Hablar de sexo, de
ser hombre o de ser mujer, es una situación que puede tener un sinfín de
significados; pues aunque nuestro cuerpo nos haga diferentes, la propia cultura
y el momento histórico en el que nos encontremos es lo que determinara nuestras
actitudes, que podemos y que no hacer; muchas veces, esto es lo que ha
determinado que tanta libertad tiene una persona para realizar lo que desea,
muchas otras, da la oportunidad para poder desarrollarnos plenamente. Por esta
misma razón, “un niño que juega a ‘las casitas’ es tan niño como otro al que le
gusta más jugar al fútbol. Una niña que a menudo usa pantalones es tan niña
como otra a la que le encantan las faldas y los adornos. Ni este niño está desarrollando su parte femenina ni esta niña su
parte masculina, simplemente asumen como propio lo que, desde el patriarcado,
se ha dicho que no compete a su sexo” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo
Guijarro, Concepción; 2006).
La experiencia de
vivir en un cuerpo femenino o en uno masculino, y el significado que le damos a
nuestras vivencias, es lo que podemos denominar “diferencia sexual”. La cual,
no es lo mismo que hablar de género, es decir, la diferencia sexual nos permite
sentirnos y vivir con nuestro cuerpo de una manera cómoda y satisfactoria,
mientras que el género, solo nos está haciendo referencia a las actividades y
actitudes que la sociedad espera que realicen los hombres y las mujeres; y esto,
tampoco determina como debemos conducirnos en la sociedad, pues “cada persona
puede llegar a sentir, a pensar, a preguntarse o a desear cosas nuevas, cosas
no reconocidas ni aceptadas socialmente. Y desde ahí, con los ‘mimbres’ que le
da la cultura, puede crear ‘cestas nuevas’, puede abrir nuevos espacios en la
propia cultura” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción;
2006).
Esto, en lo que
respecta a la forma de educar a los niños y niñas en edad escolar, nos deja
muchas opciones para poder trabajar con ellos, pues podemos hacer la diferencia
de un modelo y un referente, pues el primero solo hace referencia a lo que
socialmente es aceptado, es un estereotipo, mientras que el segundo, nos
permite tomar ciertas actitudes que nos permitan encontrar nuevas formas de
convivencia; claro está que cada uno puede contar con objetivos diferentes, por
ejemplo, los cuidados para mantener una buena salud pueden ser considerados una
especie de modelo, mientras que un referente, puede ser utilizado para que los
niños y niñas aprendan ciertas actitudes que les permitan desarrollarse de
manera eficaz, dejando de lado si siguen lo que socialmente es esperado, pues
ellos podrán tomar la decisión de, si seguir un patrón ya establecido, o
simplemente darse la oportunidad de experimentar una nueva forma de
convivencia, que en ocasiones, puede ser opuesta a lo que los estereotipos
indican.
En lo que respecta a
la sexualidad, este esta es una de las partes que como humanos, nunca
terminaremos de descubrir, pues en cada etapa de la vida, hay nuevas cosas que
se pueden conocer de uno mismo y de los demás, es una forma en que nos podemos
expresar, comunicar, sentir, intimar, dar y recibir placer; situaciones que
varían según el sexo y el sujeto, pues esta no es instintiva, podemos decir que
es más bien aprendida. Por esta razón, cualquier persona adulta que tenga
contacto con niños o niñas, les enseña a través de muchas maneras: formas de
establecer vínculos, gestos, vocabulario, expresión de afectos, etc., y podemos
percibirlo en dos espacios importantes para el menor: “(…)en la educación
infantil, las prácticas docentes llevadas a cabo en la educación primaria
tienden a prestar menor atención al intercambio singular con cada niña o niño para
poner un mayor acento a la transmisión generalizada de mensajes y contenidos. Y
esto suele agudizarse a medida que las criaturas crecen. Pero ellas siguen ahí,
empapándose con todo lo que se les dice y no se les dice, con todo lo que ven
hacer y no hacer. En el ámbito familiar, esta escisión no se da de un modo tan
drástico. Es raro, sobre todo en el caso de las madres, que se deje de prestar
una especial atención al momento vital de cada niña y cada niño, a sus
intereses, deseos, necesidades, sentimientos, etc. Y también, a cómo la
relación que establecen con sus hijos e hijas afecta a su crecimiento y
desarrollo” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción;
2006).
Familia y Escuela
Gran parte de los profesores consideran que el lugar idóneo para
tratar temas relacionados con los afectos y la sexualidad es la casa, y no en
la escuela, como si la atención que las madres y padres prestan a sus hijas e
hijos no fuera necesaria en la escuela o en cualquier otro lugar donde una
persona adulta se relacione con menores. Debemos recordar que siempre, los
niños y niñas, son seres sexuados, y por ende, irán de la mano con su
sexualidad sin importar el lugar en el que se encuentren. “Tratarles como si
sus afectos, su cuerpo, sus sentimientos y sus deseos pudieran no estar presentes
en la escuela o en cualquier otro lugar, es intentar parcelar su experiencia
vital, acentuar la idea de que la sexualidad debe mantenerse callada y oculta
y, por tanto, considerarla como algo conflictivo o negativo” (Hernández
Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006).
Por otro lado, a veces son las propias familias las que no quieren
que se aborde la sexualidad en el ámbito educativo. Y por esta razón, algunos
maestros y maestras temen abordarla de forma explícita y clara, todo por miedo
a la reacción de los padres. Esta situación, presenta un buen pretexto para
iniciar un diálogo con la familia, donde el profesor deje en claro que no se
siente bien mintiendo u ocultando información a los menores, pues tarde o
temprano, conocerá la información por otros medios y se sentirá defraudado con
lo que han hecho los adultos que le rodean. “Tal vez, de este modo, la madre
y/o el padre acepten su mediación para transmitir esta información que,
probablemente, ni él ni ella saben muy bien cómo abordarla” (Hernández Morales,
Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006).
Hombre y Mujer
“¿Puede una mujer
educar la sexualidad de un niño? ¿Puede un hombre educar la sexualidad de una
niña? ¿Es el sexo un factor determinante? ¿Dónde están los límites?” (Hernández
Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006). Tanto mujeres como
hombres pueden abordar y enseñar a niños y niñas sobre sexualidad; pero no
podemos dejar de lado que a veces, el sexo del adulto, le permite establecer
una mejor relación, de semejanza cuando se trata del mismo sexo, y de
diferencia, cuando son opuestos, no hay pros ni contras, solo diversas formas
de poder hablar.
1. Ser mujer; cuando
la relación se establece entre una mujer y una niña, esto puede ser
experimentado como algo muy íntimo, debido a que pueden hablar de “mujer a
mujer”, pues tienen una forma especial de vivir su sexualidad y de expresarla.
“Así, por ejemplo, una mujer que está a gusto con su propio cuerpo, es feliz
con su sexualidad, vive una afectividad rica y sana, enseña a una niña que es
posible ser mujer y vivir la sexualidad de este modo” (Hernández Morales,
Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006). Pero esto no supone obstáculos
para que una mujer pueda abordar la sexualidad con los niños, ser parte, pues
ser mujer no significa desconocer cómo evoluciona y se presenta la sexualidad
masculina.
2. Ser hombre; del
mismo modo que pasa con las mujeres, la semejanza corporal del hombre y el niño
hace que pueda darse un tipo de complicidad, y que la forma de expresar la
sexualidad de los adultos, sea un referente para los niños. Debemos mencionar
que en la actualidad, a diferencia de otros tiempos, los hombres se interesan
más por la afectividad de sus hijos, hijas, alumnos y alumnas, además de
expresar sus sentimientos, creando así, un ambiente de confianza donde los
niños pueden expresar lo que sienten de una manera libre. A pesar del gran
avance que las sociedades han experimentado, aún sigue habiendo padres y
maestros que cohíben a los menores con su actitud, lo que principalmente, recae
sobre la afectividad y expresión de los niños; por otro lado, muchos niños
siguen creciendo sin un padre o un maestro que se muestre preocupado por lo que
le sucede, lo que simplemente refuerza el estereotipo de que los hombres y la
afectividad no son “buenos compañeros”. Esta ausencia también afecta a las
niñas, ya que les quita la oportunidad de aprender y conocer a los hombres. “Los
padres y los profesores enseñan a sus hijos y alumnos y, de otra manera, a sus
hijas y alumnas, no sólo con cómo se
relacionan con otros hombres, sino también con su manera de dirigirse a las
mujeres. Por ejemplo, con cómo hablan y valoran las actividades e intereses de
su esposa, de su compañera de trabajo o de las mujeres en general” (Hernández
Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006).
Hablar de sexualidad
“El sentido y los
significados que damos a la sexualidad se transmiten a través de nuestra forma
de ser y de relacionarnos; son formas y maneras que, para una niña o un niño,
tienen mayor significatividad que los discursos que les podamos dar. (…) Para
educar la sexualidad, es importante descubrir y nombrar los propios miedos,
deseos, sentimientos y prejuicios en torno a ella. Y, tomando en cuenta esta
realidad, plantearnos qué hacer desde ahí, cómo abordarla de la mejor manera
posible sin que este ejercicio se vuelva en contra nuestra” (Hernández Morales,
Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006). Para esto, analicemos una
serie de aspectos que generalmente se presentan en los niños y niñas:
1. Deseos y
ensoñaciones; tanto niños como niñas suelen tener una visión de la sexualidad
con ideas que generalmente no son reales; es más frecuente poder encontrar a
situaciones en las que creen conocer todo acerca del “sexo”, pero en realidad
solo es un reflejo de lo poco que pueden entender sobre estos temas, lo que los
puede poner en riesgo de ciertas situaciones que aún no pueden controlar,
además de que con el paso del tiempo, irán en busca de esa situación tan
especial que ni siquiera es real, produciendo un placer vacío y frustrado. Todo
esto hace que tanto niñas y niños, piensen que no tienen sexualidad, pues al
igual que muchos adultos, suelen relacionar la sexualidad con el coito, “esta
idea lleva a muchas niñas y niños a sentir que no tienen sexualidad sólo porque
no practican el coito, que la sexualidad es algo que empieza a formar parte de
un ser humano a partir de los 16, 18 o 20 años. Les lleva, además, a
interiorizar una serie de ideas equivocadas” (Hernández Morales, Graciela;
Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006). Por eso, es importante que contar con
algún adulto, sea de la familia o la escuela, alguien en quien confíen para
poder expresar lo que sienten y lo que les pasa; pues logrando identificar lo
que vivenciamos, es un buen comienzo para poder comprender la realidad, y no
dejarlos que generen ideas erróneas con lo que ven en el cine, la televisión, o
simplemente con lo que escuchan de sus amigos.
2. Crear un ambiente
de confianza; esto permitirá que tanto adultos como niños y niñas puedan
expresarse libremente, en especial los menores, pues cuando tienen la seguridad
de que se les tomara en serio, o que no serán juzgados ni manipulados, están
más dispuestos a hablar y escuchar lo que el otro puede aportarles. Es normal
que en algunas ocasiones, puedan sentir temor o vergüenza al hablar sobre temas
relacionados con la atracción, el amor, o simplemente de ciertos cambios que
pueden estar experimentando en sus cuerpos, además de que no por el simple
hecho de que se permitan a hablar de determinadas situaciones, significa que
debemos invadir su intimidad, pues ellos también necesitan tener sus propios
secretos.” No es lo mismo el silencio que la mudez. El silencio tiene que ver
con el deseo de no compartir alguna experiencia o de dejarla reposar hasta
encontrar las palabras adecuadas. La mudez, en cambio, tiene que ver con el
miedo a decir, con el temor a que lo que les inquieta sea mal acogido”
(Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006).
3. Estimular, proponer
e informar; “Hay una pregunta que suele estar presente en la cabeza de muchas
personas que educan a niñas y niños: ¿Tenemos que esperar a que nos pregunten y
muestren curiosidad por la sexualidad, o es mejor hablar de ella antes de que
manifiesten interés por la misma?” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo
Guijarro, Concepción; 2006). Es claro que para todo hay tiempo, y nunca podemos
asegurar cuando es el mejor momento para hablar o no sobre la sexualidad; en
ocasiones, no hablar de estos temas, sino hasta que muestran un gran interés,
lleva a la niña o al niño a sentir que a los adultos que le rodean no se siente
a gusto hablando de estos temas, por lo que pueden dejar de preguntar, lo que
los lleva a conseguir información en lugares que no son los mejores, sintiendo
confusión por lo que aprendieron; ante esto, podemos apostar por contarles como
nos sentimos respecto a esos temas, lo que puede mantener abierto el canal para
comunicarse. “No es necesario esperar a que tengan una gran madurez para hablar
sobre sexualidad. Ocurre más bien al contrario, proponerles determinados temas
de conversación, hace que maduren, crezcan, se estimulen. Dar información
sexual no es adelantarse a los acontecimientos ni estimular una sexualidad que
no sea acorde a su edad. Es permitir que comprendan qué les pasa a sus cuerpos,
que lo vivan con salud, creatividad y alegría, y que den nombre a sus
sensaciones y deseos” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro,
Concepción; 2006).
4. Escuchar; solemos
pensar que una persona esta centrada cuando es capaz de reconocer lo que quiere
y lo que le gusta, lo que no significa ensimismarse o ser egoísta; simplemente
es tener la posibilidad de relacionarse con las otras personas teniendo en
cuenta quienes somos. “(…) es tanta la presión que viven las niñas y los niños
para que sientan y sean de una determinada manera que no es extraño que en un
momento determinado de sus vidas dejen de saber qué quieren o qué les gusta,
reproduciendo lo que les han dicho que deben querer y sentir” (Hernández
Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006). Hay que saber
escuchar para saber lo que realmente le pasa a cada niña y niño, lo que supone
dedicarles tiempo para que puedan expresarse, para que podamos entender que es
realmente quieren saber. Escuchar, implica apertura y aceptación, además de ser
la mejor manera para que se escuchen a si mismos, y no sientan miedo o vergüenza de expresar lo
que les incomoda y lo que sienten.
5. Dar palabras; es
importante darnos cuenta, al momento de hablar con ellos, las palabras que están
usando y lo que significan para ellos; cuando usan palabras o expresiones que
han escuchado de sus mayores, es necesario ayudarles a entenderlas de un modo
claro, sin confusiones. Debemos poder proporcionarles el vocabulario suficiente
para que puedan relacionarlo con su cuerpo, sus ideas, sus sentimientos y
experiencias. “Entender el sentido y el significado de cada palabra que usan,
les da una mayor capacidad para imaginar y nombrar lo que quieren realmente vivir
y no quedarse en simples ensoñaciones. Se trata de partir de sus palabras, de
sus vivencias y de sus inquietudes para estructurar la información y organizar
su conocimiento” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción;
2006).
Sin lugar a dudas, la forma en cómo comunicarnos con los niños y
niñas para poder aclarar sus dudas, es una de las partes más difíciles que
pueden experimentar los padres y algunos profesores; pero esto trae de la mano
el poder explicarles situaciones relacionadas a los cambios que han comenzado a
experimentar y que les da curiosidad, de entre los que podemos encontrar:
1. Un cuerpo
cambiante; cerca de los 7 y los 10 años, los menores suelen tener una
disposición y curiosidad lo suficientemente altas para poder entender y
comprender lo que sucede con su cuerpo, aunque una sola platica no es
suficiente para que lo aprendan, pues poco a poco irán integrando la
información a su forma de pensar. Después de los 10 años, cuando los cambios
corporales se presentan y comienzan a ser más acelerados, les genera una mayor
curiosidad, más aun cuando notan que este proceso de cambio no es igual en
todos los niños y las niñas. En este momento debemos aprender a separar lo que
es la pubertad (cambios físicos y fisiológicos) de la adolescencia (cambios
psíquicos y sociales, como el aprendizaje de nuevos roles, formas de
relacionarse y nuevos gustos). Lo cierto es que esta distinción muchas veces
queda de lado, siendo lo importante que “(…) sea cual sea su proceso de
crecimiento, necesita entender qué le sucede a su cuerpo en cada momento para
poder sentir su propia piel sin miedo y sin mitos. (…) Es importante informar
de lo que les pasará con un poco de antelación, para que no se sorprendan ni
vivan estos cambios con sobresaltos, entendiendo, además, que en todo este
proceso no existe una norma rígida y cerrada, o sea, que cada cual tendrá una
experiencia diferente y única” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo
Guijarro, Concepción; 2006).
2. Vivencia del
cuerpo; en ocasiones, las formas en las que llegamos a decir o expresarnos
sobre ciertas actividades o partes del cuerpo, suelen hacer que los niños
piensen que se tratan de cosas malas, lo que hace que vivan una sexualidad con
vergüenza. Conocer como es su cuerpo, es fundamental y necesario para que
puedan sentirse a gusto con él, esto conlleva sentimientos, y a veces, es
necesario que conozcan su cuerpo en privado, o incluso solo responde a los
cuestionamientos que pueden recibir si algún adulto los encuentra tocando su
propio cuerpo, aunque, también hay veces que muestran sus cuerpos simplemente
porque les gusta hacerlo. “Cada cuerpo, cada rincón de nuestro cuerpo, (…) nos
da infinitas posibilidades de hacer, sentir, crear, experimentar. Para dar
significados libres a nuestros cuerpos es necesario tomar conciencia de estas
posibilidades y no reducir la experiencia corpórea a unos cuantos clichés y
estereotipos. Todos los cuerpos tienen infinitas posibilidades, pero también
límites y necesidades. (…) Pero los límites no son impedimentos para
experimentar y probar diferentes maneras de ser, sino que nos invitan a hacerlo
con medida y sensatez. Saber cómo es el propio cuerpo (…) es conocerse y poder
encontrar el modo de estar a gusto con él; de expresar una manera propia de ser
chica o de ser chico” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro,
Concepción; 2006).
3. Curiosidad por
otros cuerpos; al igual que los infantes, los niños y niñas sienten curiosidad
por el cuerpo de otras personas, generalmente de compañeros y compañeras, y
suele imaginar cómo serán sus cuerpos cuando sean adultos. Ver cuerpos desnudos
en casa, la televisión, películas o dibujos, les permite expresar y saciar su
curiosidad, pero esto no significa que sea necesario desnudarse. “Cada cual, en
función de la relación que tenga con la niña o el niño, de sus sentimientos o
de su carácter tendrá que buscar su propia manera de enseñarles cómo son los cuerpo
sexuados. Si hacemos algo que nos hace sentirnos mal, lo que les enseñamos es
malestar” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006).
4. Autoplacer;
cuando el niño o la niña entienden que todo su cuerpo está vivo, sienten
placer; juegos, risas, el contacto del agua en la piel, las caricias, etc.
avivan su cuerpo y les dan placer. “Desde que nacen, experimentan formas
diversas de placer en cada rincón de sus cuerpos. (…) Asimismo, a medida que
crecen, toman conciencia de que esta práctica tiene significados complejos y, a
veces, conflictivos en su entorno. En general, con pocos años, ya no hace falta
insistir demasiado en que la masturbación es una práctica íntima porque ya lo
han aprendido. Lo que sí es necesario explicarles es que no se trata de algo
dañino o negativo. Por eso, con 5 ó 6 años, si un niño o una niña siguen
tocándose los genitales en público, es probable que tengan algún conflicto
psicológico y/o emocional” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro,
Concepción; 2006).
5. Expresión de
afectos; desde que nacen, niños y niñas tienen a necesidad de comunicarse a
través del contacto físico, situación que también les genera placer. Es
necesario tomarse en serio lo que sienten, ayudándoles a expresar con su cuerpo
aquello que quieren sin dañar ni forzar a nadie. A partir de los 9 o 10 años, esto
pude cambiar, mostrándose irritables o violentos ante las demostraciones de
afecto en público, no es que no les guste, lo que no les gusta es lo que puedan
pensar sus compañeros o compañeras. “(…) no es extraño que muchos niños
expresen la afectividad entre ellos dándose toques en la espalda o pequeños
golpes en los brazos o en la cabeza (…), afortunadamente, cada vez son más los
niños que se atreven a expresar su afecto también con besos y abrazos [aunque
algunos] lo hacen de forma impulsiva tanto a niñas como a niños, sin pedir permiso
y, a veces, sin medir sus fuerzas. (…) Por su parte, el contacto físico como un
modo de expresar sentimientos suele ocupar un lugar importante en las
relaciones que las niñas establecen entre sí. Ellas suelen abrazarse con más
suavidad y, una parte significativa de su expresión afectiva, está relacionada
con el cuidado. (…) Aunque también hay niñas a las que les cuesta relacionarse
a través del contacto físico y que a veces se sienten obligadas a hacerlo sin
que ese sea su deseo” (Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro,
Concepción; 2006). Además de esto, también hablamos de afectividad cuando
expresan su enfado, tristeza o malestar, emociones a las que tienen que darles
un correcto desahogo, donde no solo se involucran las palabras, sino también lo
pueden expresar con su cuerpo, la cuestión aquí es enseñarles a controlar su
expresión, sin que se puedan hacerse daño, o incluso a otros, y de ser
necesario, que busquen su privacidad para desahogarse.
6. Reproducción; el
inicio de la menstruación en la niña le produce un cambio radical a su forma de
ver el mundo, pues ahora es posible que ella pueda ser madre, claro está que no
necesariamente es sano, pues tanto su vida como la del bebe pueden correr
peligro, incluso no están preparadas emocionalmente, aunado a esto, agregamos las
condiciones económicas y sociales, que las hacen aún más vulnerables. Esto nos
lleva a la necesidad de desmitificar la maternidad, pues no se trata de que una
niña sienta que tiene mala suerte por ser mujer, pero tampoco debe idealizar la
maternidad, incluso debemos dejar de lado cuestiones de estereotipo, donde ser
madre, es la única forma de ser y sentirse mujer. También es importante que los
niños entiendan que con la decisión de tener relaciones coitales, ellos tienen
una gran responsabilidad ante un posible embarazo. “Hablar sobre estos temas
produce una mezcla de inquietud, risas, vergüenza y curiosidad. En cualquier
aula donde se muestren cuerpos de hombres y mujeres desnudos o se hable de
besos, semen o procreación, surge algún tipo de alboroto, esta es su forma de
mostrar esta mezcla de sentimientos. Es importante aceptar que esto es parte
del proceso y no pretender que se comporten como si les resultara natural
hablar sobre sexualidad cuando en realidad no es así, sobre todo teniendo en
cuenta que a la mayoría de las personas adultas también les resulta difícil”
(Hernández Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006). Tanto
niños como niñas, tienen la posibilidad de comprender la relación que existe
entre el coito y la reproducción, y al hablar con ellos, debemos hacerles
entender que esto también está ligado a sus emociones, y que es una experiencia
que debe vivirse en pareja, tomando en cuenta a la otra persona. Esto nos lleva
también a la necesidad de explicarles que se debe hacer para que no haya un
embarazo; para esto, deben comprender, de todas las prácticas sexuales, sólo
aquellas que hacen que el semen entre en contacto con un óvulo. “Asimismo,
necesitan saber que es posible embarazarse la primera vez que se practica el
coito, tanto si se hace de pie como en cualquier otra postura, si la chica está
menstruando o no, si ella ha tenido orgasmo o no, o si el chico ha dado la
‘marcha atrás’ o no. Si no se usan correctamente métodos anticonceptivos
adecuados y se practica el coito, siempre hay un riesgo de embarazo. Sin olvidar
que, a veces, los métodos anticonceptivos también fallan” (Hernández Morales,
Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006).
7. Noviazgo; aunque
las niñas suelen tener más interés por las relaciones sentimentales, tener
novia es una situación que le importa más a los niños que a las niñas, sobre
todo por el poder hablar con otros de la conquista o solo decir, “me ligue a
tal chica”, lo que posiblemente tenga que ver con los estereotipos de que el
niño seduce y la niña se deja seducir y decide. “Si se les pregunta cómo es su
pareja ideal, los chicos, aunque señalan diversas cuestiones, suelen dar mucha
importancia al aspecto físico. Dicen que su pareja ideal es una chica con buen cuerpo.
(…) Las chicas, por su parte, también hablan del físico, pero suelen destacar
más otros aspectos como ser educado, amable, divertido o simpático. Algunas van
más allá, y buscan un chico que sepa expresar lo que siente” (Hernández
Morales, Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción; 2006). Algunas niñas y niños
pueden tener ciertas ideas falsas sobre las relaciones, como el hecho de la
fidelidad, pues muchos chicos, consideran que son ellas las que deben
controlarse ante una provocación, solicitando como cualidad femenina la
capacidad de hacerse respetar; otros consideran que los celos son una
demostración de amor, cuando realmente son solo una forma de mostrar la
inseguridad que pueden tener. Situaciones como estas, hacen que tanto hombres y
mujeres dejen de lado la comunicación, complicidad, honestidad o confianza,
como si la pareja fuera una propiedad en vez de un vínculo, lo que no resulta
extraño, pues muchos de los mitos o estereotipos sociales predeterminan este
tipo de conducta. Son muchas las cuestiones que podemos hablar en torno al
noviazgo y a los sentimientos que los niños y niñas puedan tener por otra
persona, pero esta curiosidad y sus dudas pueden tener respuestas
satisfactorias siempre y cuando mantengamos una relación de confianza con
ellos, demostrándoles que son tomados en cuenta, y que sus sentimientos no
serán juzgados, ni mucho menos que nos burlaremos.
Bibliografía
Hernández Morales,
Graciela; Jaramillo Guijarro, Concepción (2006); La educación sexual de niñas y
niños de 6 a 12 años. Guía para madres, padres y profesorado de Educación
Primaria; Ministerio de Educación y Ciencia; España.
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