Los masajes se han utilizado tradicionalmente para solucionar problemas físicos, pero, al margen de su función terapéutica, los expertos afirman que esta técnica sirve como instrumento de comunicación para potenciar las relaciones personales. En este sentido, las distintas formas de masaje se basan en la necesidad de contacto físico que sentimos desde que somos recién nacidos hasta la exigencia de caricias más íntimas en la edad adulta.
"Las
sensaciones que provocan las caricias, roces, besos, abrazos y frotamientos de
la piel son un vehículo para pasar de la comunicación corporal a la mental al
entrar en un estado total de abandono. Para
ello, tan importante como aprender a tocar es disfrutar del placer de ser
tocado", explica Ana de Calle, sexóloga del Centro Integral de Salud
CERES. Además, estos masajes, que los expertos denominan sensoriales o
sensuales porque su fin no es únicamente aumentar el placer sexual,
proporcionan diferentes ventajas.
Refuerzan la
confianza. "El temor al contacto en cualquier zona del cuerpo -y no exclusivamente
en los genitales- puede ser una limitación para disfrutar de las relaciones, ya
que muchas personas se bloquean por este motivo. En este sentido, los masajes
sirven para romper la barrera psicológica que impide dar y recibir caricias en
las zonas prohibidas, que en algunas personas pueden ser partes aparentemente
tan poco problemáticas como los muslos o el vientre", apunta Ana de Calle.
Por otro lado, "los masajes reducen la ansiedad que provoca el temor a quedar mal con la
pareja cuando existen problemas de impotencia por bloqueos psicológicos, porque
con ellos se amplían las zonas del cuerpo -el hombro, la nariz, la boca...- con
las que proporcionar placer a la compañera. Y cuando los amantes no se conocen
mucho, este juego sexual es un método perfecto para relajarse, al saber que no
hay que llegar al coito necesariamente", dice Carlos San Martín, terapeuta
y pedagogo de la Sociedad Sexológica de Madrid. Aumentan el deseo.
Los expertos
diferencian entre el masaje sensorial y el sexual. El primero ayuda a despertar
el deseo tocando los tobillos, los dedos de los pies, las rodillas, los
muslos... mientras que el segundo se centra exclusivamente en las zonas
erógenas -pechos y genitales-. "La estimulación sensorial se realiza sin
exigencias y no tiene por qué culminar en el coito. En cambio, el masaje sexual
es como una masturbación, sirve exclusivamente para alcanzar el orgasmo y puede
dejar insatisfechos a quienes necesitan una comunicación más completa que la que
proporciona el simple contacto físico", dice Ana de Calle.
No obstante,
"el masaje sensorial también ayuda a relacionarse sexualmente porque a
través de la estimulación en los pies o en las manos se puede llegar al
orgasmo", dice San Martín. Prolongan el orgasmo.
Los masajes mejoran
la circulación sanguínea y hacen que el oxígeno llegue con más facilidad a todo
el cuerpo, lo que permite prolongar el orgasmo. "También se pueden aplicar
para retrasar el momento del clímax, con ejercicios específicos que ayudan a
distender la tensión muscular que aparece cuando nos excitamos", apunta
Carlos San Martín.
Rompen la monotonía.
"Ayudan a ver la relación como un juego, por lo que se pueden utilizar
para romper la monotonía y recuperar el deseo en las parejas que han caído en
la rutina", explica Ana de Calle. El juego del amor Antes de realizar
estas técnicas, conviene aprender a respirar de forma lenta y profunda, ya que
al ralentizar la respiración se puede controlar mejor la excitación que siente
también quien las hace. "Aprender esto en un masaje sensitivo es tan
importante como realizar bien los movimientos de las manos. Al lograr
sincronizar la respiración, la pareja fluye en la misma sintonía y puede
alcanzar el equilibrio psíquico que proporciona esta práctica", apunta el
masajista tántrico Jorge Jordán. Por otro lado, hay que prescindir de los
movimientos precipitados y ser capaz de utilizar las manos, la boca, el pelo y
los pechos de forma lenta y progresiva para captar las reacciones del otro.
"Además, las sensaciones se hacen más intensas utilizando plumas u otros
materiales al acariciar a la pareja", apunta Ana de Calle.
También ayuda a
aumentar el placer el uso de aceites aromáticos, que según explica Stephen
Russell en el libro El Tao del masaje sexual, "potencian el deseo porque
contienen sustancias que imitan el olor de las hormonas sexuales". Al
aplicarlos, hay que tener en cuenta que estas sustancias están muy
concentradas, por lo que no se deben utilizar directamente sobre la piel. Lo
correcto es realizar una mezcla con un aceite base de origen vegetal –sin aditivos-
al que se añaden unas gotas del aroma que se vaya a emplear -entre seis y ocho
gotas de esencia para 20 ml (dos cucharadas de postre) de aceite base sin
olor-. "En cuanto a los masajes en los genitales, lo más adecuado es
comprar un lubricante de farmacia o aprovechar los restos que quedan en las
manos después de haber acariciado todo el cuerpo", añade Ana de Calle.
Por último, los
pasos a seguir pueden ser muy diferentes, pero en términos generales este juego
se desarrolla en tres fases:
Preliminares. Sirven
para establecer un equilibrio entre el cuerpo y la mente. Para ello, se debe
estimular con suavidad la piel de todo el cuerpo, empezando con una presión
suave y aumentando de forma progresiva ésta y la intensidad y frecuencia del
movimiento. Este masaje se puede aplicar con la mano, con la yema de los dedos,
con los labios e, incluso, con todo el cuerpo y es imprescindible que la pareja
disponga de tiempo suficiente -una hora aproximadamente- para conseguir un
acercamiento relajado y sin presiones.
Intermedio. En esta
fase, se estimulan las zonas erógenas evitando el contacto directo con los
genitales, para no provocar la necesidad de buscar el orgasmo. Se consigue
estimulando la línea que va desde la nuca hasta la parte lateral de la pelvis, pasando
por los pezones y la cintura. Plenitud. Si la pareja lo desea, éste es el
momento adecuado para pasar directamente a los genitales. Su aplicación depende
de los gustos y la propia sensibilidad de cada persona en esta zona del cuerpo,
pero siempre conviene recordar que la finalidad de estos movimientos no es necesariamente
llegar al orgasmo. Sin estridencias
Por último, el
entorno es fundamental para que los dos miembros de la pareja consigan relajarse.
Lo ideal es una iluminación suave -evitando las luces que den directamente en
la cara-, una temperatura cálida -unos 22 °C- y un sonido ambiental sin
estridencias. La superficie para el masaje puede ser un colchón lo
suficientemente duro -como los futones japoneses- o varias mantas extendidas
sobre el suelo. Además, se deben cubrir con una toalla las partes del cuerpo
sobre las que no se esté trabajando, para mantener una temperatura agradable en
todas ellas.
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