el momento adecuado para tener relaciones sexuales y
disfrutar de la mutua compañía, se cambia el mito del ‘síndrome del nido vacío’
por el de ‘misión cumplida’ ” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006). Otra
situación que cada vez se hace menos presente, es la idea de que la mujer,
durante la vejez, no necesita de una actividad sexual, aunque lo cierto es que
las mujeres no perciben el sexo como algo malo, pero tampoco se sienten capaces
de expresar sus deseos y necesidades; “esto se debe en gran medida a la
socialización recibida (…), lo que conduce en algunos casos a una disociación
entre un discurso aparentemente abierto y una experiencia sexual negadora de
placer. Para las mujeres adultas mayores el mantener relaciones sexuales
significa un acto de entrega, ligado a la necesidad emocional, ya que el sentirse
deseadas sexualmente pasa por seguir sintiéndose bellas” (Echenique Vidal,
Laura Natividad; 2006).
Otra situación
importante que debemos destacar en esta etapa de la vida, es la posibilidad de
formar una pareja, lo cual puede presentarse cuando han pasado por la pérdida
de su esposo o esposa, o simplemente, para dejar de lado la soltería que han
mantenido durante su edad adulta. Es
común escuchar que la formación de nuevas parejas en esta etapa de la
vida, no es bien recibida por la sociedad, incluso se le proporcionan términos
despectivos como “viejo rabo verde” o “viuda alegre”; estos mitos simplemente castiga
a las personas y les prohíbe su derecho a una vida sexual satisfactoria, y
sumando el alza de la tasa de vida de esta población, tiene mayor sentido que
se busquen formar una pareja, aunque suceden cosas algo irónicas, por así
decir, donde las ancianas se casan con ancianos de mayor edad, volviéndose sus
cuidadoras, mientras que los hombres, con gran frecuencia establecen una pareja
con mujeres mucho más jóvenes. Además, debemos considerar que “tradicionalmente
ha existido una fuerte tendencia social a considerar negativamente el
establecimiento de nuevas relaciones afectivas e incluso de nuevos matrimonios
en mujeres viudas, lo cual limita aún más la actividad sexual de éstas. Se
comprobó que el 90% de las mujeres viudas cesaban sus relaciones sexuales a
partir del fallecimiento de sus esposos” (Echenique Vidal, Laura Natividad;
2006).
Un último punto que
se hace importante en estos temas, es la dificultad que a veces las personas en
esta etapa de la vida, deban dejar su propia casa a consecuencia de la
necesidad de recibir cuidados especiales, llevándolos a acudir a su familia, o
incluso instalarse en residencias privadas (si es que se puede cubrir el costo)
o públicas. Esta situación lleva a la perdida de la privacidad e intimidad de
la pareja, pues con el énfasis que tienen los mitos de la sexualidad en la
etapa adulta, puede generar conflictos con los familiares o cuidadores por no
entender las expresiones sexuales que puedan tener, adoptando medidas que
restrinjan o inhiban la expresión de estas conductas. “La situación se agrava
cuando se separa a la pareja, con la intención de repartir la carga de cuidado
entre los integrantes de la familia, sin pensar siquiera que existe una
necesidad de manifestación sexual. Los familiares imponen normas de conducta
que consideran apropiadas sin plantearse que en esas nuevas condiciones los/las
ancianos/as necesitan aún más manifestar sus sentimientos y emociones” (Echenique
Vidal, Laura Natividad; 2006).
Factores
Psicológicos
Si bien hasta el
momento hemos abordado las cuestiones biológicas y sociales de la sexualidad en
la vejez, no debemos dejar de lado el hecho de que, si bien son específicos los
cambios fisiológicos, o muchos los mitos
y prejuicios sociales, toda acción contra las personas, tiene una consecuencia
psicológica, aunque debemos decirlo, no todo es culpa de la sociedad, pues
muchas veces, hay factores individuales que no permiten la satisfacción de las
necesidades sexuales en esta edad. “Dentro de los factores psicológicos que
influyen en la disminución de la actividad sexual en personas ancianas están el
fastidio, la fatiga, distinguiéndose como barreras, la monotonía de las
relaciones sexuales, fatiga física y mental, los conflictos de la relación de pareja
y la ansiedad frente al sexo. Otro factor que podría jugar un papel en el
descenso del interés sexual, sobre todo en hombres, es el declive de la
apariencia física del compañero/a” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).
Entre las mujeres,
lo más frecuente es que el estado psicológico afecte la reacción que se tiene
ante la menopausia, sobre todo cuando han consagrado su vida a la crianza de
los hijos, lo que posibilita que su vida sexual enfrente una crisis. Por otro
lado, la satisfacción con la relación de pareja es otro factor que influye,
pues varios estudios indican que hombres y mujeres permanecen satisfechos con
su vida sexual, a pesar de la disminución de la frecuencia de actividad sexual,
tomando en cuenta los factores como: frecuencia de coito, ausencia de
disfunción eréctil, afecto positivo y la excitación sexual, sin embargo la
presencia de sentimientos negativos con respecto al compañero/a, afecta la
satisfacción sexual y la capacidad de erección, son puntos que pueden influir
en la satisfacción de las personas a esta edad.
Bibliografía
Echenique Vidal, Laura Natividad (2006); Estudio de la Sexualidad en la Tercera Edad; Universidad Austral de Chile (Facultad de Medicina, Escuela de Obstetricia y Puericultura); Chile.


Estimada Mtra. Laura Natividad Echenique Vidal
ReplyDeleteMi nombre es José Luis Vázquez Villegas, soy subdirector de producción de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Tenemos un programa de radio llamado: La ciencia que somos Iberoamérica al aire, que se transmite los viernes por la frecuencias de Radio UNAM, el tema a tratar el próximo viernes 23 de agosto es El disfrute y la sexualidad en adultos mayores, y nos gustaría mucho que pudiera participar vía telefónica, nosotros nos contactaríamos usted a la hora y al lugar que nos indique. Serían unos 10 minutos.
Agradezco su atención, reciba saludos desde México
José Luis Vázquez Villegas
Subdirector de Producción - Dirección de Medios
Dirección General de Divulgación de la Ciencia - UNAM
Universum Museo de las Ciencias
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