“… la sexualidad
puede pensarse, experimentarse y actuarse de manera diferente de acuerdo con la
edad, la clase, el grupo étnico, la capacidad física, la orientación y
preferencia sexual, la religión y la región”
Carole S. Vance
(1984).
¿Qué es la
Sexualidad?... ¿Por qué este tema fue y sigue siendo uno de los más grandes
tabúes de la sociedad?... ¿Podemos hablar de un goce como tal?... Sin duda
alguna la sexualidad es uno de los aspectos del ser humano que más apasionan, y
no me refiero solo a la sociedad actual, sino que en todas las épocas y
culturas podemos encontrar referencias de prácticas e incluso normas sociales
para la expresión, uso y represión de esta.
No podemos empezar
esta investigación sin tener un concepto como tal, es más, existen tantas
definiciones y confusiones entre “Sexualidad”, “Sexo” y “Acto Coital”, que el
tener un concepto previo nos podrá ayudar a abordar el tema un poco más fácil.
Según la OMS (2006), la Sexualidad “es un aspecto central del ser humano,
presente a lo largo de su vida. Abarca el sexo, las identidades y papeles de
género, el erotismo, el placer, la intimidad la reproducción y la orientación
sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos,
creencias, actitudes, valores, conductas, practicas, papeles y relaciones
interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no
obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre. La sexualidad está
influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales,
económicos, políticos, culturales, étnicos, legales, históricos, religiosos y
espirituales”.
Como podemos
apreciar, la sexualidad tiene un sinfín de factores y modos de expresión, que
si no llegamos a delimitar el objeto de la investigación, podríamos encontrar
un mar de información, además de poder perdernos en el proceso. Por esta misma
razón, dentro del capítulo se hará especial énfasis en la historia de la
sexualidad, o al menos una breve perspectiva de la propuesta filosófica –
histórica de Michel Foucault, también se abordará un peculiar concepto
introducido por Jacques Lacan, el “Goce”, así como su intervención en la
sexualidad, donde se podrá dar respuesta a la pregunta inicial de si podemos
hablar de un goce de la sexualidad como tal, o nos confundimos con su sinónimo,
el “Placer”. Y para finalizar se pretende observar el sistema social actual y
la percepción de la sexualidad, y como esta, puede ser usada como un mecanismo
de control, e incluso de miedo, proceso que no podemos considerar reciente.
Antes de continuar,
debemos considerar prudente el dar un breve marco de referencia sobre la
sexualidad, y como es que se desarrolla en tres categorías que debemos
considerar generales, y donde los factores mencionados en la definición de la
OMS, se integran; estos son los aspectos biológicos, psicológicos, y muy de la
mano, los sociales.
Iniciemos con el
área biológica; esta dimensión de la sexualidad es, por así decir, una de las
más sencillas de abordar, pues hablamos de cuestiones anatómicas y fisiológicas.
Este aspecto es crucial, pues influye en la procreación, el deseo, la respuesta
sexual y otros procesos que son importantes para la copula como tal; es también
donde encontramos la conceptualización del Sexo, palabra que no hace referencia
al Acto Coital, y que a su vez, no alcanza para ser un sinónimo de la
Sexualidad… por Sexo, podemos referirnos al conjunto de características biológicas
que definen el aspecto y diferenciación corporal entre el hombre y la mujer,
características que son determinadas al momento de la fecundación, donde se
desarrollan las características sexuales primarias (decima semana de gestación
aproximadamente), y las secundarias (durante la pubertad), en donde
específicamente, podemos decir que se involucran los sistemas endocrino,
sanguíneo y nervioso.
Podemos decir
entonces, que la explicación biológica de la sexualidad se basa en abordarla
como un instinto, mismo que se presenta y expresa de manera diferente según la
edad y capacidad del cuerpo de la persona, es decir, no podemos comparar los
aspectos sexuales en un niño, un adolescente y una persona de la tercera edad,
lo que también nos permite referir a una fuerza innata que motiva al sujeto.
Por su parte, Henry Moncrieff (2007) menciona que: “Si escuchamos la palabra
‘sexo’ inmediatamente pensamos en genitalidad (…). Esto indiscutiblemente ya
forma parte de la manera – general – de pensar del hombre moderno (…). No hemos
notado la simple operación aritmética de la sexualidad, que no es más que el producto del resultado del cruce de la naturaleza
con la estructura social [y psicológica, que]
responde, por tanto, a condiciones sociales determinadas por un contexto”.
En cuanto a los
factores psicológicos, que están muy de la mano con los sociales, podemos decir
que estos nos permiten vivir, sentir y percibir la realidad y nuestra
sexualidad de manera única, es decir, influye en las ideas de lo que
consideramos que está bien y mal, en los prejuicios y expectativas que tenemos
en relación a otros y a ciertos temas en específico, así como en nuestra
identidad y orientación sexual. Así podríamos dividir los procesos psicológicos
en: Intelectuales, que nos permite desarrollar capacidades y un cierto
potencial del pensamiento y conocimiento, mismos que nos posibilitan controlar
los impulsos sexuales; y los Afectivos, con los cuales podemos establecer
relaciones interpersonales en diferente grado, es decir, la intensidad e
intimidad con la que nos involucramos con una persona, no será igual que con
otros. Es pues, la importancia de estos factores, que en la adolescencia tienen
la función principal de ayudar al sujeto a “crearse” una identidad sexual
propia. “(…) A través de la sexualidad nos experimentamos como personas reales,
nos da nuestro sentido de sí mismo, como hombre y como mujer, como hermano
desobediente o hija consentida, como mujer heterosexual jalisciense, bisexual
veracruzano u homosexual del D.F., la sexualidad es la verdad de nuestro ser.
Nuestras emociones, deseos y relaciones sexuales son configurados de múltiples
maneras por la sociedad en que vivimos. Experimentamos nuestras emociones
sexuales de acuerdo a nuestra inserción en la sociedad; la subjetividad está en
función de nuestra edad, sexo, clase social, raza, religión, orientación y
preferencias sexuales” (Gabriela Rodríguez, s/f).
De manera
específica, podemos decir que los factores psicológicos, son solo
manifestaciones de los procesos biológicos, pero también debemos considerar que
son independientes, aun cuando sabemos que el pensamiento y la emoción son
subjetivos, no podrían ser posibles sin la intervención del cuerpo y sus
funciones. Retomando el proceso de la Identidad Sexual, debemos decir que es la
identificación psicológica que se va desarrollando en el menor y que finaliza
en el hecho de sentirse hombre o mujer, donde influye el género (percepción
psicológica de ser hombre o mujer), la identidad de rol (papel social respecto
del género, es decir, el comportamiento que se le exige al sujeto, por ejemplo,
la mujer sumisa y el hombre golpeador), y la elección del objeto erótico
(atracción afectiva, emocional y erótica hacia personas del mismo sexo u
opuesto, proceso conocido también como orientación sexual o preferencia de
género).
En lo que respecta a
los factores sociales que influyen en la sexualidad, podemos considerar que la
postura de Jeffrey Weeks es una de las más completas que podemos encontrar; con
él, estos factores reciben el término de “construcción social”. “La expresión
generalmente utilizada de ‘Construcción Social de la Sexualidad’ suena duro y
mecanicista, pero en realidad es un asunto bastante directo y comprende ‘las
maneras múltiples e intrincadas en que nuestras emociones, deseos y relaciones
son configurados por la sociedad en que vivimos’.” (Jeffrey Weeks, 1998). Este
autor plantea que la sexualidad dentro de la sociedad, tiene dos connotaciones,
una social, que permite apreciar la forma en que las personas crean e
interactúan con ellos mismos y con otros, formando normas y diferentes tipos de
relaciones que van desde lo más sencillo que puede ser la familia, hasta llegar
a la cultura y las estructuras políticas; mientras que el otro punto, se
refiere a las cuestiones de poder, es decir, como es que la política y demás
organizaciones pueden controlar la sexualidad, y de este modo, a las personas y
su forma de conducirse en la sociedad.
“La sexualidad se
configura mediante la unión de dos ejes esenciales de preocupación: nuestra
subjetividad, ósea, quienes somos y que somos, y la sociedad, ósea, el
crecimiento, el bienestar, la salud y la prosperidad futuras de la población en
conjunto. (…) En consecuencia, la sexualidad se va convirtiendo en un asunto
social, político y moral cada vez más importante” (Jeffrey Weeks, 1998). Para
poder iniciar con los factores que influyen en la Construcción Social de la Sexualidad,
debemos tener en cuenta que, sin importar que las normas de convivencia, sean
considerados formales o informales, tienen peso sobre toda la sociedad en
general, determinando lo que está permitido, las prohibiciones, límites y
posibilidades de la vida erótica. Con esto podemos decir que la organización
social se ve influida por cinco factores: parentesco y sistema familiar,
organización social y económica, reglamentación social, intervenciones
políticas y el desarrollo de “culturas de resistencia”.
Si bien la familia
se considera el núcleo más importante de la sociedad, pues es ahí donde se
aprenden las normas y la forma de convivencia, debemos decir que gracias al
tabú del incesto, se puede dar inicio a la configuración de la sociedad,
“dejando de lado” el estado natural, además de que así da inicio la cultura
como tal. “La verdad es que los vínculos de parentesco no son vínculos
naturales de la sangre, sino relaciones sociales entre grupos, con frecuencia basados
en afinidades residenciales y hostiles a afinidades genéticas” (Jeffrey Weeks,
1998). Sin el tabú del incesto limitando las relaciones de las personas, además
de la economía, herencia e intervención del estado en el matrimonio y divorcio,
situaciones que finalmente recaen y modifican el estilo de vida en la familia,
y por ende, las ideas que las personas pueden tener respecto de su sexualidad,
no podríamos abordar plenamente el tema, pues para comprender la sexualidad
tenemos que comprender mucho más que el sexo, tenemos que comprender las
relaciones en las que suele ocurrir; y al hacer énfasis en la familia, no
hacemos más que confirmar la importancia que esta tiene en la sociedad
occidental, pues es ahí donde adquieren un sentido nuestras necesidades e
identidad sexual e individual.
Por lo antes dicho
damos por entendido que la familia no es un organismo autónomo, y la estructura
familiar puede ser modificada por un cambio económico, el crecimiento industrial
y social y la urbanización. Así podemos ver que en el siglo pasado, con el
aumento de la comercialización, el “sexo” comienza a tener más una perspectiva
consumista, y es que si bien “la sexualidad no está determinada por el modo de
producción, (…) los ritmos de la vida económica proporcionan las condiciones
básicas y los limites últimos para la organización de la vida sexual (Jeffrey
Weeks, 1998).
Si bien la vida
económica establece algunas condiciones en torno a la sexualidad, la reglamentación
social es aún más autónoma; “los métodos formales para reglamentar la vida
sexual varían según las épocas, dependiendo de la importancia de la religión,
la función variable del Estado, la existencia o no de un consenso moral que
reglamente los esquemas del matrimonio, las tasas de divorcio y la incidencia de
la no ortodoxia sexual” (Jeffrey Weeks, 1998). En este caso podemos hablar de
mecanismos de control, que tanto la sociedad, como ciertas instituciones,
ejercen y establecen un límite, e incluso un tabú, que generalmente se basan en
una idea que se desea transmitir; de esta manera podemos hablar de una
reglamentación formal, dictada por la religión y el Estado primordialmente, y
métodos informales, que funcionan como límites para la sociedad y que van
implícitas en cierto grado en las normas de convivencia que las comunidades
establecen. “En el pasado, con frecuencia han sido impuestos mediante prácticas
tradicionales de avergonzamiento, rituales de humillación y burla públicos” (Jeffrey
Weeks, 1998).
En lo que respecta
de las intervenciones políticas, podemos decir que tanto la familia, la
sociedad y economía, y la reglamentación social, se ven inmersos en un marco
político. “El equilibrio de las fuerzas políticas en un momento dado puede
determinar el grado de control legislativo o la intervención moral en la vida
sexual. El clima social general proporciona el contexto en el que algunos
asuntos adquieren más importancia que otros” (Jeffrey Weeks, 1998). De esta
manera podemos apreciar un sinfín de políticas y programas que, tras la
manifestación de las culturas de resistencia, mismas que se oponen a lo que
socialmente está establecido y que buscan un cambio de pensamiento en la
población, dan la impresión de que las estructuras políticas se preocupan por
la sociedad, cuando solo tratan de controlarla con mínimas modificaciones a la
legislación actual; así podemos observar como surgen programas encaminados a la
prevención del embarazo a temprana edad, cambios en la estructura política y
legal para dar más libertad a la “condición femenina” y comenzar un proceso de
igualdad de género o bien, permitir el matrimonio igualitario, haciendo que los
beneficios del matrimonio heterosexual puedan ser ejercidos por parejas
homosexuales. “La existencia de ‘líderes de opinión’ hábiles, capaces de
articular y hacer surgir corrientes incipientes de opinión, puede ser decisiva
para hacer que se cumpla la legislación existente o para idear una nueva”
(Jeffrey Weeks, 1998).
Hasta el momento
solo se han abordado las cuestiones sociales de la sexualidad, pero no podemos
dejar fuera las cuestiones de poder, que han llevado, en algunas épocas, a
considerarla como negativa o exclusiva de la reproducción. Pero si consideramos
que la sexualidad “(…) es ‘más bien un proceso que un objeto’, una fuerza
maleable y móvil que adopta muchas formas diferentes y que se ejerce mediante
diversas prácticas y relaciones sociales distintas. Si se adopta este enfoque
del poder, entonces tenemos que abandonar todo enfoque teórico que considere a
la sexualidad como moldeada por una voluntad dominante y determinante (…)”
(Jeffrey Weeks, 1998). La verdad es que el poder no funciona solo con
mecanismos de control, son varios procesos complejos que se traslapan, lo que
produce la dominación y subordinación, siendo tres ejes fundamentales: la
clase, el género y la raza. En este momento, es conveniente decir que Jeffrey
Weeks ha sido considerado el sucesor de las ideas de Michel Foucault, pues
ambos han puesto al marco sociocultural como una de las principales influencias
en la sexualidad, por lo que los factores relacionados al poder, podrán ser
expuestos y desarrollados en el siguiente apartado, lo que si podemos decir por
el momento es “(…) que los asuntos de la sexualidad son cada vez más
importantes dentro del funcionamiento del poder en la sociedad contemporánea [y no solamente en
la época actual, pues su uso no es reciente]” (Jeffrey Weeks, 1998).
Extraído de:
"Narcisismo y Bisexualidad" - Gustavo Alberto Nonato Reza
Proyecto de Titulación de Lic. en Psicología
Extraído de:
"Narcisismo y Bisexualidad" - Gustavo Alberto Nonato Reza
Proyecto de Titulación de Lic. en Psicología
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