Saturday, January 3, 2015

Desarrollo Psicosexual en la Adolescencia

Si bien anteriormente indicamos la diferencia entre adolescencia y pubertad, en el desarrollo del ser humano no es tomada como una referencia, pues los cambios corporales suelen suceder en un periodo corto, pero no por ello menos importante, en cambio, la adolescencia tiene un inicio previo al desarrollo corporal y termina cerca de los 24 o 24 años, siendo una etapa de muchos cambios, no solo corporales, sino psicológicos y sociales, los cuales, tendrán variaciones de acuerdo a la región y cultura que rodee al sujeto. Actualmente, algunos investigadores definen esta etapa de la vida como: “una etapa de preparación para el ejercicio de las funciones de género masculino y femenino definidas por cada sociedad como propias de la edad adulta” (Beltrán Molina, Luz; 2010). En lo que respecta a los cambios corporales, podemos hacer una división similar a la adolescencia, que si bien nos permite ubicar ciertos cambios en edades determinadas, solo son parámetros a través de los cuales nos podemos guiar, esto significa que algunos adolescentes pueden presentar estos cambios antes o después de lo que se considera “normal”, donde podemos encontrar:

1. 10 a 14 años; se inicia con la aparición del vello púbico y la menarquia o primera regla en la mujer, así como los sueños húmedos en el hombre, lo que deja en claro el inicio de la madurez sexual, además de que los caracteres sexuales secundarios se hacen presentes. Este periodo se caracteriza por una ex­trema curiosidad por su cuerpo, se presentan algunas fantasías sexuales, al igual que en las etapas anteriores, suelen explorar su cuerpo, y se pueden presentar los amo­res platónicos.

2. 15 a 17 años; se produce el crecimiento de los órganos genitales y se da una maduración sexual. Hay manifestaciones de alta energía sexual que suelen enfocar en contacto físico y sexual (exploración y/o masturbación). Pueden presentarse experiencias sexuales con personas del mismo o del otro sexo, de las cuales todavía no podemos asumir que sean el inicio de una homosexualidad o heterosexualidad, pues la orientación sexual no puede ser declarada como tal a esta edad. Las relaciones con sus pares son intensas y breves.

3. 18 a 19 años; esta se caracteriza por la completa maduración física, además de que hay una cierta madurez psicológica, la conducta sexual es más estable, y se alcanza la identidad sexual y personal. De estos últimos aspectos no podemos considerar que sean definitivos, pues como veremos enseguida, los procesos psicológicos han madurado hasta cierto punto alrededor de los 24 o 25 años, dando fin a la adolescencia.

4. Finalización de la adolescencia; esta etapa culmina con el alcance de la madurez reproductiva y el desarrollo corporal. Físicamente, las personas alcanzan su estatura definitiva y son maduros a los 20 años de edad. Para este momento, se espera que la identidad sexual este consolidada y sea expresada en la conciencia de pertenecer a un determinado sexo, asumiendo los roles de hombres y/o mujeres para estructurar su identidad de género, esto finalmente, influirá en la identidad personal, lo que le permitirá ser un individuo con características propias y con capacidad de tomar decisiones y asumir responsabilidades.

5. Juventud; es la etapa que prosigue a la adolescencia y es usada para fines estadísticos y epidemiológicos, considerada entre 21 y 24 años de edad.


Peter Blos es uno de los psicoanalistas que se dedicó al estudio de los procesos que se dan dentro del periodo de la adolescencia, además, observó y llevó a la mejor compresión de lo que sucede en el menor, a partir de la fase de Latencia que describió Freud, la cual se considera como el descenso de la pulsión sexual, situación que no debe tomarse como la desaparición de la misma, pues podemos encontrar actividades de índole sexual, como la masturbación, el exhibicionismo, entre otras. Freud afirmaría que: “De vez en cuando (…) puede aparecer una manifestación fragmentaria de la sexualidad que ha evadido la sublimación; o alguna actividad sexual puede persistir a lo largo de todo el periodo de latencia hasta que el instinto sexual emerja con gran intensidad en la pubertad” (Sigmund Freud, 2005). Así podemos confirmar que el desarrollo más importante es el de las habilidades cognitivas, la intelectualización es lo que le permite desprenderse de las relaciones objetales primarias, y por medio de sus logros académicos, desarrollar un sentido de autovaloración, ahora en un entorno social y más objetivo; si estos logros pueden ser reforzados por el resurgimiento de la pulsión sexual, estaríamos hablando de que, como menciona Peter Blos (1971), “el carácter del individuo durante el periodo de latencia se declara sí mismo para siempre (Anna Freud, El Yo y los Mecanismos de Defensa, 2004)”.

Dentro de la adolescencia podemos encontrar diferentes etapas, mismas que, como todo desarrollo psicológico, no deben ser consideradas como definitivas, siempre se puede presentar un desfase de los procesos que en teoría, tienen un seguimiento. Iniciemos con la Preadolescencia, momento en el que podemos apreciar el resurgimiento de la libido sexual, que ligada con el comienzo de la pubertad, genera en el sujeto un incremento de la energía que puede llevarlo a actividades que no había presentado antes, situación que lleva a pensar que todo lo aprendido, y que la capacidad represora y punitiva del Superyo, están por perderse, pues el niño se vuelve más difícil de controlar, situación que no se aprecia como tal en la niña.

Peter Blos (1971) menciona: “La angustia de castración que lleva la fase edípica a su declinación reaparece y conduce al muchacho a llevarse exclusivamente con compañeros de su propio sexo. En la niña esta fase está caracterizada por una actividad intensa en donde la actuación y el portarse como marimacha alcanza su clímax (H. Deutsch, Psicología de la Mujer, 1944)”. Lo anterior nos lleva a descubrir cómo es que el Complejo de Edipo comienza a reaparecer, así como los medios de gratificación que se presentaron en la infancia; llevando a los muchachos al llamado “estadio homosexual”, que se considera parte normal de su desarrollo antes de iniciar el cambio a la masculinidad, esto es lo que genera la formación de “pandillas”, en este proceso, se toma a un compañero como objeto de amor, bajo la influencia del ya en formación, Yo Ideal, que se basa en una elección narcisista; misma amistad que más adelante, permitirá al joven inclinarse hacia la Heterosexualidad. En las muchachas, debemos considerar que se mantienen en el Edipo por más tiempo, debido a que no puede resolver la Envidia del Pene correctamente, lo que permite que se identifique con la parte fálica de la madre, lo que le facilita tener una actitud activa, esto evita el tomar a la madre preedípica como objeto amoroso, y que si se da dentro de un proceso normal, posteriormente llevará a la muchacha a la feminidad.

La siguiente fase es la Adolescencia Temprana, en esta fase se da principalmente una búsqueda de objetos libidinales fuera de la familia, lo que llevara a la consolidación de las relaciones objetales del sujeto, permitiendo acomodar la libido que estaba “flotando”, debido a la decatexis de las objetos primarios; además de que la maduración proveniente de la pubertad, genera en el muchacho, la salida de su sentimiento de autosuficiencia, y en la muchacha, fuerza el desarrollo de su feminidad, quitándole su identidad de mujer activa. Antes que nada, se debe comprender que el Superyo, reduce su eficiencia durante la adolescencia, lo que deja al Yo  sin una dirección, sin un control; esto se puede entender si relacionamos la decatexis que el/la joven hacen con sus figuras parentales, y si se toma en cuenta la génesis del Superyo, se puede apreciar que no solo se separa de los padres, sino que también lo hace de las representaciones objetales y la moral que estos le dieron, aunque si tomamos en cuenta que el Yo ha podido aprender de estos elementos, se puede generar un regreso al Narcisismo, a la autosatisfacción de las necesidades del sujeto.

Lo que a continuación se produce, es una elección objetal de tipo narcisista, es la manera en la que los adolescentes generan sus amistades, Peter Blos (1971) argumenta que “cualquiera que posea las cualidades sin las cuales el yo no puede alcanzar su ideal, será el que es amado (Freud, Algunas Reflexiones sobre la Psicología de un Estudiante, 1914)”. Esto nos lleva a la formación del Yo Ideal, que absorbe tanto las funciones del Superyo, así como las narcisistas; situación que permitirá detectar la incompatibilidad de las personas con el Yo. Si bien las características antes descritas son más comunes entre los hombres, las mujeres pasan por una fase de idealización, que se puede extender tanto a hombres como mujeres, idea de que pueden ser idénticos, o diferentes a las figuras parentales; también podemos encontrar que, aparte de la importancia que las amistades tienen en esta etapa, caracterizadas por la confianza y el contarse secretos y sueños, se presenta también, en algunas ocasiones, la necesidad de tener un confidente que no hablará, un diario, en el cual puede expresarse sin ser criticada o cuestionada. Pese a esto, se puede apreciar una tendencia bisexual, equiparada a la homosexual en el hombre, de esto surge un sentimiento de poder elegir entre ser hombre o mujer, lo que tendrá resolución cuando esa idea narcisista sea llevada al propio cuerpo, llevándola a la complementación a través de la Heterosexualidad.

La siguiente fase es la Adolescencia Propiamente tal, en palabras de Peter Blos, “la pubertad en forma implacable empuja al joven adolescente hacia adelante. Su búsqueda de relaciones de objeto o, por el contrario, el evitarlos, ilumina el desarrollo psicológico que está ocurriendo durante esta fase” (1971). En esta etapa del desarrollo, podemos concluir que los procesos finales serán el abandono de la posición narcisista y bisexual, tanto hombre como mujer deberán poder ser capaces de elegir objetos heterosexuales para este momento, lo que va a dar un gran avance a los procesos psicológicos que se lleven a cabo en cada uno; en otras palabras, el/la joven ahora serán capaces de desprenderse de los objetos primarios, lo que hace surgir nuevamente el Complejo de Edipo, ahora para dársele resolución; esto traerá consigo, una apertura a nuevos horizontes,  esperanzas, y miedos acerca de la vida.

En esta etapa, las conductas narcisistas son de vital importancia para el desarrollo psíquico del sujeto, pues gracias a esto, el adolescente no resiente tanto la caída de sus ídolos de la infancia, es decir que le permite protegerse y formar un concepto de autovaloración, además de que en ocasiones parecerá que no importan las consecuencias, mostrando ser una personalidad casi patológica; además de permitir la génesis del Yo Ideal, le ayudará al sujeto a crear nuevas relaciones objetales más estables y que alejen la concepción de la relación incestuosa. Como menciona Peter Blos (1971) en “Psicoanálisis de la Adolescencia”: “Donde la formación del yo está envuelta, el narcisismo... es un rasgo progresivo... hasta donde el desarrollo de la libido está en cuestión, este narcisismo es, por el contrario, obstructivo y regresivo (H. Deutsch, Psicología de la Mujer, 1944)”. Esta es la pauta principal que nos permite la comprensión del por qué el adolescente puede ser tan “inconsciente” e “irresponsable”, este periodo permite el pleno conocimiento de sí mismo. “Dicen que está yendo hacia atrás, y desde luego, lo está, porque intenta dar el gran salto” (Peter Blos, 1971).

Otro aspecto que debemos rescatar de esta etapa, es la capacidad creativa y fantasiosa con la que cuenta el adolescente, mismas que por medio de la expresión artística, le permitirán transmitir sus experiencias, ser parte de la sociedad, lo que también le facilita acceder fácilmente a sus sentimientos, a su tan particular percepción; por medio de esta, se puede apreciar una gratificación narcisista, un reemplazo de los objetos de amor, sean heterosexuales u homosexuales, y también se puede apreciar la preparación para que un nuevo estilo de vida se instaure. Peter Blos (1971) mencionó que: “la percepción constituye la internalización de la realidad externa y normalmente es preservada como objeto de amor y odio; el adolescente que está impulsado por la necesidad de amar regresa a la costumbre infantil de incorporar objetos por destrucción, para reproducirlos en alucinaciones o (…) en fantasías como una realidad externa que ahora es idéntica a su yo (…). (Landauer, Die Ichorganisation in der Pubertät, 1935)”.

Otro proceso que se da en este momento, y que Peter Blos menciona, es el de la formación de los mecanismos de defensa. Primeramente, la increíble percepción del propio ser ayuda a la aparición de una "experiencia exaltada del yo (Landauer, 1935)”, en donde el Yo genera su restitución en relación al Yo Corporal, refiriéndose al esfuerzo, el dolor y la excesiva movilidad que el sujeto siente en este periodo, que puede relacionarse con el dinamismo de algunos, su inclinación por los deportes y por la apariencia corporal, genera angustia o preocupación en ciertos casos; al Yo Experimentador, que refiere la increíble carga afectiva y su descarga explosiva, que se puede relacionar con los procesos psicológicos y emocionales que se producen en esta etapa; y al Yo Autoobservador, la aguda percepción de la vida interna, característica que permite la concepción de los mecanismos de defensa, esto hace énfasis en la ansiedad generada por los instintos en el sujeto, llevando a establecer conductas autoimpuestas que son parcialmente defensivas y adaptativas.

Anna Freud, en “El Yo y los Mecanismos de Defensa” (2004), hablaba de la generación de defensas específicas, donde se destaca mayormente la influencia de los instintos y el conflicto generado en las estructuras psíquicas, o bien, por situaciones del exterior que el sujeto percibe con ansiedad o temor; si bien podemos encontrar diversas defensas, en la adolescencia se remarcan dos como los más importantes: el ascetismo, que es la prohibición de la expresión de los instintos y, es considerado como un mecanismo no tan eficaz para la elección del carácter, de intereses y vocaciones, debido a que tiende a restringir al yo, es posesivo y él sujeto no se esfuerza para comunicarse y relacionarse con el mundo. El otro mecanismo es la intelectualización, que no es más que vincular el instinto con los procesos mentales, con el pensamiento, volviendo así más fácil el acceso de determinado material a la consciencia, así como poder controlarlos; este proceso beneficia al conocimiento y los impulsos pueden ser desplazados.

Por su parte, Peter Blos (1971) habla del "uniformismo", que describe de la siguiente manera: “Bajo una presión grupal hacia el conformismo, se ensancha la división hacia la emoción genuina y el comportamiento medio socialmente permitido; (...) esto va más allá de la imitación; su resultado eventual es la superficialidad emocional o el sentimentalismo debido al sobreénfasis excesivo del componente de la acción en el interjuego entre el ser y el medio ambiente. (...) Es un fenómeno de grupo, que protege al individuo dentro del grupo en contra de la ansiedad proveniente de cualquier lado. El joven o la joven que no encaja (...), es generalmente considerado como una amenaza; y como tal es evitado, ridiculizado, desterrado o tolerado condescendientemente”.

Este tipo de mecanismo nos hace pensar en la importancia que tiene el medio social en el desarrollo del adolescente, y que debe ser de gran importancia en el estudio del desarrollo del ser humano, pues no somos solo seres biológicos o psicológicos, nuestra especie ha logrado tal complejidad, que el simple hecho de pensarnos fuera de la sociedad, puede llegar a ser confuso e incongruente. También debe tomarse en cuenta que este proceso deja de lado al Yo Ideal, pues este tipo de conductas e interacción con el medio no conduce tal cual al proceso de esta estructura, no permite un correcto desapego de los objetos primarios, pero si permite un mayor acercamiento al Narcisismo; en lo que respecta al uniformismo, es decisión propia ejercerlo, pero es más un tipo de estatus lo que le va a importar al sujeto, mismo por el cual podría estar dispuesto a realizar actos que, en algunas ocasiones, pueden ser considerados como incorrectos, pero a algunas personas, puede que les importe más el "encajar", en lugar de pensar por sí mismos y hacer lo que desean, claro está, todo depende del contexto en el que se desarrolle este mecanismo de defensa.

En lo que respecta a la resolución del Complejo de Edipo y a la orientación hacia la Heterosexualidad, no hay soluciones ideales, pues siempre se podrán encontrar remanentes del Edipo en el hombre, referido a una inquietud femenina, y en la mujer, se mantendrán actitudes o fantasías fálicas. Este declinamiento es lento, se alarga hasta la adolescencia tardía, incluso se puede decir que en algunos casos, el Complejo se concluye cuando el sujeto da inicio a una familia, esto debido a que se crea una nueva constelación que ayuda a dominar los restos edípicos que amenacen con reaparecer.

Anteriormente se mencionó que en la adolescencia se puede presentar una conducta homosexual en hombres y mujeres, y de esta no podemos asegurar el tiempo que durará, pero sí es seguro que estas experiencias ayudarán a reforzar y reorganizar los impulsos, y en especial, la estructura psíquica del sujeto. Estaríamos hablando de que en la mujer, la Envidia del Pene no resuelta, reforzada con un desdén por los hombres, harán que la muchacha actúe como hombre frente a otras mujeres, además de una fijación temprana con la madre, que la hace actuar como una niña dependiente, obediente y confiada, que provocan que la madre la sobrecoja de felicidad y contento, serán las precondiciones para la Homosexualidad femenina. En el hombre, podemos encontrar que el Complejo de Castración no ha sido superado, viendo a la vagina como un órgano devorador y castrante; también se presenta una fijación con la madre, una mujer frustrante e inconsistente, haciendo que el padre sea “muy maternal” o que rechace al joven; y por último, una equiparación de la madre con todas las mujeres, que se debe considerar como una secuela del Edipo, esto se relaciona con el Complejo de Castración, pues el miedo a perder el falo por parte de la madre y en específico, por la vagina dentada, lleva al sujeto a generalizar esa angustia, generando así, el rechazo a las mujeres.

Lo anterior nos da la respuesta al por qué el Edipo se revive en la adolescencia, y es que sigue la misma consigna; en la etapa fálica, el niño debe ser capaz de identificarse con el padre para poder alcanzar a su madre en una relación no incestuosa, esto siempre y cuando, la madre no sea demasiado fálica, pues generaría angustia en el menor y un mayor acercamiento con el padre. En la niña el proceso es casi el mismo, pero ella debe poder identificarse con la madre para alcanzar a su padre, pero inicialmente se quedará en una fase bisexual, esto debido a que puede identificarse con el padre y la madre, y lo que la llevará a la Heterosexualidad son los cambios fisiológicos de la pubertad y la idea de poder ser madre,  de acuerdo con Peter Blos (1971), “la madurez hacia la meta reproductiva femenina depende de la identificación de desarrollo previo con la madre. Si la identificación no está cargada de hostilidad, la joven puede aceptar sus deseos heterosexuales sin ansiedad y la maternidad como una meta deseada (Benedek, 1959)”. Claro es que la orientación heterosexual, desde este marco, es más fácil para las mujeres, pues los hombres deben lidiar con un proceso más angustiante y tener una resolución más drástica; lo que si debe remarcarse es la capacidad que ahora el sujeto tiene para atravesar por este proceso, una mayor madurez emocional, mejores mecanismos de defensa, y también, más opciones para poder desprenderse de los objetos primarios de manera más eficaz.

“Es la labor del fin de la adolescencia llegar a un arreglo final que la persona joven subjetivamente siente como ‘mi modo de vida’. La inquietante pregunta ¿Quién soy yo? retrocede lentamente al olvido. Durante el final de la adolescencia emerge una claridad de propósitos autoevidente, y un conocimiento del ser que se describe mejor con las palabras ‘este soy yo’. Esta frase declaratoria rara vez se pronuncia en voz alta, pero esta expresada por la vida particular que lleva el individuo, o que da por sentada, cuando la adolescencia llega a su fin” (Peter Blos, 1971).

En lo que respecta a la adolescencia tardía, nos podemos referir a ésta fase del desarrollo como “el final de la tormenta”, y debemos recordar que hay motivos filogenéticos, así como ontogénicos, la pubertad es naturaleza, la adolescencia, es un acto humano. Se puede apreciar que con este final, se presenta una mayor decisión para realizar lo que se desea, una integración social más estable, se puede llegar a predecir su reacción y comportamiento, las emociones tienden a no ser tan cambiantes y, hay una mejor estabilidad de la autoestima; claro está, no siempre estos procesos van a darse por separado, por ejemplo, la unión de la voluntad con los sentimientos. También es una etapa en la que los temas, situación, ideas y pensamientos que son más importantes para el sujeto, cobran mayor valor y logran delinear su forma de vida, aunque en algunas ocasiones, solo van a generarle frustración, lucha o pena, pero según el sentir del ahora joven adulto, le permitirán elegir un camino propio de autorrealización.

Peter Blos (1971) menciona que: “la adolescencia tardía es primordialmente una fase de consolidación. Con esto me refiero a la elaboración de: 1) un arreglo estable y altamente idiosincrásico de funciones e intereses del yo; 2) una extensión de la esfera libre de conflictos del yo (...); 3) una posición sexual irreversible resumida como primacía genital; 4) una catexis de representaciones del yo y del objeto, relativamente constante; y 5) la estabilización de aparatos mentales que automáticamente salvaguarden la identidad del mecanismo psíquico”. De acuerdo a esto, debemos entender que está etapa de la adolescencia, es un punto de cambio decisivo, es una crisis que el sujeto debe atravesar; a lo que debemos enfocarnos es a localizar un principio operable y dinámico, lo que permita la síntesis del aparato psíquico, es decir, que todo lo que ha pasado el sujeto a lo largo de la adolescencia, al final, permita un proceso estable e irreversible, logrando adaptarse con mayor facilidad a la realidad.

Por otro lado, los residuos de periodos anteriores que persisten, ayudan a la formación del carácter; además de que la energía usada para soluciones específicas y que deja en latencia al resto, permite el desarrollo de la toma de decisión y la individualización; es así como estamos ante lo que se podría denominar, el desarrollo y establecimiento de una personalidad.

Varios teóricos psicoanalíticos han mencionado al trauma como una parte esencial para la formación o consolidación de la personalidad, por ejemplo, Peter Blos (1971) señaló que Freud mencionó lo siguiente: “Los efectos de un trauma tiene dos caras, positiva y negativa. La primera son intentos de revivir el trauma, de recordar la experiencia olvidada, o aún mejor, de hacerla real (...). Estos intentos se resumen en términos de ‘fijación al trauma’ y ‘compulsión a la repetición’. Los efectos pueden ser incorporados al así llamado yo normal y, en forma de tendencias constantes, le prestan rasgos de carácter inmutable... Las reacciones negativas persiguen la meta opuesta (...). Pueden ser agrupadas cómo reacciones defensivas. Pueden expresarse para evitar impresiones, una tendencia que puede culminar con inhibición o fobia. Estas reacciones negativas también contribuyen considerablemente a la formación del carácter (1939)”.

Es pues, el Yo quien lleva a cabo la consolidación del proceso adolescente; las fijaciones le permiten al sujeto la elección específica de necesidades libidinales, identificaciones prevalentes y fantasías preferidas. Lo que hace el remanente del trauma es dar la energía suficiente para impulsar la experiencia hacia la vida mental, es decir, que la realidad pueda ser controlada o integrada al Yo, proceso que está bajo el mando del Yo Ideal o del Superyo (Ideal del Yo), esto básicamente nos dice que la conducta y personalidad del sujeto se decidirá a partir del medio ambiente, por la sociedad, sus tradiciones, cultura y valores, mismos que el sujeto ha ido introyectando a lo largo de su desarrollo. En otras palabras, el trauma no es eliminado del todo, los restos de este son restituidos al final de la adolescencia, es decir, ya no generan ansiedad en el sujeto, se vuelven yo-sintónicos, pasan a ser parte del Yo y generan en el sujeto la estabilización de la autoestima, que es la principal tarea de esta fase. “La autoestimación es la expresión emocional de la autoevaluación y la correspondiente catexis libidinosa o agresiva de las autorrepresentaciones... La autoestimación no refleja necesariamente la tensión entre el Superyo y el Yo. Definida superficialmente expresa la discrepancia del concepto del deseo del ser y las autorrepresentaciones (Jacobson, Contribution to the Metapsychology of Cyclothymic Depression, 1953)” (Peter Blos, 1971).

Otro punto a analizar es el de la identidad sexual, que en este periodo toma su forma final, es decir, en esta etapa, el sujeto es capaz de definir su Sexualidad según la resolución del Edipo a la cual haya llegado durante las fases anteriores, es a partir de este momento que el sujeto realmente puede comprender y responder a la pregunta de quién es en realidad. Peter Blos (1971) mencionó que: “Esto nos recuerda un comentario de Anna Freud (1952): Sabemos por experiencia propia que los intereses yoicos que se originan en tendencias narcisistas, exhibicionistas, agresivas, etcétera, pueden persistir por toda la vida como sublimaciones valiosas a pesar del destino del instinto original que los provocó”. Se mencionó que los restos del trauma ayudan a la consolidación de la personalidad, es pues, en este caso, que los restos del Edipo son los que darán la pauta para la estabilización de la Sexualidad, aunque como en fases anteriores, podemos encontrar una desviación a este proceso, la sexualización de las funciones yoicas.

Si bien los intereses del Yo y la selección vocacional se fundamentan en este momento, pueden ser invadidos por instintos, que con el tiempo, agobian al Yo con una intensa excitación sexual y fantasías que volverán inestable a esta instancia; esto nos lleva a la reducción de la objetividad, el sentido de realidad y la autocrítica; básicamente, no le permiten al sujeto su correcta funcionalidad, como mencionó Freud, “se comportan como la cocinera que al entrar en un affaire con el amo se rehúsa a hacer su trabajo en la cocina (Inhibición, Síntoma y Angustia; 1926)”.

“El proceso de consolidación nunca es de simples alternativas; por lo tanto, no podemos hablar de soluciones de tensiones desequilibrantes, sino más bien de su organización en términos de patrones o sistemas” (Peter Blos, 1971). En otras palabras, estamos hablando de que la adolescencia tardía ayuda al establecimiento de tres antítesis de la mente: sujeto – objeto, activo – pasivo y placer – dolor; esto es lo que lleva a la formación de una Identidad, de un todo organizado, pero esto no descarta la posibilidad de que estas puedan variar, los diferentes roles en la vida de la persona y la necesidad de gratificación en el medio que lo rodea, nos habla de procesos mentales adaptativos, roles que en ocasiones no están en equilibrio o en estrecha relación, pero que se unifican para alcanzar la autorrealización. Peter Blos (1971) menciona: “Un hombre no debería esforzarse por eliminar sus complejos, sino ponerse de acuerdo con ellos: ellos son legítimamente los que dirigen su conducta en el mundo (Jones, Vida y Obra de Sigmund Freud, 1955)”.

Por último, hablemos de la postadolescencia, que no es más que un lapso en el cual, el sujeto entra a la vida adulta como tal. Si bien las fases anteriores moldean la personalidad e Identidad del sujeto, todavía les falta “armonía”, y con ayuda del ahora fortalecido Yo, esta fase es marcada por la elección de una ocupación, el sujeto se da cuenta de su “responsabilidad social”, llega la dignidad por sentirse útil; además es un periodo de integración de los procesos psíquicos del sujeto, es básicamente, un periodo para que el sujeto experimente nuevas opciones.

“Durante el periodo postadolescente emerge la personalidad moral con su énfasis en la dignidad personal o autoestima, más bien que en la dependencia superyoica y la gratificación instintiva. El Yo Ideal ha tomado posesión en varias formas de la función reguladora del Superyo, y se ha convertido en heredero de los padres idealizados de la infancia. La confianza antes depositada al padre ahora se une al ser y todo tipo de sacrificios son hechos con el fin de sostener el sentido de dignidad y autoestima” (Peter Blos, 1971).

Como en todas las etapas anteriores, en esta también se encuentra una desviación en el desarrollo, en este caso, se le conoce como “fantasía de rescate”. En esta, el adolescente no puede dominar las tareas diarias, es decir, espera que las mismas circunstancias las resuelvan; en otras palabras, espera que los conflictos sean eliminados por el ambiente, en especial, por parte de la madre que extingue la tensión y regula el autoestima; esta sobrevaloración de los padres, es transferida al medio, lo que lleva al sujeto a esta fantasía, casi como un pensamiento narcisista, donde las necesidades del sujeto deben ser consideradas y satisfechas por las personas que rodean al adolescente.

En lo que respecta a las relaciones objetales, es apreciable que cuando encuentran un objeto de amor con el cual tiene un mínimo de ambivalencia, es decir, diferencias, el sujeto se vuelve selectivo, ya sea por identificación o contraidentificación, y generalmente son rasgos, actitudes o tendencias del Yo que han sido aprendidas de los padres. “Un aspecto especial de la postadolescencia que merece atención es el esfuerzo continuado de llegar a un arreglo con las actitudes e intereses del yo parental. Este esfuerzo constituye un paso decisivo en la formación del carácter después de que el impulso sexual ha sido crecientemente estabilizado por su alejamiento de los objetos infantiles de amor y odio” (Peter Blos, 1971). Este proceso es solamente posible si las figuras parentales son reconciliadas por parte del adolescente, es decir, el joven debe “hacer las paces” con la figura paterna, así como la joven con la figura materna, pues de no llevarse a cabo, se corre el riesgo de la aparición de soluciones regresivas (como la histeria y el narcisismo), deformaciones yoicas, o una ruptura del sentido de realidad.

Peter Blos (1971) mencionó que: “El escrito de Jones (1913) sobre la fantasía de la reversión de generaciones contiene ideas que son relevantes (…). ‘No es exageración decir que a una mayor o menor extensión, siempre hay alguna transferencia personal del padre al niño del sexo correspondiente… La personalidad propia del niño es así moldeada, o distorsionada, no solo por el esfuerzo de imitar a sus padres, sino por el esfuerzo de imitar los ideales de sus padres que, en su mayoría, son tomados de los abuelos del sexo correspondiente.’ Por sustitución inconsciente, son estabilizadas las fallas de la tarea postadolescente (…), durante la vida familiar de la generación siguiente”.

Así pues, podemos llegar a la conclusión de que el adolescente rebelde no se trata de separar de los objetos tempranos de amor, sino del principio de realidad y moral que estos le han dado, situación que sucede antes de que el sujeto pueda consolidar sus intereses y personalidad. Además se da una afirmación o rechazo de las instituciones sociales o tradiciones que en parte, componen la influencia parental; esta negación o conservación de la cultura, es lo que le permite al adolescente integrarse en la sociedad, acompañado de una motivación moral o emocional, haciendo retroceder a los conflictos instintivos, y reforzando los procesos de integración del Yo; la postadolescencia es pues, una fase que une las fases anteriores, llevando a la adolescencia a su final, aparte de dar un sostén inicial y firme a la vida adulta. “La psicología de la adolescencia puede ser vista en términos de un sistema energético que pretende alcanzar niveles superiores de diferenciación hasta que eventualmente se estabiliza en patrones” (Peter Blos, 1971).


Noviazgo y Violencia
Podemos decir que para este momento, las relaciones de pareja ya no son un “experimento” como puede suceder en la etapa anterior; ahora se busca compartir aspectos importantes de sus vidas, entre los que destacan los emocionales o afectivos, sociales, legales, reproductivos, sexuales y económicos. “La relación de pareja debe basarse en la búsqueda del bienestar de ambos, teniendo como principios el respeto, la equidad en la responsabilidad y en los derechos, la consideración y la comunicación asertiva, lo que permitirá el equilibrio indispensable para una relación sana, enriquecedora y feliz. El no cumplimiento de algunos de estos principios puede conducir a la aparición de situacio­nes conflictivas, tales como violencia (física, psicológica y verbal), infidelidad, entre otros, lo que puede acarrear malestar y frustración en uno o en ambos miembros de la pareja” (Beltrán Molina, Luz; 2010).

Por otro lado, aunque parezca difícil de entender, es más frecuente escuchar de conductas violentas entre las parejas de jóvenes han iniciado un noviazgo; en estos casos, es importante para él/la adolescente aprender a reconocer ciertas conductas que expresan vio­lencia psicológica y que anuncian la proximidad de acto físico y sexual. En esta etapa, el enamoramiento nos hace pensar que todo es “color de rosa”, y nuestro “ser amado” nos parece casi perfecto, justificando ciertos detalles que podrían romper esa frágil burbuja de cuentos de hadas; esto puede llevar a una situación de alto riesgo a los adolescentes, pues si comienzan a dar explicaciones de la conducta violenta de su pareja, haciéndola pasar por natural, estarán comenzando un círculo vicioso del cual las salidas no siempre serán las mejores. De acuerdo con Luz Beltrán Molina (2010), se debe poder reconocer ciertas conductas que son  indicios de lo que posteriormente puede venir:

Excesivo control: Puede ser que no se de mucha importancia a esta persecución o que se justifique: “Es que él/ ella está loco/a por mí y quiere saber todo lo que hago”. Puede parecer puro interés por el/la novio/a, pero luego este acoso se convierte en motivo de gran ansiedad, peleas y agresividad.
Llama constantemente, lo que es una forma de control, pero que se puede tomar como signo de amor y de preocupación hacia la novia o el novio.
Se pone bravo/a porque se llega 10 minutos tarde a la cita, lo que se atribuye a que él/ ella es muy puntual.
De repente uno se da cuenta de que está con una persona a la que hay que rendirle cuen­ta de todo, cumplir horarios severamente estrictos y que empieza a disminuir nuestra autoestima y capacidad de decidir.
Hay algunas frases comunes: ¿a dónde vas?, ¿con quién?, ¿por qué?, ¿vas con esa ropa tan provocativa?, ¿a qué hora regresas?, ¿lo saben tus padres? ¿esa amiga yo la conozco?, ¿dónde vive?.

Control posesivo:
El/la novio/a no acepta que se comparta con otras personas. Le molesta demasiado el cariño hacia familiares, amigos. Los celos de este tipo prácticamente aparecen en todos los hombres violentos.
La pareja desea todo el tiempo de la otra persona, pensamientos y devociones para estar seguro de su afecto.
Aunque parezca seguro y fuerte, en realidad, este “tipo de novio/a” suele tener baja au­toestima y necesita constantemente una reafirmación de los sentimientos de afecto que se sienten hacia él o ella.


Inicio de la Actividad Sexual, Maternidad y Paternidad
Para este momento es preciso que las y los adolescentes estén conscientes del paso que van a dar y tener en claro su capacidad, lo que les permite asumir las consecuencias de sus actos. Además, es conveniente que analicen lo que desean para no sentir que se les está utilizando, por otro lado, deben tomar medidas protectoras para pre­venir embarazos no planificados o enfermedades de transmisión sexual.

“Cuando se ha decidido tener relaciones sexuales, la consulta a un especialista de la salud es requerida para recibir orientación y determinar qué método anticonceptivo es el más ade­cuado. El método más accesible y fácil de usar es el preservativo o condón. Tiene la ventaja de que no necesita indicaciones médicas y se vende en cualquier establecimiento público, farmacia, supermercado, kioscos, otros. Además de prevenir un embarazo no deseado/no planificado, protege de las ITS y del VIH/SIDA” (Beltrán Molina, Luz; 2010). Debemos tener en cuenta que muchos especialistas están dispuestos a dar la información y orientación respecto a temas sexuales, incluso temas que los mismos padres o profesores no pueden abordar, mismos que dejan de lado que para poder iniciar una conversación con los jóvenes, sólo se necesita romper el hielo y preguntar, o dejar que ellos mismos pregunten; de esta forma, al igual que en las etapas anteriores, la comunicación garantiza una sexualidad plena, sana y segura.

En lo que respecta al embarazo en adolescentes ha habido un cambio respecto a la edad de la pareja, pues antes, era normal que el padre fuera un hombre adulto, pero en la actualidad, se observa con frecuencia que la pareja es un adolescente, situación que los profesores de las escuelas pueden confirmar, además de que no se ha podido hacer nada al respecto, pues las medidas institucionales solo contemplan a la madre. Por otra parte, en la consulta directa con adolescentes, es frecuente identificar como también afecta y preocupa al joven y a su familia.

“Ante los argumentos anteriormente presentados se considera conveniente hablar de mater­nidad y paternidad en la adolescencia. Esta denominación encierra no sólo el énfasis en la participación, y por ende, de la respon­sabilidad del adolescente en el hecho. También preserva el derecho del padre adolescente a vivenciar la hermosa experiencia de la paternidad, incluida la expresión del afecto y de la ternura que a muchos hombres les es negado expresar. Por otra parte, si se excluye al joven adolescente en el análisis del problema, las estrategias que se construyan para abordarlo estarán dirigidas sólo a la mitad de las personas que partici­pan en su aparición, por lo que la eficacia de la intervención también puede verse disminuida” (Beltrán Molina, Luz; 2010).

Consecuencias del embarazo no planificado en la mujer adolescente:
Deserción escolar
Formación académica y/o laboral incompleta
Acceso a trabajos con baja remuneración
Riesgo de explotación en el trabajo
Dependencia económica
Matrimonios prematuros
Sentimientos de minusvalía y baja autoestima
Mayor probabilidad de presentar abortos
Niños/niñas con bajo peso y talla al nacer
Niños/niñas maltratados/as, abandonados/as, con carencias físicas y emocionales.

El embarazo no planificado y la paternidad en adolescentes; aunque existe el estereotipo de que el hombre huye de la responsabilidad, esto no siempre sucede así, pues algunos desean asumirla, sin embargo, en algunas ocasiones encuentran obstáculos en su familia. Otras conductas que pueden presentarse en estos casos son:
Casarse en forma forzada.
Responsabilizarse sólo por la manutención del bebé.

También debemos decir que en su afán por demostrar su hombría, muchos adolescentes corren riesgos, como manejar a gran velocidad; arriesgarse a tener relaciones con cualquier persona sin protección; y en general, no cuidan su salud porque eso "es de mujeres", razón por la cual los hombres son más propensos a contraer infecciones de transmisión sexual.


Abuso Sexual
El abuso sexual es una forma de violencia y se presenta cuando una persona obliga a otra a tener contacto o acercamiento con claro contenido sexual, para esto, debemos tener en cuenta que lo único que nos impide hablar de violación, es el hecho de que pueda o no existir una penetración (violación), pero tanto esta como el abuso, siguen las mismas líneas de detección y consecuencias, según el grado de trauma que puedan generar en el/la adolescente.

En ocasiones, las personas que han sido violadas y/o abusadas, tienden a sentirse culpables, cuando en realidad esto no es cierto; por esta razón, muchas veces se deja pasar el evento, olvidando que deben buscar atención médica para prevenir el contagio de alguna ITS y/o VIH, embarazos, así como para recibir apoyo emocional, situación que podemos poner en primer lugar, pues ante una situación de esta índole, se puede presentar una desestructuración de la aún en formación personalidad. Las secuelas del abuso mal manejado en niños y adolescentes pueden generar un estigma o la ideación de un cuerpo incompleto o parcialmente destruido; mientras que en los adultos, se pueden presentar problemas en la alimentación, la sexualidad, anorgasmia y fobias.

¿Cómo saber cuando un niño/a o adolescente es objeto de abuso sexual?; hay cambios de comportamiento que se manifiestan en todas sus reaccio­nes, pudiendo apreciarse:
Exceso de higiene
Agresividad
Se vuelven inseguros, temerosos, tienen terrores nocturnos, baja su rendimiento escolar
Aparecen actitudes negativas respecto a su propio cuerpo
Disturbios en la alimentación
Aparición de ciertas actitudes sexuales, como autoestimularse (masturbarse) en pú­blico compulsivamente o acercarse de manera sexualmente agresiva a otras personas.

El diagnóstico del abuso sexual se hace en función de indicadores médicos y psicológicos (con­ductuales) específicos e inespecíficos.



Bibliografía
Beltrán Molina, Luz (2010); Educación de la Sexualidad y Salud Sexual y Reproductiva. Guía para Docentes; Fondo de Población de Naciones Unidas; Venezuela.
Blos, Peter (1971); “Psicoanálisis de la Adolescencia”; Ed. Joaquín Mortiz, México.
Freud, Sigmund (2005); “Sigmund Freud, Obras Completas”, Tomo VII “Tres Ensayos de Teoría Sexual”; Ed. Amorrortu; Buenos Aires – Madrid.


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