Saturday, January 3, 2015

Sexualidad en la Vejez

Para iniciar con el análisis de la Psicosexualidad en la tercera edad, debemos entender a lo que nos referimos cuando hablamos de esta etapa de la vida. La tercera edad, o Vejez, se refiere al resultado “final” dentro del desarrollo del cuerpo, mismo que ha ido envejeciendo; además, “los viejos se configuran como una categoría independiente del resto de la sociedad, separados como grupo con características propias; (…) pero lo curioso es que esta diferenciación supone mayor separación del resto de la sociedad que la experimentada por otros grupos sociales” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

Pese a esto, el termino de vejez es utilizado de muchas formas, pues se puede hablar de términos de edad (envejecimiento del cuerpo a lo largo de la vida), a veces se hace referencia a la funcionalidad de las personas (generalmente usado para demeritar la capacidad y limitaciones del sujeto), por otro lado, Laura Natividad Echenique Vidal (2006) nos habla de una referencia vital, que refiere a la “concepción más equilibrada y moderna y se basa en el reconocimiento de que el transcurso del tiempo produce efectos en la persona, la cual entra en una etapa distinta a las vividas previamente. Esta etapa posee una realidad propia y diferenciada de las anteriores, limitada únicamente por condiciones objetivas externas y subjetivas del propio individuo”.

Por otro lado, Erikson postulo que el sujeto, a esta edad, sufre un distanciamiento social, y su inactividad laboral le produce sentimientos de inutilidad y, con la preocupación de las enfermedades, viene la idea de la posibilidad de la muerte, que se hace más presente con el deceso de familiares, amigos y demás conocidos. “Si encuentra que en el plano laboral, matrimonial, familiar, etc., hubo realizaciones importantes y que, por ello, valió la pena vivir, ocurrirá una integración del yo y la virtud resultante será la sabiduría. Pero si del análisis retrospectivo el individuo obtiene una visión no placentera de la vida y descubre que no queda ya tiempo para plantear alternativas diferentes, entonces ocurrirá el disgusto y con él algunas dosis de desesperación” (Gregorio Escalante, 2006).


Transición demográfica en A.L. y Derechos Sexuales y de Reproducción
La vejez poco a poco se coloca como uno de los fenómenos más interesantes en demografía, lo fue en el siglo pasado, y seguirá siéndolo en este, es esto trae nuevas modificaciones a la estructura social, económica y cultural. Esta situación ya empieza a manifestarse en los países latinoamericanos, y si bien, se tiene la ventaja de poder aprender de las experiencias, hay ciertas diferencias con otros países que deben tomarse en cuenta, uno de estos se relaciona con la sexualidad; sabemos de antemano que “todo se recicla”, procesos, objetos, funciones, comportamientos… todo tiene un momento para reaparecer y recolocarse en la sociedad, claro está que con sus respectivas diferencias, “pero en el área de la sexualidad se debe tener cuidado en ‘reciclar al anciano en un falso joven’ con mitos y estereotipos sexuales basados en la prestación, la eficiencia y en la capacidad de identificarse como un joven con prodigiosas capacidades sexuales; concepto muy opuesto al antiguo que relacionaba a la sexualidad con la procreación y consideraba al anciano como un ser asexuado que queda excluido debido a la ineficiencia de la infertilidad” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

Laura Natividad Echenique Vidal (2006), nos explica, haciendo referencia al informe CEPAL 2004, que lo que conocemos como transición demográfica se ha descrito como un proceso a largo plazo, que ocurre entre dos situaciones: uno de bajo crecimiento demográfico con altas tasas de mortalidad y fecundidad, y otro de bajo crecimiento pero con niveles también bajos en las respectivas tasas, y entre estas, se puede encontrar una especie de equilibrio donde se sitúan dos momentos importantes. Uno donde la tasa de crecimiento de la población aumenta como consecuencia del descenso de la mortalidad, y otro, en el que dicho crecimiento disminuye, debido al descenso posterior de la fecundidad. En qué magnitud y a qué velocidad cambia la tasa de crecimiento, dependerá de la velocidad y del momento en que comienzan a descender la mortalidad y la fecundidad.

Una vez entendido esto, podremos comprender como las consecuencias políticas que el Gobierno y las instituciones han creado e intervienen en la calidad de vida de las personas, y en especial, de los ancianos y sus derechos, entre los que se encuentran los derechos sexuales. “A fines de la década de los 70, el término de derechos sexuales y reproductivos se unen como expresiones independientes con entidad propia quedando resumidas diversas exigencias orientadas a afirmar el derecho de las personas a conducir y tener control sobre su sexualidad y sobre su vida reproductiva” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006). Es posible que esto a simple vista no tenga relevancia, pero el hecho de que las personas en general puedan tener conocimientos de sus derechos posibilita que sea mejor comprendida la sexualidad y el ejercicio que esta puede obtener en la senescencia, misma que durante mucho  tiempo ha sido referida como inexistente o imposible, todo debido al gran estigma que la sociedad pone al cuerpo y la juventud, lo que aun en nuestra época, hace que los veamos como personas limitadas y disfuncionales.

Otro problema que debemos tener en cuenta, y que se relaciona con estos temas, es que la salud del adulto ha recibido escasa atención de los sistemas de salud, tanto en la definición de lo que es importante en esta edad, como en la formulación de planes y programas. Sin embargo, el aumento de demandas de servicio y sus altos costos, la incapacidad derivada de la enfermedad y el deterioro de la calidad de vida producido por enfermedades, exigen una renovación en el enfoque de la salud del adulto.

Existen un sinfín de creencias erróneas y falta de conocimientos acerca del tema de la sexualidad, no sólo por parte de las personas ancianas, sino también por parte de los profesionales de la salud y la sociedad, lo cual conlleva a que no se le preste la atención necesaria a la salud sexual de las personas mayores, ya sea por temor a la reacción de los usuarios, como también a la poca importancia que se le atribuye. “La atención de salud del senescente debe ser llevada a cabo por un equipo interdisciplinario, debidamente entrenado. Aquí tiene especial importancia la formación académica de post-grado en gerontología, la que se está abordando a través de algunas universidades, pero todavía dista de alcanzar niveles de suficiencia. Ahora bien, todo este proceso terapéutico debe esforzarse en considerar al paciente anciano sujeto y no objeto de las atenciones recibidas” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006). Por una parte, debemos considerar que él/la usuario de los sistemas de salud, deben ser capaces de valorar los progresos, retrocesos o situaciones que van experimentando con el tratamiento, y por otra, las normas y los programas que no son flexibles ni respetan las diferencias individuales. La recuperación de la salud del adulto mayor debe ser entonces, una propuesta integral que a partir del reconocimiento y aceptación de la subjetividad del anciano, se oriente hacia la satisfacción de la dimensión individual, para desde allí proyectar un impacto colectivo.


Actitud y Ejercicio de la Sexualidad en la Tercera Edad
El envejecer, como antes se mencionó, se le relaciona con la pérdida del papel reproductivo, la capacidad  laboral, la posible pérdida de la pareja y la disminución de la eficiencia física; pero no todo es físico, al igual que la idea de la muerte se hace presente, también se tiene miedo a la soledad y la incomprensión que los demás tienen por ellos, y algo que puede impactar en demasía, es el hecho de que se pierde la completa independencia que se tiene en etapas anteriores; además de esto, “(…) aún persisten actitudes retrógradas similares a las de siglos anteriores y que tienden a rechazar, burlarse e incluso a ignorar la existencia de actividad sexual en las personas mayores. Esta actitud parece tener dos explicaciones: Primero: existe una incorrecta asociación entre sexualidad y reproducción, mediante la cual se considera que sólo es normal el sexo durante la edad reproductiva y por tanto los ancianos no tienen por qué practicarlo, y segundo, la existencia del prejuicio, viejo es igual a enfermo” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

Sin lugar a dudas, la necesidad de ser aceptado y sentirse parte algo, es algo que nos caracteriza como seres humanos, y la autoestima, aun cuando se puede considerar un tema demasiado estudiado, y a veces desvalorizado, se relaciona con sentirse útil y considerarse digno y respetado física y emocionalmente es algo que no puede dejarse de lado. “Así lo veía Maslow en su famosa pirámide de necesidades, donde describe un proceso que denominó autorrealización y que consiste en el desarrollo integral de las posibilidades personales. La autoestima consiste en las actitudes del individuo hacia sí mismo. (…) Al nombrar la palabra actitudes ya hemos incluido el mundo de los afectos y sentimientos y no sólo el de los conocimientos, pues los componentes de la actitud encierran gran variedad de elementos psíquicos” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

La actividad sexual suele considerarse propia de la juventud, que cuenta con buena salud (según el estereotipo social) y con atractivo físico; esta situación no favorece que las personas de edad avanzada mantengan, permitiendo que se niegue en la vejez, y aun cuando esto no sea cierto, se hace muy presente en el imaginario colectivo. “No hay edad en la que la actividad sexual, los pensamientos sobre el sexo o el deseo, finalicen” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

Ante el ejercicio de la sexualidad en la vejez, podemos señalar que en 1948 se publicó el primer estudio que hace referencia a este tema, siendo Kinsey y sus colaboradores, los primeros en documentar el declive gradual en la actividad, además de que se muestra un claro interés tanto en hombres como en mujeres, y generalmente, esto está marcado en las mujeres, lo que denota una gran diferencia entre los hombres. “De hecho, en mayores de 85 años hay 39 hombres por cada 100 mujeres, prácticamente dos terceras partes de la población anciana corresponden a mujeres, por lo que la ausencia de la actividad sexual podría tener que ver con la falta de pareja, entre otras razones” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

Esto se confirma nuevamente en 1998, cuando Dello,  destacó y se confirmó la disminución en el interés y en la actividad sexual con la edad, siendo mayormente en mujeres, donde se relaciona la actividad sexual con el deterioro físico gradual que se produce con el envejecimiento. “Como resultado de su investigación  describen una serie de factores positivos que se relacionan positivamente con la actividad sexual como son: el ser hombre, estar casado, menor edad, la no existencia de deterioro cognitivo, mayor nivel educacional y buen funcionamiento social. Por otro lado factores como la edad, el nivel educacional o el funcionamiento social pierden importancia a la hora de mencionar el interés sexual, incluso a edades muy avanzadas” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

Muchos estudios de esta índole han sido criticados debido a que se confunden los efectos propios de la edad y los relacionados con a patologías, además de factores culturales y de actitudes con respecto al tema. Steinke en 1997, estudió a personas ancianas que vivían en asilos, encontrando que había un importante desconocimiento acerca de la sexualidad en la vejez, así como conductas prohibitivas respecto a las relaciones sexuales entre los ancianos, lo que lleva a impedir y dificultar cualquier acercamiento sexual entre ancianos. Por otro lado, Keiser en 1996, en una revisión a los diversos estudios publicados hasta ese entonces, encontró que el 95% de los hombres entre 46 y 50 años mantenían relaciones sexuales semanalmente, cayendo este porcentaje al 28% en los varones de 66 a 71años. En el caso de personas casadas, el 53% de los individuos de 60 años y el 24% de los mayores de 76 años eran sexualmente activos. En otro trabajo, señala que la actividad sexual más frecuente en hombres y mujeres entre 80 y 102 años eran las caricias y tocamientos seguidos del coito y que el 74% de los hombres y el 42% de las mujeres practicaban la masturbación.

Es posible comprobar que el sexo y la sexualidad son importantes en el envejecimiento saludable y pleno; sin embargo, las personas ancianas tienen una conducta sexual en relación a sus apetitos e intereses. Por esta misma razón, debemos comprender que los cambios fisiológicos, anatómicos y funcionales de los órganos sexuales no condicionan ni obligan a que la actividad sexual deba cesar, sino que esto le exige a las personas una adaptación al nuevo funcionamiento corporal, lo que permitiría evitar la frustración y ansiedad que producen las relaciones sexuales en este edad, y que por ende, lleva a un innecesario cese de la actividad sexual.


Sexualidad y Envejecimiento
1. Cambios fisiológicos que influyen en el comportamiento sexual de ancianos.

Los cambios mostrados en la tabla anterior, hace representación de las principales características fisiológicas que se presentan durante la vejez; el conocimiento de esto, permite un mejor entendimiento por parte del personal médico y de los propios ancianos, evitando una interpretación errónea de los cambios vivenciados. A esto, no debemos dejar de lado que algunas enfermedades orgánicas también repercuten, aunado al consumo de fármacos. Esto puede modificar el comportamiento sexual del anciano, ya sea por alteración del sistema hormonal, o por secuelas físicas y/o psicosociales de las enfermedades crónicas que pueden originar algún grado de discapacidad. “En los hombres estas enfermedades pueden llevarlos a problemas eréctiles, como son: enfermedades cardiopulmonares, vasculares, genitourinarias, infecciosas, neurológicas entre otras, a su vez muchos medicamentos para estas enfermedades pueden ser también agentes de impotencia en el adulto mayor, como son el caso de antidepresivos, fármacos anti parkinson, antipsicóticos. Drogas antihipertensivas que pueden disminuir la capacidad eréctil, pero no están contraindicadas para la actividad sexual. Por último, cirugías previas a la próstata también podrían influir en el proceso de eyaculación” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

2. Cambios fisiológicos que influyen en el comportamiento sexual de ancianas

En lo que respecta a las mujeres, el funcionamiento sexual en la tercera edad depende del bienestar psicológico, por esta razón, la aparición de los cambios fisiológicos, aunado a situaciones que puedan considerarse estresantes para las personas, dificulta la respuesta adaptativa a los cambios. Ante la disminución de la actividad sexual en la pareja, la mujer puede pensar que ha perdido su encanto y que es imposible competir con mujeres jóvenes, lo que afecta su respuesta sexual, pero esto no significa que no se pueda seguir dando ni recibiendo placer. “Las mujeres en particular tienen dificultad para identificar y expresar sus necesidades sexuales, pudiendo contrarrestar sus cambios fisiológicos pidiéndoles a sus parejas que las acaricien por más tiempo, o probando nuevas posiciones sexuales que causen menos dolor y usar lubricantes para recuperar la falta de lubricación. Se ha comprobado también que es posible aumentar el tono muscular perineal realizando los ejercicios de Kegel, los cuales involucran contracciones de la musculatura pubocoxígea” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).
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Factores Sociales y Género
La sociedad generalmente piensa que las ancianas pierden más pronto su atractivo sexual, y como se ha mencionado antes, todo está en relación con los cambios fisiológicos que presentan, pues se considera que la actividad sexual en la mujer está destinada a la procreación, función que se pierde con el tiempo, a diferencia del hombre. Ser hombre o mujer, es parte de la sociedad que en su mayoría es controlada por las personas jóvenes, situación que deja a los ancianos y ancianas mal preparados para poder disfrutar de una sexualidad plena, o incluso para cuidar su salud. El género tiene una fuerte influencia en el comportamiento sexual, situación que algunos expertos  utilizan para poner en tela de juicio los puntos de vista tradicionales de la masculinidad y feminidad.

En muchas sociedades – culturas, las mujeres son enseñadas desde jóvenes a ser “buenas esposas” y tener una actitud sumisa frente a los hombres, situación que la gran mayoría de las personas refuerza, haciendo pensar que las niñas son inferiores a los niños, hasta tal punto que muchas jóvenes, y posteriores ancianas, creen que su situación de desigualdad está justificada. Ante esto, los únicos beneficiados son los hombres, aunque esto también tiene su precio, recortando las posibilidades de un desarrollo pleno en la comunidad masculina, por ejemplo, en lo que respecta a la expresión de las emociones, recurriendo a la violencia para solucionar los conflictos.

Uno de los factores más relevantes en las cuestiones sociales, es el demostrar que los mitos más fuertes para los adultos mayores y en especial para la mujer, poco a poco se ha vuelvo una práctica inexistente.; por ejemplo: “(…)  la salida de los hijos del hogar afecta de forma positiva la vida en pareja y la vida sexual, dado que pueden contar con un mayor espacio físico, lo cual les ha permitido una sexualidad más libre, no siendo necesario esperar el momento adecuado para tener relaciones sexuales y disfrutar de la mutua compañía, se cambia el mito del ‘síndrome del nido vacío’ por el de ‘misión cumplida’ ” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006). Otra situación que cada vez se hace menos presente, es la idea de que la mujer, durante la vejez, no necesita de una actividad sexual, aunque lo cierto es que las mujeres no perciben el sexo como algo malo, pero tampoco se sienten capaces de expresar sus deseos y necesidades; “esto se debe en gran medida a la socialización recibida (…), lo que conduce en algunos casos a una disociación entre un discurso aparentemente abierto y una experiencia sexual negadora de placer. Para las mujeres adultas mayores el mantener relaciones sexuales significa un acto de entrega, ligado a la necesidad emocional, ya que el sentirse deseadas sexualmente pasa por seguir sintiéndose bellas” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

Otra situación importante que debemos destacar en esta etapa de la vida, es la posibilidad de formar una pareja, lo cual puede presentarse cuando han pasado por la pérdida de su esposo o esposa, o simplemente, para dejar de lado la soltería que han mantenido durante su edad adulta. Es común escuchar que la formación de nuevas parejas en esta etapa de la vida, no es bien recibida por la sociedad, incluso se le proporcionan términos despectivos como “viejo rabo verde” o “viuda alegre”; estos mitos simplemente castiga a las personas y les prohíbe su derecho a una vida sexual satisfactoria, y sumando el alza de la tasa de vida de esta población, tiene mayor sentido que se busquen formar una pareja, aunque suceden cosas algo irónicas, por así decir, donde las ancianas se casan con ancianos de mayor edad, volviéndose sus cuidadoras, mientras que los hombres, con gran frecuencia establecen una pareja con mujeres mucho más jóvenes. Además, debemos considerar que “tradicionalmente ha existido una fuerte tendencia social a considerar negativamente el establecimiento de nuevas relaciones afectivas e incluso de nuevos matrimonios en mujeres viudas, lo cual limita aún más la actividad sexual de éstas. Se comprobó que el 90% de las mujeres viudas cesaban sus relaciones sexuales a partir del fallecimiento de sus esposos” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

Un último punto que se hace importante en estos temas, es la dificultad que a veces las personas en esta etapa de la vida, deban dejar su propia casa a consecuencia de la necesidad de recibir cuidados especiales, llevándolos a acudir a su familia, o incluso instalarse en residencias privadas (si es que se puede cubrir el costo) o públicas. Esta situación lleva a la perdida de la privacidad e intimidad de la pareja, pues con el énfasis que tienen los mitos de la sexualidad en la etapa adulta, puede generar conflictos con los familiares o cuidadores por no entender las expresiones sexuales que puedan tener, adoptando medidas que restrinjan o inhiban la expresión de estas conductas. “La situación se agrava cuando se separa a la pareja, con la intención de repartir la carga de cuidado entre los integrantes de la familia, sin pensar siquiera que existe una necesidad de manifestación sexual. Los familiares imponen normas de conducta que consideran apropiadas sin plantearse que en esas nuevas condiciones los/las ancianos/as necesitan aún más manifestar sus sentimientos y emociones” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).


Factores Psicológicos
Si bien hasta el momento hemos abordado las cuestiones biológicas y sociales de la sexualidad en la vejez, no debemos dejar de lado el hecho de que, si bien son específicos los cambios fisiológicos, o muchos  los mitos y prejuicios sociales, toda acción contra las personas, tiene una consecuencia psicológica, aunque debemos decirlo, no todo es culpa de la sociedad, pues muchas veces, hay factores individuales que no permiten la satisfacción de las necesidades sexuales en esta edad. “Dentro de los factores psicológicos que influyen en la disminución de la actividad sexual en personas ancianas están el fastidio, la fatiga, distinguiéndose como barreras, la monotonía de las relaciones sexuales, fatiga física y mental, los conflictos de la relación de pareja y la ansiedad frente al sexo. Otro factor que podría jugar un papel en el descenso del interés sexual, sobre todo en hombres, es el declive de la apariencia física del compañero/a” (Echenique Vidal, Laura Natividad; 2006).

Entre las mujeres, lo más frecuente es que el estado psicológico afecte la reacción que se tiene ante la menopausia, sobre todo cuando han consagrado su vida a la crianza de los hijos, lo que posibilita que su vida sexual enfrente una crisis. Por otro lado, la satisfacción con la relación de pareja es otro factor que influye, pues varios estudios indican que hombres y mujeres permanecen satisfechos con su vida sexual, a pesar de la disminución de la frecuencia de actividad sexual, tomando en cuenta los factores como: frecuencia de coito, ausencia de disfunción eréctil, afecto positivo y la excitación sexual, sin embargo la presencia de sentimientos negativos con respecto al compañero/a, afecta la satisfacción sexual y la capacidad de erección, son puntos que pueden influir en la satisfacción de las personas a esta edad.


Bibliografía
Echenique Vidal, Laura Natividad (2006); Estudio de la Sexualidad en la Tercera Edad; Universidad Austral de Chile (Facultad de Medicina, Escuela de Obstetricia y Puericultura); Chile.

1 comment:

  1. Estimada Mtra. Laura Natividad Echenique Vidal

    Mi nombre es José Luis Vázquez Villegas, soy subdirector de producción de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México.


    Tenemos un programa de radio llamado: La ciencia que somos Iberoamérica al aire, que se transmite los viernes por la frecuencias de Radio UNAM, el tema a tratar el próximo viernes 23 de agosto es El disfrute y la sexualidad en adultos mayores, y nos gustaría mucho que pudiera participar vía telefónica, nosotros nos contactaríamos usted a la hora y al lugar que nos indique. Serían unos 10 minutos.


    Agradezco su atención, reciba saludos desde México


    José Luis Vázquez Villegas
    Subdirector de Producción - Dirección de Medios
    Dirección General de Divulgación de la Ciencia - UNAM
    Universum Museo de las Ciencias
    56227480

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